Está ya en los cines españoles la comedia familiar Un regalo para papá y mamá, una película norteamericana, valiente y especial, que se atreve a dejar claro que el divorcio es malo, que los hijos no lo quieren y que tampoco se va a salvar a la pareja solo con romanticismo (aunque puede ayudar) sino que requiere conciencia de familia y renuncia.
Como explica el tráiler y ya la primera escena del filme, el matrimonio de Jen y Eric está a punto de anunciar su separación, antesala de un rápido divorcio, a sus hijos. Pero un reloj mágico ha llegado a la casa y permite hacer retroceder el tiempo 12 horas, una y otra vez, y así los hijos intentan repetir ese día y lograr "un día perfecto" para que sus padres vuelvan a enamorarse y sigan juntos.
La película no hace concesiones: deja claro que el divorcio es un desastre, que daña a los hijos, que todos mienten y se confabulan contra el matrimonio, ignorando a los niños.
Es una película de "repetir en el tiempo", pero mucho más ágil y variada que El día de la marmota (Atrapado en el tiempo), porque las distintas repeticiones se centran en distintos personajes, de los que aprendemos su punto de vista, sus esperanzas y limitaciones.
Aprendemos también que cualquier intervención es compleja: cuesta mucho saber todos los factores en juego, pero no es imposible ayudarnos al saber más.
Quizá para mayores de 12 años
La película es divertida y emotiva, pero el tema es serio. Cuando decimos "película familiar" pensamos en que puedan ir niños de 7 u 9 años, pero es posible que la mayoría de los niños de estas edades no entiendan de qué va el asunto y se aburran, porque tampoco hay muchas cosas divertidas para ellos. No hay humor tonto o infantil. Quizá es mejor recomendarla para adultos y para mayores de 12 años.
Los tres hijos de la familia Diehl lucharán por salvar el matrimonio de sus padres en la película Un regalo para papá y mamá. Pero ¿y los adultos? ¿Luchan ellos como deberían?
Dos escenas para matizar
La película es recomendable, profamilia y promatrimonio, pero hay dos escenas que algunos espectadores pueden encontrar problemáticas, sobre todo con hijos de cierta edad. En una, Jen y Eric hablan de ir a casa a "dormir la siesta". Poco después los vemos poco vestidos en la cama, acaramelados, jadeantes y hablando de su "magnífica siesta". Es una evidente alusión sexual que entiende cualquiera de cierta edad. Los cristianos adultos entienden que las relaciones sexuales, por supuesto, existen en el matrimonio para tener hijos y también para unir al esposo y la esposa. Es lo que necesitan Jen y Eric, pero puede ser incómodo para un público adolescente o pre-adolescente.
La otra escena que requerirá diálogo familiar es la de la hija mayor, de 16 años, que niega tener interés en cierto chico pero que lo tiene de novio secreto. Él le presenta "una caja de estos para la fiesta de esta noche", mostrándole una caja de preservativos (sin mencionar la palabra). Los espectadores más pequeños no se darán cuenta, los adolescentes sí.
Luego ella aplazará sus insinuaciones por la crisis que ve en casa, y él se va con la primera chica que encuentra. La película enseña, por lo tanto, que los chicos con cajas de preservativos y que no saben esperar no son buenos. Pero los padres espectadores deben estar avisados para tratar el tema en familia.
Sin rasgos woke, contra los eufemismos
Más allá de estos avisos, asombra la firmeza de esta película en pleno 2024. No hay ningún guiño woke, LGTB ni nada parecido. La "inclusividad" es la buena: ¡has de incluir a tus hijos en tus decisiones familiares graves, especialmente si tienen necesidades especiales -el menor, Taylor, es especial en varios sentidos-, especialmente si la decisión es romper la familia!
Por supuesto, Jen y Eric, como tantos hoy en día, usan eufemismos y mentiras. "Decidimos que necesitamos un cambio", dicen. Pero los niños enseguida dicen la verdad: "os vais a divorciar, es para siempre".
