Los grandes protagonistas en esta ocasión son San Pablo (interpretado por James Faulkner, el padre de Samwell en "Juego de Tronos"), San Lucas (Jim Caviezel, Cristo en "La Pasión"), el matrimonio de líderes cristianos formado por Aquila y Priscila (John Lynch y Joanne Whalley) y el pagano gobernador de la cárcel, Mauricio Gallas (Olivier Martinez).
Se trata de una película emocionante que invita a la oración y a la relectura. Es muy lírica, con muchos textos del mismo San Pablo. Hay también comparaciones y metáforas hermosas creadas por el mismo director y guionista.
El encapuchado se gira, nos mira; es Lucas, con el rostro de Cristo (Caviezel); pero ¿no son todos los cristianos perseguidos, todos los santos, otro Cristo?
Se describe la persecución a los cristianos, con crudeza (en los leones, o quemados en las calles) pero sin casquería. Hay tensión escondiéndose de los perseguidores, esperando las ejecuciones, pero también fe y consuelo.
No hay nada que no pueda ver un espectador adolescente, aunque es una película tranquila, con tan solo una escena de acción, y la mayoría de adolescentes se aburrirán: es para un público adulto, que se sobrecoge con las decisiones desgarradoras y los sufrimientos de los protagonistas.
La película nos hace crecer en nuestra cercanía a un protagonista colectivo, la Iglesia. Ya avanzada la película, cuando los cristianos ya son para nosotros amigos y hermanos, los vemos en dos actos de culto. Hay una misa íntima, casi imperceptible, mínima, en la celda, de Pablo y Lucas, no tan distinta a la que han vivido otros sacerdotes en prisiones de nuestros días. Y, sobre todo, hay un poderoso Padrenuestro coral hacia el final: no pasa nada en esa oración, excepto que lo transforma todo y nos une a todos los que la pronunciemos.
No solo los cristianos sufren, también el gobernador de la prisión, Mauricio. Su hija está enferma y los dioses, pese a recibir un culto de sangre y solemnidad, no la curan. Su familia se resquebraja. Su poder, su espada, es inútil.
"Los cristianos siempre estáis hablando de la verdad", se mofa, despectivo, el pagano poderoso Mauritius Gallas
Orgulloso, soberbio, habla con Pablo, lo interroga y lo hace azotar. Él es otro Pilatos, así como Pablo - y cualquier mártir- es otro Cristo.
Mauricio une en sí la ceguera del poder, del engranaje del sistema deshumanizante, con la vanidad del privilegiado y las inseguridades de la vida familiar y la mortalidad. Da voz a los escépticos del pasado y a los de hoy; también a los que buscan en la "new age" y el viejo ritualismo pseudomágico.
Por su parte, los cristianos se ocultan y debaten si deben huir la ciudad. "No podemos huir, ¿quién cuidará a los huérfanos y enfermos en Roma? Los paganos, a los niños los descartan, los matan al nacer o los entregan a la prostitución", dicen algunos.
Hyatt explicó a ReL que quería dejar claro lo novedosa que era la caridad cristiana en la sociedad romana, satisfecha de ser cruel con los débiles. Hablar de la prostitución infantil y el uso de la palabra "descartar" parece remitir al Papa Francisco y actualizar la crítica a nuestros días: ¿o es que, fuera de los cristianos, abundan los que cuidan a los descartados de hoy?
Y, en cuanto a la quema de cristianos como antorchas, que en teleseries de los 80 como "Anno Domini" sonaban a arqueología antigua, ¿no resuenan distinto hoy, cuando Daesh quema prisioneros jordanos en jaulas y con gasolina, en escenografías ante las cámaras?
Hyatt opina que no hay muchas películas sobre la vida de Pablo porque es "sumamente ajetreada y extensa, es como si hubiera vivido 100 vidas". Él intentó escribir una especie de ensayo sobre Pablo y su vida y llenó 150 páginas.
El mismo San Pablo hace un resumen en 2Corintios: "Cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; peligros en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos".
Hay que centrarse en un punto y una época. Si en "Llena de Gracia" María veía llegar su hora y contaba cosas a los Apóstoles, también aquí Pablo, encarcelado y condenado a muerte por Nerón, ve que le queda poco tiempo y habla con Lucas. Lucas ha sido su compañero de viajes y su médico durante muchos años: él le ha cuidado azotes y heridas en el pasado, y vuelve a hacerlo. Su relación de amistad, complicidad, es muy especial y atrapa al lector.
También nos atrapan las dudas e incertezas de Lucas, que desconciertan al espectador que aún asocia a Caviezel con el Cristo de Mel Gibson. Si él, con esa mirada, con ese rostro, titubea, ¿qué será de nosotros?
El matrimonio de Aquila y Priscila es otro de los gozos de la película. Se aman y aman al pueblo que pastorean, aunque son judíos de origen, no romanos. Tienen que tomar decisiones y mostrar entereza en la tribulación, convocar al perdón frente a la venganza y recordar a todos a Cristo, su ejemplo y enseñanza, sin haberlo conocido en persona. A Priscila (Joanne Whalley) muchos la recordarán por su papel como la guapa princesa-guerrera Sorsha en Willow. Allí pasaba de ser perseguidora de un bebé a madre protectora y esposa: una metáfora del paso de la Roma pagana a la cristiana. En ambos casos es una mujer fuerte y resolutiva. En ambientación bíblica la vimos en la teleserie AD la Biblia Continúa, interpretando a la mujer de Pilato.
La inglesa Joanne Whalley como Priscila (en la izquierda); en la derecha, cuando saltó a la fama como Sorsha, en Willow (1988)
El montaje es bueno, la ambientación también: fue rodada en Malta, lugar que Pablo visitó, aunque en la película ni la mencionan. El vestuario es adecuado, obra de Luciano Capozzi, que es también quien ha vestido a los personajes en AD la Biblia Continúa.
Quien haya visto "El Árbol de la Vida" de Terrence Malick encontrará similitudes con "Pablo, el Apóstol de Cristo", sobre todo su tratamiento de la naturaleza (esas manos que acarician la hierba) y su visión del mundo venidero.
Luchamos por nuestras familias, por mejorar el mundo, por plantar cara al mal, pero al final "nuestro reino no es de este mundo" y es en el otro donde se recibe la corona celestial, en brazos del Amigo que no falla.
Esta película envejecerá bien, como el buen vino, y ayudará a meditar y rezar a muchas personas.