Las élites globalistas están sometiendo a los pueblos gracias a su poder financiero y al control absoluto sobre los grandes medios y canales de información. El objetivo último es ideológico y esencialmente anticristiano. El historiador y analista político Fernando Paz da la voz de alarma en un libro que busca, ante todo, concienciar de esta situación mostrándola al lector con un impresionante acopio de documentación.
Se trata de ¡Despierta! (La Esfera de los Libros), un análisis coherente e ilustrativo sobre lo que ha sucedido en el mundo, y con especial énfasis en España, en el último año y medio.
-De un gobierno mundial se viene hablando desde hace mucho, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. Lo que vivimos ahora, ¿es un acelerón o un proceso distinto con actores nuevos?
-En parte es un acelerón a un proceso en marcha, aunque ciertamente presenta caracteres muy novedosos. Como proyecto, el globalismo no es algo nuevo, aunque su ejecución sí lo es. No cabe duda de que se trata de la que quizá sea la última consecuencia directa del desenlace de la Segunda Guerra Mundial. En último análisis, el esquema que pretenden imponer los globalistas al conjunto del mundo es semejante al que las potencias anglosajonas han venido practicando históricamente con sus propios pueblos.
»Aunque las fuerzas que han desencadenado este proceso llevaban tiempo presionando (tanto desde los organismos políticos como desde los comerciales, la industria farmacéutica o la OMS), todo esto se ha precipitado en los últimos tiempos.
-¿Qué ha cambiado para que haya producido esa aceleración?
-Qué es lo que ha cambiado con respecto a la situación anterior no es fácil de contestar, porque estamos inmersos en pleno proceso, y carecemos de perspectiva. Pero no está de más señalar que el periodo que media entre la Segunda Guerra Mundial y el momento actual debe de ser dividido, al menos, en dos grandes partes, separadas por la caída del muro de Berlín.
»Desde que se produjo el desmantelamiento del bloque comunista, Occidente se ha precipitado en el abismo. Al principio, inadvertidamente; pero, poco a poco, el proceso se ha acelerado, y la degradación de nuestra parte de mundo –que ya no está precisada de exhibir superioridad moral alguna sobre el enemigo– parece imparable y, desde luego, es algo más que coyuntural.
-¿No hay marcha atrás?
-Lo que ha sucedido en este tiempo es que esa degradación ha alcanzado todos los ámbitos de nuestra sociedad. La población, en gran parte privada de los referentes sociales, culturales y morales de sus antepasados, es presa fácil de los poderosos; una sociedad atomizada, fragmentada, desorientada, carece de posibilidades de resistencia frente al poder.
»La pérdida de identidad que hemos venido padeciendo prologará la de la libertad. Sus primeros efectos los estamos padeciendo ahora: pronto se harán notar de un modo mucho más aparatoso.
-¿Qué papel corresponde a la pandemia en este proceso?
-La pandemia ha sido, sin duda, crucial. Podría haber acaecido un año antes o dos años más tarde; pero habría sucedido igualmente. Antiguos dirigentes de la OMS han revelado que las farmacéuticas llevaban presionando desde hacía una década para que Tedros Adhanom declarase una pandemia mundial.
»Hasta hace unos meses eso era difícil, porque la OMS estaba constituida y financiada por los estados que componen la Asamblea Mundial de la Salud, y los “filántropos” solo eran auxiliares de las políticas que aquellos determinaban; pero ahora la situación ha dado la vuelta, y son los actores privados quienes dirigen la organización y disponen a los estados al servicio de sus intereses. De modo que les ha sido fácil que la OMS siguiera sus dictados.
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»La pandemia –que no lo es más que desde un punto de vista estrictamente formal– ha sido la excusa para poner en marcha una serie de procesos. Procesos que tienen unos objetivos claros, perseguidos desde hace tiempo por la élite mundial, pero que esta no encontraba el modo de imponer. Algo que reconoció Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados ante toda España en abril de 2020.
