Ha muerto este 12 de enero con 75 años el filósofo británico Roger Scruton, a quien algunos consideran "el último filósofo conservador". Siempre dispuesto al debate y activísimo, un cáncer acabó con su vida en apenas seis meses. Era una de las grandes figuras filosóficas actuales que defendía valores tradicionales en política y era valiente en sus críticas y denuncias.
Fue designado asesor de vivienda en el Gobierno inglés en noviembre de 2018, pero fue despedido en abril de 2019 a raíz de una polémica viral manipulada, acusado de racismo por criticar "a los chinos" en una entrevista con «New Statesman»: en realidad criticaba el sistema comunista. La revista acabó pidiendo disculpas y rectificando por la caza de brujas que inició. El fragmento de la polémica expresaba bien su pensamiento.
"Lo que saben los religiosos: que somos imperfectos, caídos"
"Nunca he sido un optimista, pero eso está bien porque los pesimistas tienen la posibilidad de sorprenderse. Pero siempre he defendido un cierto tipo de pesimismo, porque lo que conocemos como optimismo es en realidad una recopilación de ilusiones y creo que uno debe reconocer lo que saben todas las personas religiosas: que los seres humanos son imperfectos y caídos, y que no hay forma de que puedan superar solos los problemas que ellos mismos crean", explicaba en esa entrevista.
Inmediatamente añadía: "Creo que hay dificultades a la vuelta de la esquina que estamos ignorando, como el auge de China. Hay algo que de verdad asusta bastante sobre el tipo de política de masas china y la regimentación del ser ordinario. Inventamos robots... y son ellos. En cierto sentido, crean robots a partir de su propio pueblo, a base de restringirles lo que pueden hacer. Cada chino es una especie de réplica del de al lado, y eso asusta mucho. Quizá no sé lo suficiente sobre el tema como para tener una certeza pero su política es así, y su política exterior también, y los campos de concentración han vuelto, sobre todo para re-educar musulmanes". (El periódico de izquierdas español El País dedicaría después mucho espacio a denunciar los campos de concentración chinos contra musulmanes uigures y del Sinkiang.)
Scruton, cuando era mucho más joven
Scruton tenía un estilo elegante y sentido del humor. Le interesaban mucho los temas estéticos y políticos y publicó más de cincuenta obras. En español publicó recientemente El anillo de la verdad (Acantilado), sobre las óperas wagnerianas del Anillo de los Nibelungos, el ensayo Cómo ser conservador (Homo legens, 2018) y en Rialp El alma del mundo.
En Cómo ser conservador decía que el pensamiento conservador, en su opinión, tenía dos pilares:
- creer que hay cosas sagradas
- criticar muchos cambios nacidos en la Reforma protestante y la Ilustración.
Según Scruton, admirador y discípulo de las enseñanzas de Edmund Burke (1729-1797), es fácil destruir las cosas buenas, mientras que es muy difícil construirlas: es más razonable esforzarse en preservarlas, conservarlas, tanto como se pueda.
En mayo del 68 y contrabandeando libros en Checoslovaquia
Era también un hombre de acción que estuvo en algunos sitios en momentos clave. Por ejemplo, en mayo de 1968 estaba en París entre los estudiantes. "Cuando les pregunté a mis amigos qué querían, qué intentaban lograr, todo lo que volví fue una ridícula receta de eslóganes marxistas. Me disgustó y pensé que debía haber un camino de regreso a la defensa de la civilización occidental. Fue entonces cuando me convertí en un conservador. Sabía que quería conservar las cosas en lugar de derribarlas", le explicó al periódico de izquierdas The Guardian en el año 2000.
En 1985 la policía comunista de Checoslovaquia lo detuvo y expulsó por introducir libros en el país (vea el documental sobre la resistencia cristiana que introducía libros, aquí).
Casi católico
Roger Scruton explicaba en 2015 al Catholic Herald que estuvo a punto de ser católico. “Siempre me ha atraído la Iglesia Católica por su respeto a la tradición, por lo que representa respecto a la continuidad apostólica y por sus intentos de imbuir la vida ordinaria con los sacramentos”, explicó.
A menudo pensaba en dos católicos que le habían inspirado. Uno era el capellán católico de Cambridge cuando él era estudiante, Alfred Gilbey, “Era la voz de una antigua forma de catolicismo, recusante y patricio; el catolicismo escondido en la venas de la vida inglesa, con un claro apego a un antiguo estilo de vida campestre”.
Otra era una estudiante pobre polaca, madre soltera y católica devota, con la que se relacionaba cuando apoyaba a los disidentes de Europa del Este antes de la caída del comunismo. “Basia era lo opuesto de Alfred Gilbey. Era una persona directa y pía con una vida muy entregada. Aún me sigo preguntando: ¿qué pensaría Basia sobre esto? o ¿qué pensaría Albert Gilbey sobre esto? Ambos vivían en comunicación constante y fructífera con la persona a la que llamaban Santa Madre Iglesia, que ellos creían que estaba animada por el Espíritu Santo y a la que amaban con un fervor que sobrepasaba su más ardiente cariño terrenal”.
Reflexionando sobre los paisajes de viñedos franceses del sur de Francia escribió: “Un gran vino es un logro cultural que no está disponible para protestantes, ateos o creyentes en el progreso, porque depende de la supervivencia de los dioses locales. Uno de los más grandes bienes otorgados a Francia por la Iglesia Católica es haber ofrecido asilo a los maltratados dioses de la antigüedad, haberlos vestidos con las vestiduras de los santos y mártires y haberlos saludados con la bebida que ellos nos trajeron desde el cielo.”.
En el Catholic Herald añadía: “En mi experiencia, las instituciones católicas son las únicas que, en lo que se refiere a la educación superior, están libres de prejuicios. Son las únicas instituciones que ofrecerían abiertamente refugio y apoyo a alguien tan conservador como yo y, además, sin ser dogmáticas sobre ello, o estando de acuerdo conmigo o algo parecido. Hubiera sido imposible para mí tener algún tipo de posición en Oxford sin Blackfriars.”
Dijo al Catholic Herald: “Hay dos razones que frenan mi deseo de unirme a la Iglesia Católica. Una, es que requiere un salto de fe mayor del que yo he podido conseguir. Y la otra es que a causa de mi divorcio, no sería posible para mí casarme en segundas nupcias en la Iglesia Católica. Fui educado como un anglicano y siempre me ha gustado la idea del tipo de compromisos sobre los que la Iglesia Anglicana se ha desarrollado".
Así, su segundo matrimonio fue por la Iglesia Anglicana: “… mi religión tribal, la religión de los ingleses que no creen una sola palabra de lo que ella dice”, como dijo una vez medio en broma. “Dios, tal como es representado en los oficios tradicionales de la Iglesia Anglicana, es un inglés que se siente incómodo en presencia del entusiasmo, que es reacio al alboroto, pero que está atrapado en la obligación de hablar públicamente”. Incluso tocaba el órgano -“uno manual, tres registros, sin pedales”- en la iglesia anglicana local de Todos los Santos.