Pincha aquí para adquirir ahora Pijama para dos.
Una década es un buen momento para hacer repaso...
-Alfonso: Nos complicó la vida, nos dió trabajo pero, a la vez, nos vino muy bien porque empezamos a viajar por toda España, y eran unas escapadas divertidas y estimulantes. Hemos hecho giras por universidades, colegios, foros juveniles, grupos de matrimonios de toda España; comprobamos el interés que despertaban temas como la comunicación entre hombre y mujer, cómo distinguir entre amor y enamoramiento, las relaciones sexuales, los celos, el papel de la mujer, la educación de los hijos, etc. Pusimos en marcha una web con la que mantenemos un contacto fluido con parejas o con gente que busca novio/novia que nos cuenta su caso particular, nos hace consultas o nos aporta ideas.
-Teresa: Hemos conocido a gente estupenda, que nos ha planteado problemas concretos de relaciones de pareja. Y eso es muy de agradecer porque nos ayudan a matizar, nos hacen caer en la cuenta de aspectos que no habíamos contemplado, etc. Todo esto nos sirvió de guión para un segundo libro: Manzana para dos, otra aproximación al matrimonio, desde el punto de vista del diablo.
Alfonso y Teresa, durante una conferencia en Barcelona en 2015.
-Alfonso: Así es. Nosotros sostenemos que cualquiera -incluso sin fe- puede entender la grandeza y la belleza del matrimonio natural. Pero la fe ayuda mucho porque, objetivamente, la convivencia no es fácil y es preciso tener a raya al egoísmo y al orgullo si uno quiere alcanzar la unidad conyugal. En Manzana para dos lo abordamos desde ese ángulo, con un enfoque más teológico, aunque con un estilo divertido.
-Teresa: Es que el matrimonio natural y la trascendencia van unidas, porque el autor del invento es Dios. Cuando Dios crea al hombre a su imagen y semejanza no crea a un ser solitario, sino a una familia. Porque Dios también es una familia: la Santísima Trinidad. Una comunión de amor. Y el matrimonio no es sino el reflejo de la Trinidad.
-Teresa: No es un truco poético para consolarnos, sino una realidad. Y da sentido a la aventura matrimonial. Porque ¿qué aliciente humano puede tener formar una familia y traer hijos a un mundo hostil? ¿Qué aliciente tiene una vida marcada por la incertidumbre, el dolor y la muerte? Sin una creencia en la vida perdurable, encarar la vida terrena de forma desinteresada es de masocas. Yo, desde luego, no lo soy: si he formado una familia con Alfonso y hemos tenido siete hijos es porque creemos que esta vida pide otra, que las siete criaturas tienen un destino eterno, y que esa fe en Dios y en que la muerte no es el final te da arrestos para acometer tamaña empresa. La fe y, hablo de mi caso, el entusiasmo por mi marido.
-Alfonso: Que el 95% del éxito del matrimonio depende del noviazgo. Y si muchos fracasan es porque no se lo tomaron en serio y no aprovecharon ese tiempo precioso para prepararse. Lo hemos podido comprobar en casos reales que nos han contado. La gente invierte en hacer una carrera, se saca siete masters y hace grandes sacrificios para conseguir un trabajo, y sin embargo se lanza al matrimonio con alegre inconsciencia, fiada sólo en la suerte (como si asunto tan serio no dependiera de la libertad y la responsabilidad de los contrayentes). Y al revés, las que más compenetradas estaban eran las parejas que, de novios, se molestaron por hacer una elección adecuada, aprovecharon para conocer bien al otro y para comprobar si había sintonía, no sólo en los caracteres, sino sobre todo en la forma de ver la vida (compartir la misma fe, hijos, educación etc.)
-Teresa: Hemos detectado que la mujer ha dejado de llevar las riendas en el noviazgo, que se valora menos que antes frente al varón y eso explica que ya no sea tratada como una princesa. Es llamativa la baja autoestima de muchas jovencitas que piensan que cuanto más ceden más seguro tiene al varón. Cuando es exactamente al revés: cuanto más exigente sea más atractiva se vuelve a los ojos del chico.
-Alfonso: Exclusivamente el título, porque nos parecía sexy. Y ni siquiera es el título original de la película (Lover come back), Pijama para dos fue el título de la versión española. Es una peli cursi.
Doris Day y Rock Hudson en Pijama para dos [Lover come back], de Delbert Mann (1961).
-Alfonso: Comedias de pareja hay otras mucho mejores: Mi esposa favorita (con Cary Grant), El hombre tranquilo, Matrimonio de conveniencia. Cualquiera de ellas daría para jugosos cinefórum sobre el matrimonio. Y nuestros dos libros, como cinéfilos que somos, están llenos de referencias a películas sobre el amor (Espartaco, Tu y yo -con Cary Grant y Deborah Kerr-) o al desamor (La ventana indiscreta, Revolutionary Road o las comedias agridulces de Woody Allen, que reflejan muy bien la actual concepción del amor como un torbellino de emociones y sentimientos ingobernable, del que uno no se hace responsable).
-Teresa: En que casarse ya no compensa, dicho en términos crudos. Han caído las bodas por la Iglesia e incluso las bodas civiles. La gente joven prefiere irse a vivir juntos para ver si la cosa funciona... y naturalmente no funciona, y no funciona porque las arenas movedizas de la atracción sexual o el sentimentalismo no son cimiento para construir nada. Ellas retrasan tanto las nupcias que apenas tienen hijos, y no sólo por su dedicación casi exclusiva al trabajo, sino también porque han renunciado a la monogamia.