»Sin la pandemia, la brutal restricción de libertades desembocada en el “pasaporte covid” habría sido, con toda probabilidad, imposible. A nadie se le oculta que la pandemia ha proporcionado la cobertura perfecta para inocular un miedo universal a nuestras sociedades; ese miedo es lo que facultado dichas restricciones. Y así, la población ha aceptado una situación que en otro caso hubiese juzgado insoportable por la única razón de que cree estar salvando la vida.
-Científicos y técnicos parecen ahora a la cabeza de esta estrategia de dominación. ¿O también ellos son siervos de algo que les supera?
-Hay de todo; pero, en general, no son más que engranajes de una maquinaria que otros hacen funcionar.
»Pensemos en los médicos; sin duda, muchos creen de buena fe en lo que están haciendo; pero otros, en cambio, tienen perfecta conciencia de que muchas de las cosas que suceden son altamente discutibles. Y aún así, no se les ocurre protestar. ¿Por qué?
»Las razones son variadas. En algunos casos, como en el de esos médicos que se abren paso a codazos por los platós de televisión, por algo tan humano como la vanidad. En otros, por simple miedo: nadie se atreve a contrariar a los colegios oficiales de médicos. Es mucho lo que hay en juego, y estos no se andan con bromas. Solo en 2018, las farmacéuticas entregaron 600 millones de euros a los médicos, y en años anteriores las cantidades fueron bastante semejantes. Aquellos que no sean disuadidos por los beneficios obtenidos de las farmacéuticas, lo serán ante la amenaza que supone la pérdida de la colegiación: el no poder ejercer. Como escribió Benavente, no crees afectos, crea intereses.
-Y sí nadie se rebela...
-Una minoría sí levanta la voz, con cautela, y manifiesta sus dudas. Pero quienes la componen, naturalmente, no suelen aparecer en los medios de comunicación.
»En general, los científicos y técnicos no se cuestionan cuáles son los fines a los que sirven. Por otro lado, la presión social es tan enorme que es muy difícil discernir qué es verdad y qué no lo es. A lo largo de estos meses, los medios de comunicación y las autoridades han dicho una cosa y su contraria, sucesivamente, y todo ello bajo el manto de la “ciencia". Cuando decían “blanco” era la ciencia y cuando decían “negro”, también. En un caso y en el otro esos científicos y técnicos continúan sirviendo al poder, sin inmutarse.
-Ha mencionado antes unos benaventianos intereses creados. ¿De quién?
-Los intereses que mantienen la farsa son muy poderosos. Consideremos lo siguiente: hoy, en una España cuyo tejido económico va tomando con celeridad el aspecto de un despojo, los fondos buitre se han convertido en actores principales.
»Concretamente el fondo Blackrock es el principal inversor en la Bolsa de Madrid. Está presente en 21 de los 35 del IBEX, en los cinco principales bancos del país (Caixabank, Santander y BBVA entre ellos), en Prisa, Atresmedia y Mediaset (los tres principales grupos mediáticos de España) y...es accionista mayoritario de Pfizer (junto con su accionista Vanguard Group supera el 15%). Además, es uno de los principales accionistas de Astrazeneca y de Moderna. Blackrock está asociado al Partido Demócrata norteamericano y es más poderoso que cualquier potencia mundial con la parcial exclusión de EEUU y China.
Blackrock, el mayor fondo de inversión del mundo, con presencia decisiva en medios de comunicación y farmacéuticas y contactos muy estrechos con el Partido Demócrata estadounidense.
»¿A alguien le extraña que los medios de comunicación se hayan lanzado a una feroz campaña contra la disidencia, deformando las llamadas a la prudencia y a la sensatez como “negacionismo”? Han convertido la disidencia en algo grotesco, asociándolo a las expresiones más “terraplanistas” –ciertamente una parte de la disidencia sostiene posturas verdaderamente ridículas e irracionales– para desacreditar toda oposición al poder.