Amigos y psicólogos llevan a la ruptura, nadie defiende el amor
Ella le pregunta dónde se piensa quedar él. Eric dice que no lo sabe, pero en realidad, empujado por un amigo divorciado varias veces, está adquiriendo un lujoso "piso de soltero". Tanto el amigo como el vendedor insisten en que es un sitio para llevar novias, aunque él no tiene ninguna ni le apetece. Por su lado, Jen tiene un alumno en su gimnasio que es guapo, abogado dispuesto a divorciarla rápido, y que va a por ella.
Por lo tanto, ambos están rodeados de "amigos" que les impulsan a romper.
No hay abuelos en esta historia y nadie les habla a favor del matrimonio. Ni siquiera el psiquiatra, un inútil que solo piensa en sus plantas, y que no les anima a luchar por su relación.
La denuncia es clara: toda la sociedad conspira para favorecer las rupturas. El lenguaje y sus mentiras lo refuerzan, hablan de "volver a ser solteros", algo completamente falso y engañoso: lo que van a ser es divorciados, arrastrando sus heridas y sus hijos.
El efecto nefasto es intergeneracional: Emma, la hija mayor, llega al convencimiento de que "el amor no dura". Igual que su novio se va con cualquiera, también sus padres parecen dispuestos a ello.
No hay un destino escrito: ¡lucha!
Taylor, el hijo pequeño, se lanza a la acción con la magia del reloj del tiempo. Pronto verá que necesita la ayuda de sus hermanos. Con ingenio y perseverancia, probarán muchas cosas. Es lo que han pensado millones de hijos del divorcio: "si nosotros hubiéramos podido hacer tal o cual cosa, ser perfectos, nuestros padres quizá seguirían juntos". Por supuesto, la culpa del divorcio es de los adultos (no solo de los padres) pero esa idea resuena en la decisión de los tres hermanos: "mamá y papá se separarán si no lo hacemos todo a la perfección". ¡Están dispuestos a esforzarse por la familia! ¿Y sus padres?
Una y otra vez, en la mesa familiar de los Diehl, salen los eufemismos y las mentiras para rebajar el divorcio... y los niños lo denuncian.
Una frase de Macbeth inspira a Emma: "Cambia tu camino". Más allá del destino y las supuestas maldiciones que afirman las brujas, es posible luchar.
Prueba muchas cosas, pero el público se da cuenta de que los fracasos llegan sobre todo por dos causas:
1) Los móviles dan demasiada información, hacen demasiado fácil la ruptura, la escapatoria, la doble vida... son un factor más en la cultura del divorcio fácil;
2) hay otros esperando ahí, otros candidatos, otras parejas, aunque sea apenas hipotéticas; la mera sombra de un tercero basta para bloquear el esfuerzo de reconciliación o sanación.
No basta el romanticismo: se requiere conciencia de familia
Los niños prueban de todo, sobre todo apelando al romanticismo, a volver a generar la chispa amorosa entre sus padres, algo que cualquier terapeuta aprobaría. Pero no basta. Finalmente, intentan sincerarse, con sus dones naturales, sin magia temporal.
Lo que la película enseña es que apostar por los hijos, apostar por la familia entera, apostar por algo grande, saliendo de uno mismo y sus sentimientos, es lo que salva la relación. Es decir, la madurez, un punto de generosidad, de negarse a uno mismo: y de ahí, brota el proyecto común.
No es lo que estamos acostumbrados a ver en las películas románticas, donde el "niéguese a sí mismo y tome su cruz" nunca se predica hoy.
La película es divertida, ingeniosa y a los adultos casados (y quizá a otros) les emocionará de verdad al final.
Es una de las ofertas más sanas en nuestras pantallas, un tipo de película que pensábamos que nadie se atrevía a hacer.
Citaremos a los autores de su mérito: su director es el alemán Christian Ditter (autor de Vicky el vikingo y el martillo de Thor) y su astuto guionista es Jay Martel, con varios premios Emmy y Peabody. En cuanto a los actores, tanto adultos como niños, están todos muy bien, con mención especial para las chicas, Isla Fischer como la madre y Shay Rudolph como la hija mayor.