España acumula un patrimonio cultural inigualable. Y la Iglesia Católica tiene en su seno gran parte de este gran patrimonio, especialmente a través de majestuosas catedrales que son visitadas por millones de personas cada año. Pero quienes entran en ellas, ¿son turistas o peregrinos? Esto es lo que se debatió, entre otras cosas, en la XIII Conferencia Internacional de Catedrales Europeas que se celebró en Córdoba esta semana.

Manuel Sánchez, canónigo de la Catedral Metropolitana de Sevilla, quiso distinguir entre turista y peregrino cuando el visitante pisa una catedral. En su opinión, “en el momento que se entra por la puerta de una catedral, no hay turismo; hay peregrino, porque aquello es un ámbito sagrado”.

De este modo, señaló que el espacio sagrado que se pisa configura el concepto del visitante, “quizás ni él lo sabe, quizás ni el cabildo lo pretende, pero todo se está arbitrando para que la gente ahonde en esa experiencia de búsqueda”.

Este cambio de concepto implica el trabajo de los cabildos para que en esa dinámica “todo lo que rodea esté hablando de la grandeza de Dios y también de la búsqueda interior que toda persona tiene y eso es lo bueno que está facilitando la Catedral”.

La dirección de los cabildos está orientada al ofrecimiento de la vida espiritual y a la conservación de los templos, “y realmente la gestión espiritual y patrimonial que están haciendo los cabildos en beneficio de la ciudad”, ha matizado.

Mirando a Europa

La experiencia de las catedrales europeas, especialmente de las alemanas, a través de la música es capaz de educar los silencios, educar el oído y la contemplación, con la creación de sus propias escuelas de música, algo que manifiesta un compromiso dentro del espacio de la catedral o de las grandes iglesias y lo identifica con un espacio de contemplación. Los domingos por la tarde en casi todas las iglesias alemanas, se celebran conciertos donde la gente entra en silencio y sale en silencio. Esta manifestación resulta educativa del oído y del corazón, y propone “efectivamente la educación de la mirada”.

En las catedrales del norte, incluso las luteranas, en el momento de la oración se interrumpe todo y un canónigo saluda a la gente, lee un trozo del Evangelio, realiza un breve saludo y reflexión mientras se invita a rezar con la entrega de una oración escrita. Para Manuel Sánchez “esto es educar la mirada, es decir, pequeñas cosas que hacen distinta la acción de los propios cabildos y que van educando, efectivamente, en el silencio, en la mirada, en la contemplación, en la profundización, en la paz”.