Durante estos días (del 2 al 5 de julio) se está celebrando en Burgos la Semana de la Misionología, un encuentro de formación misionera que lleva realizándose desde 1947 y que sirve para profundizar y formar en temas claves para la misión, para así dar una respuesta adecuada en cada momento.
La comunicación es en estos momentos un elemento primordial para la misión, pues es un mundo que avanza a una velocidad de vértigo y en el que la Iglesia debe dar una respuesta rápida. De ello depende que la Buena Nueva llegue o no a muchos millones de personas que viven hiperconectados pero desconectados de la Iglesia.
Para hablar de la importancia de la comunicación ha participado en esta semana monseñor Lucio Adrián, secretario del Dicasterio vaticano para la Comunicación. “A veces no tenemos idea de la belleza del tesoro que tenemos, y hasta qué punto puede llegar a fascinar a los que no lo conocen”, afirmó durante su conferencia.
El Espíritu Santo y los "cómos" de la comunicación
Para la Iglesia, explicó, la cuestión de la comunicación no se trata solo de técnicas e instrumentos, sino que va más allá: la comunicación es esencial en la fe, "lo que hemos visto y oído, no podemos dejar de contarlo".
El mensaje es siempre el mismo, pero la sociedad cambia. "El Espíritu Santo suscita en cada época los 'cómos' de la comunicación", aseguró.
Tal y como informa Obras Misionales Pontificias, esos "cómos" en la sociedad actual pasan por construir un mensaje cimentado en la fe, pero transmitido con los códigos que entiende la sociedad actual. "El mundo necesita conocer la grandeza de nuestro mensaje, pero nosotros a veces no sabemos comunicarlo bien. Este es un verdadero problema de comunicación", aseguró Lucio Adrián.
De izquierda a derecha: Ramón Delgado, delegado de misiones de Burgos; monseñor Franciso Pérez, arzobispo de Pamplona y monseñor Lucio Adrián
Por ello, agregó que "nosotros somos misioneros de la era digital. Y en la era digital es imprescindible conocer los códigos, los lenguajes, los desarrollos para ponerse al servicio de la persona".
Monseñor Lucio Adrián defendió que las redes sociales y el mundo digital, más allá de los dispositivos, ha creado nuevas formas de pensar, estructuras de mentes diferentes. "Para alguien acostumbrado a Twitter, no es aceptable una homilía de 40 minutos".
El mensaje de siempre, con los medios de hoy
Por ello, la Iglesia tiene que aprender a comunicar en estos códigos, y cambiar las forma de producir la información. "Hay que hacer un servicio multimedia, que implique al lector, pues la forma de producir es diferente".
Por otro lado, explicó que la saturación informativa produce ansiedad, distracción, e incluso soledad: "las redes acercan al que está lejos, pero muchas veces alejan al que está cerca". Además, la presencia virtual, que muchas veces dista mucho de la realidad, crea una conciencia moral en la que todo se difumina. Todo ello lleva a que la gente esté sedienta de una comunicación auténtica.
El fin de la comunicación debería ser la comunión, y hacia esa dirección debe trabajar la Iglesia. "Tenemos que saber llevar a la cultura contemporánea la novedad de Dios. También en el areópago moderno, tenemos que ser capaces de ofrecer un mensaje de bello, creativo, original y fascinante. A eso lo llamo yo Misión", concluyó.