Los ambientes culturales de Europa celebran el bicentenario de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Es conocidísimo el cuarto movimiento de la 'Oda a la Alegría', himno oficial de la Unión Europea desde 1985. De hecho, es oficialmente reconocido como "patrimonio cultural global". Sus partituras suelen exhibirse, como en una gira, en distintos conservatorios, pasando de uno a otro.

En España, el cantante de rock Miguel Ríos la popularizó con una letra en español muy cantable.

Se estrenó hace 200 años, el 7 de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater de Viena. El propio compositor ya era sordo en el momento de su estreno, no podía oír los aplausos del público. Era la primera vez que una sinfonía (el gran género instrumental de la época) incorporaba coros.

Como parte de los festejos, la partitura original se expone hasta el 25 de agosto en la Biblioteca Estatal de Berlín. Aumentan las visitas a la casa de veraneo del compositor en Baden bei Wien, Austria, donde escribió la obra. Hoy es su casa museo y ofrece una exhibición especial titulada «The Path of the Ninth - from Baden to the World» ("El camino hacia la Novena: de Baden al mundo") que estará abierta hasta el 3 de noviembre de 2024.

Pero hay otra obra importante de Beethoven que también está de bicentenario, se estrenó un mes antes muy lejos de Viena, en San Petersburgo: su Missa Solemnis, en una representación organizada por el príncipe ruso Galitsin (un noble mecenas de Beethoven). De hecho, el mismo 7 de mayo de 1824, el propio Beethoven dirigió en Viena una interpretación de parte de la misa (sólo el Kyrie, el Credo y Agnus Dei).

Así, el bicentenario es de dos obras, la sinfonía y la misa (que él consideraba una de sus obras cumbre), y ambas deberían ser recordadas.

La fe de Beethoven

Beethoven nació en una familia católica, y creció en la época que dio paso del clasicismo al rebelde romanticismo, del que sería su gran exponente. No iba a misa, a veces criticaba la religión organizada, y en sus textos no parecía muy interesado en la figura de Jesucristo. En cambio, sí le interesaba Dios, buscaba entenderlo o mantener el trato con Él, y murió como católico.

Cuando se convirtió en tutor de su sobrino Karl, se aseguró de que el joven recibiese regularmente los sacramentos. Y la vida moral del compositor fue ordenada, sin escándalos ni embriagueces, e incluso algunos autores lo consideran casi un puritano.

Michael de Sapio, escritor norteamericano sobre música clásica, señala que "aunque es cierto que algunas de sus piezas corales (como la Novena Sinfonía) sugieren la religiosidad deísta de la Ilustración, también escribió obras que pertenecen firmemente a la tradición cristiana y católica ortodoxa". Así, enumera el oratorio Cristo en el Monte de los Olivos (1803), "la esplendorosa Misa en Do mayor, una obra de consuelo y esperanza" (en 1807), y la Missa Solemnis de 1824, considerada por Beethoven como “la coronación de mi vida de trabajo”.

Beethoven y la partitura de la 9 Sinfonía, se celebra el bicentenario de esta obra y de su Missa Solemnis.

Tres años después de la Novena Sinfonía, en marzo de 1827, golpeado por varias enfermedades, se preparó para la muerte. Siguiendo la sugerencia de su médico, Beethoven aceptó que un sacerdote le administrase la extremaunción. Al recibirla, dijo: “¡Gracias, señor espiritual! ¡Me ha aliviado!” El sacerdote permitió para Beethoven un entierro católico y una misa solemne de réquiem, así que se le consideró plenamente reconciliado con la Iglesia.

Un artista que se sentía cerca de Dios

Sobre la fe de Beethoven ha escrito el compositor y director de orquesta James MacMillan, él mismo un retornado a la fe, nieto de minero y antiguo militante en las Juventudes Comunistas británicas (se declara "muy avergonzado" de ello).

Como es indudable que las misas compuestas por Beethoven tienen una espiritualidad sincera, hay autores que tratan de achacarlo a un "espíritu general de la época", no a una opción real vivida por el artista, al que quieren presentar como tibio. MacMillan lo refuta con textos.

"¿Sería ese mismo 'Beethoven descatolicizado' el que escribió en su Testamento de Heiligenstadt: “Dios todopoderoso, miras lo más íntimo de mi alma y mi corazón y sabes que está lleno de amor por la humanidad y de deseo de hacer el bien?” ¿O de quién su amigo más cercano, Anton Schindler, insistió en que “toda su vida es prueba de que era verdaderamente religioso de corazón”? El mismo Beethoven 'poco religioso' que le escribió a un amigo: “Debo vivir solo. Sin embargo, sé que Dios está más cerca de mí que los demás. Voy sin miedo a él: ¿lo he reconocido y comprendido constantemente?” ¿O le escribió al Gran Duque Rodolfo: “No existe nada más elevado que acercarse a Dios y extender Su gloria entre la humanidad?”

McMillan denuncia así que es "ese mismo mundo moderno y posmoderno el que ha estado involucrado en un curioso intento de descatolicizar a Beethoven, incluso en sus obras más religiosas como la Missa Solemnis".

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