En 60 ciudades de España se estrena hoy viernes la película La Divina Misericordia (Michał Kondrat, 2019), que combina escenas dramatizadas con testimonios y comentarios de expertos para explicar las revelaciones de Jesús a Santa Faustina Kowalska, el origen del popular cuadro y la coronilla de la Divina Misericordia y cómo, contra todo pronóstico, esta devoción se fue extendiendo, cuando podría haberse extinguido muy pronto.
La película tiene buena factura técnica, los actores son buenos y el ritmo es razonablemente ágil. Sus 104 minutos dan mucha información pero también emocionan.
Sólo el primer tercio del filme se centra en la historia de Santa Faustina. Una segunda parte recoge las vivencias de su confesor, el padre Michal Spocko, y cómo la providencia tomó sus esfuerzos por divulgar esta devoción, que en vida él vio hundida y prohibida. El último tercio de la película recoge testimonios de vidas transformadas por la Divina Misericordia: sanaciones milagrosas, el testimonio de un exorcismo, imágenes de oración acompañando enfermos...
El filme es edificante y fresco. No es la explicación de una devoción antigua, sino una ventana a un paisaje vivo y luminoso, en crecimiento hoy. Al terminar la película el espectador siente que Dios está cerca, rebosando una misericordia que quiere entregar a los hombres.
Comparando con la película de 1994
Es inevitable comparar con la película polaca Faustina, de 1994, que es media hora más corta, pero que para muchos se hace más larga. Faustina era una obra contemplativa y espiritual, de hermosa fotografía y magnífica música de Wojciech Kilar. La protagonizaba una guapísima, casi seráfica, Dorota Segda que tenía entonces 28 años.
Por contraste, aquí la protagonista es Kamila Kaminska, una actriz de 30 años con un rostro mucho más común y austero. Tenemos que creer en sus mensajes por su fuerza y humildad, no por su cara angelical.
Kamila Kaminska, como Santa Faustina, tiene un rostro más austero que Dorota Segda en la película de 1994
Si la película de 1994 era contemplativa, ésta es periodística y narrativa: tiene muchas cosas que contar. La vida de Santa Faustina es breve, murió con 33 años, siete años después de empezar a recibir sus revelaciones de Jesús.
Kaminska muestra bien sus registros: la chica que baila en diversiones mundanas, la religiosa que escucha a Cristo y habla con su confesor, la enferma que sonríe en el dolor...
Es remarcable el papel de Dariusz Jakubouski. Vemos al padre Spocko, ya mayor, hablando con un eclesiástico polaco, defendiendo a Faustina. Entonces el eclesiástico se cubre la cara en un gesto peculiar y lo reconocemos: es el cardenal Karol Wojtyla, futuro Juan Pablo II. El gesto construye el personaje.
Muchas personas que han rezado la Coronilla de la Misericordia y han invocado el "Jesús en Ti Confío" ante el cuadro de los dos rayos aprenderán muchas cosas que desconocían.
Fragmento de la película que presenta la figura histórica del pintor
Por ejemplo, que el pintor del cuadro original, el de Vilnius, que se movía por ambientes ilustrados. La película considera probado que era masón. Se suicidó pocos años después. "No juzguéis, no conocemos las almas", recuerda la película citando el diario de Faustina. Diario que, por cierto, aprendemos que quemó, y tuvo que reconstruirlo a partir de su memoria por orden de su confesor.
Aprendemos que Spocko -se metió en líos ayudando a huir a judíos con documentos falsos- pudo huir luego de la zona ocupada por la URSS en el Transiberiano hasta Vladivostok, donde de forma quizá milagrosa consiguió un permiso para llegar a Japón y de allí a EEUU, donde empezaría a extenderse esta devoción.
El cuadro de la Divina Misericordia de Vilnius,
protagonista de buena parte de la película,
pintado según las instrucciones detalladas de Faustina
Jesús había prometido una fiesta, una devoción mundial y congregación para esta devoción. Durante décadas no parecía verse nada de eso. Un momento emocionante es la consagración de las primeras 6 hermanas de la nueva familia de la Divina Misericordia, en una iglesia sin bancos ni reclinatorios, tal como descubrieron después que Santa Faustina había previsto en una visión.
Y la película resulta muy convincente y pedagógica cuando explica las coincidencias asombrosas -bien argumentadas con imágenes y mediciones- entre el cuadro de Vilnius y el rostro del hombre de la Sábana Santa y las manchas de sangre del Sudario de Oviedo. El pintor, por supuesto, no sabía nada del sudario ni había visto imágenes del rostro de la Sábana Santa: él pintó según las indicaciones de Faustina.
Con dos botellas de vodka, rescatar el cuadro olvidado
La película se permite un momento tragicómico muy del gusto de quienes han vivido el absurdo comunista, cuando dos de las religiosas, vestidas de civil, acuden a una iglesia bielorrusa transformada en almacén y rescatan el cuadro original pagando un dinerito y dos botellas de vodka al conserje, "en agradecimiento y compensación al Estado", dicen, por "cuidar un cuadro feo y viejo de nuestra familia".
Es una película especial, que empieza desde lo más cósmico y general ("en el principio creó Dios el cielo y la tierra", con escenas del Génesis que recuerdan El Árbol de la Vida de Terrence Malick) y finaliza con historias muy cercanas y concretas, de niños que se curan y familias que recuperan la fe y la alegría. Acerca a Faustina y la Misericordia de Dios al lenguaje de nuestros días, enlazándonos con sus raíces de amor en el cruel siglo XX. Es una película que hará mucho bien.
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