»Los dueños de las farmacéuticas, de los bancos y de los medios son los mismos. Y su poder es, claro, abrumador.
-Para estas élites ¿se trata solo de poder o dinero o hay otros objetivos? ¿Cuáles?
-El dinero no es, desde luego, el objetivo. Los miembros de la élite disponen de él en abundancia; no es eso lo que les mueve.
»El poder es ya otra cosa. Es el verdadero afrodisíaco. La sensación de poder, el sometimiento del prójimo –¡de la humanidad!– es embriagadora. Eso no lo paga todo el dinero del mundo, y probablemente no lo conseguirían a base de dinero.
»Pero no es solo el poder: las élites tienen un objetivo ideológico. No son en absoluto nihilistas, como algunos piensan, sino creyentes hasta el fanatismo. Unos fanáticos considerablemente cínicos, si se quiere, pero fanáticos al cabo.
-¿Con qué metas?
-Sus objetivos pueden situarse en dos planos distintos: uno a corto plazo y otro a más largo plazo.
»Dominados por una visión neomalthusiana, su propósito es el de disminuir la población mundial, un objetivo en parte relacionado con la necesidad de retener el poder. A través de la ingeniería social, las élites están ejecutando una verdadera revolución antropológica, en la que la ideología de género juega un papel esencial. Quieren eliminar la libertad y la identidad de los pueblos, de las personas, como paso previo a través de la supresión de los estados nación.
»Una vez coronado el plan globalista, los seres humanos habrán perdido su libertad (cediéndola voluntariamente por miedo a perder la vida, la salud, la seguridad, o todo junto) y su identidad. Para construir el ser transhumano –el cyborg– hay que deconstruir primero al ser humano: ese es el papel de la ideología de género, de la que forma parte la transexualidad. El ser humano está siendo deconstruido a gran velocidad: una vez negada toda identidad natural, basta la voluntad para “auto-construirle”.
»No es casualidad que muchos altos directivos de las big tech se cuenten entre los teóricos del transhumanismo. No estamos, pues, ante una broma, o ante un mero disparate sin consecuencias; las está teniendo, y las tendrá aún peores en un futuro muy próximo.
-¿Y cómo encaja la Agenda 2030 en esa estrategia ideológica?
-El objetivo de la Agenda 2030 es el del control de la población para conseguir construir una sociedad al estilo chino: porque el modelo es China. Aunque los medios a emplear sean diferentes, claro.
»El Foro de Davos comienza por decirnos que para la fecha de la Agenda no poseeremos nada, pero que seremos felices. A partir de ahí, todo lo demás está expuesto en un lenguaje atractivo, que refleja unos conceptos difíciles de contradecir: igualdad, fin de la pobreza, un mundo más limpio... Es el programa de la élite en términos políticos, que tampoco es que esconda en exceso sus propósitos. Por ejemplo, anuncia el fin del consumo de carne, de la ganadería, de los viajes en avión, del vehículo privado…
-Una distopía...
-La Agenda 2030 es el modo en que nos vamos a convertir en China; no a través de las resoluciones del Partido Comunista, o de cualquier otro partido único, sino seducidos por propuestas amables –buenistas– de un futuro inclusivo, equilibrado, armónico. En China es el Comité Central el que decide por todos; en Occidente, los gobiernos hace tiempo que se han convertido en simples correas de transmisión de las decisiones que los poderosos del mundo adoptan y que hacen cumplir a través de su dominio de las grandes instituciones globalistas y de los medios de comunicación.
»Proclama grandes principios, pero más allá de las palabras está claro cómo se van a alcanzar esos objetivos. En España vamos a asistir a la creación de una sociedad subvencionada en la que cada vez haya menos gente trabajando –y en condiciones más precarias– con el fin esencial de controlar a la población: una argentinización del país.
»Las utopías de transformación antropológica han sido, siempre, el prólogo a la esclavización de los seres humanos. La Agenda 2030 es la visión de un mundo feliz que ha de servir de coartada para el sometimiento de la humanidad.
-¿Qué papel tiene asignado la Iglesia en el Nuevo Orden Mundial?
-Subordinado y de colaboración; en la Iglesia hay quien cree que esa colaboración le va a valer el perdón de un mundo que la odia. Incluso si lo consiguiese, solo sería a costa de su desaparición real.
El camino sinodal alemán es un claro ejemplo contemporáneo de la descomposición de la Iglesia por sus propios enemigos internos.
»Desde el punto de vista histórico, la pérdida de influencia de la Iglesia en Occidente que se viene operando en los últimos decenios (e incluso siglos) constituye un fenómeno sobrecogedor. E irá a más.
»Lo cierto es que otras religiones se expanden y crecen por todo el mundo mientras la cristiana se desvanece. Lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo (es una de las características de la Edad Contemporánea) pero, de manera muy acusada, desde el Concilio Vaticano II. Esto es innegable, júzguese como se quiera el concilio. No entro ahora en eso; solo anoto y analizo un hecho histórico.
-¿Qué pretende el Nuevo Orden Mundial con el sometimiento de la Iglesia?
-De la Iglesia el mundo espera, en el fondo, que renuncie a Jesucristo. Es decir, que renuncie a ser depositaria de una doctrina y una tradición que aseguran que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y que nadie llega al Padre si no es través de Él. Que asuma el cosmopolitismo (impostura secularista del universalismo cristiano) y que pastoree a la grey católica hacia la aceptación de la ideología globalista o, al menos, a la no beligerancia contra esta y sus dogmas; ideología de género, migraciones, abortismo, feminismo, etc... neutralizando a los católicos más opuestos al designio de las élites globalistas.
-¿Qué líneas de resistencia deben trabajar los cristianos para evitar ser absorbidos por el Nuevo Orden Mundial?
-Lo primero es conseguir que la Iglesia al menos sobreviva para mantener viva la llama de la fe transmitida durante siglos. Y que resista la tentación, sin duda fuerte, de asimilarse al mundo.
»Una dura batalla que yo no diría que se está ganando, precisamente, en estos tiempos, pues hay quien desde dentro está minando la institución. Y no son pocos ni están mal situados. Hace casi 150 años San John Henry Newman daba gracias de vivir una época en la que los enemigos de la Iglesia –siendo muchos– estaban todos fuera; porque, añadía, llegaría el día que estuvieran, sobre todo, dentro. Ese día ha llegado.
-¿Qué hacer, entonces?
-Mi opinión es que los cristianos deben agruparse en torno a la tradición, en torno a dos milenios de certezas. Esta tribulación por la que ahora atravesamos puede servir para simplificar la fe. Aunque la prueba sea dura, porque las voces que le llegan a un católico de filas son ciertamente confusas.
»Por otro lado, yo no descartaría una interpretación escatológica de lo que está sucediendo. Interpretado en esa clave, el tiempo que vivimos cobra mucho más sentido.
-Cuando se agote el recurso a la pandemia, ¿cuáles serán los siguientes pasos del mundialismo?
-Sin ninguna duda, lo que nos espera es otra ofensiva del globalismo, a partir de ahora en torno al cambio climático. En cierto modo, todo lo que ha sucedido en el último año y medio ha sido un entrenamiento, una especie de “gimnasia revolucionaria” para lo que está por venir.
»Se nos ha dicho repetidas veces que la antigua normalidad ya no va a volver. Que el mundo nunca volverá a ser lo que fue. Lo creo.
»La lucha contra el cambio climático –secundada desde las más altas instancias de la Iglesia– será la gran coartada en los próximos años para destruir la identidad y la libertad en Occidente. El cambio climático se convertirá –ya lo está haciendo– en la justificación para la adopción de las más lesivas medidas contra nuestra civilización.
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