-Teresa: Históricamente, en todas las culturas, la mujer firmaba un pacto con el varón: yo te doy sexo, te cuido y te garantizo la perpetuación de la especie, y tú me das seguridad económica y protección. Era lo que podríamos llamar un contrato de especie: en eso consiste el matrimonio natural. La gente se casaba para engendrar y educar hijos. Lo cual requería monogamia y estabilidad. El varón podía tener devaneos pero no rompía el statu quo. Una cosa eran las canas al aire y otra muy distinta ese contrato entre varón y mujer, irrompible e indiscutible, porque sin él no había civilización.
-Teresa: A partir de la revolución sexual del 68, de Freud y del feminismo radical, la mujer comienza a despreciar la monogamia, deja de necesitar la protección del varón –al haberse emancipado económica y socialmente- y ese statu quo se quiebra. El matrimonio se difumina porque ya es rompible, incluso fácilmente rompible, gracias a las leyes divorcistas y en ese contexto, quien sale ganando con las rupturas es la mujer. Ganando económicamente, claro; no anímicamente.
-Alfonso: Correlativamente, tampoco al chico le compensa casarse. Algunos que vienen a nuestros charlas nos lo han dicho: ¡tienen pánico a casarse! Porque el varón lleva la peor parte en caso de divorcio... y el riesgo de divorcio es ahora mucho más alto que hace 30 años.
-Alfonso: Muchos varones en Occidente se hacen la siguiente composición de lugar: Prefiero no casarme porque siendo un single sin ataduras tengo asegurado el sexo sin compromiso y sin las cargas de por vida que supone el matrimonio: sacar una familia adelante y educar a los hijos, si el matrimonio dura; o cargar con la manutención de mujer e hijos, si se rompe. El varón ha dejado de ser el padre, en la familia, para convertirse en semental en las relaciones promiscuas o en matrimonios breves y rotos. Así que echa cuentas y no le compensa.
-Alfonso: Evidentemente, ser una persona sin vínculos es un pasaporte al hastío, el aburrimiento y la infelicidad.
-Teresa: La ideología de género ha sido la puntilla para el matrimonio. Cuando los socialistas impulsaron el matrimonio homosexual en España, Zapatero alegaba que no tenía por qué afectar al matrimonio heterosexual, que el que quería tenía la opción de seguir casándose con personas del sexo contrario.
-Teresa: Eso es una falacia. Si 'matrimonio' a partir de esa ley incluye a parejas del mismo sexo, que no pueden engendrar, el carácter procreativo-educativo ha dejado de definir al matrimonio. Jurídicamente, el matrimonio ya no es la unión de un hombre y una mujer para tener hijos sino el reconocimiento público de un sentimiento entre adultos. Socialmente, todo eso difumina al matrimonio, lo disuelve, ha perdido su razón de ser. Es un ataque en toda regla contra la familia.
-Teresa: Es que reconocer esos daños equivaldría a reconocer el error de las leyes divorcistas, del asedio del Estado contra la familia, o los estragos de una sociedad hedonista que promueve el individualismo y el "sálvese quien pueda".
-Alfonso: No interesa hablar de ello, e incluso se llega a decir que cuando la ruptura es "civilizada" los niños lo llevan bien y terminan aceptando a la novia de papá o al novio de mamá. Cuando la realidad es que la mayor faena que se le puede hacer a un hijo es que los padres no se quieran, que se peleen o que rompan.
-Alfonso: El niño tiene una antena especialmente sensible para captar si sus padres se llevan bien. Tanto en Pijama para dos como en Manzana para dos, decimos que la mejor educación que se les puede dar a los hijos no es una carrera, inglés y equitación sino el cariño entre los padres. Ese es el mejor nutriente para que crezcan como personas y alcancen la madurez afectiva.
-Alfonso: El hedonismo mata al matrimonio. La pornografía y la promiscuidad ponen una venda en el alma e impiden ver más allá de los estrechos límites del goce fugaz. Convierten al adicto en esclavo de su instinto y le imposibilitan para salir de sí mismo y ser capaz de amar.
-Teresa: La buena noticia es que esa cadena no es irrompible. Porque el corazón humano ha sido diseñado para salir de sí mismo y darse a los demás. Digamos que eso es lo natural: el hedonismo es algo artificial que sólo conduce al hastío. Lo decía gráficamente C.S. Lewis: "Deseo creciente, placer decreciente". Pero siempre es posible descubrir el amor (o redescubrirlo), incluso cuando se ha tenido la experiencia de la adicción al porno o la promiscuidad. El verdadero amor puede sanar las heridas infligidas por el hedonismo.
-Alfonso: Claro. En nuestras charlas siempre decimos: que levanten la mano los que no quieran ser felices. No conocemos a nadie que no quiera amar y ser amado.
-Teresa: Ni a chicas que no quieran ser queridas, y no solo deseadas.
-Alfonso: El matrimonio es la vocación más radical y universal del ser humano. Las vocaciones profesionales son parciales porque afectan sólo a una parcela de la persona, pero la vocación de amar y ser amado es aquello para lo que hemos venido a este mundo, y eso afecta a la persona toda.
-Alfonso: Cierto que en esta época parece un ideal inalcanzable. Parece... pero no lo es. La unión matrimonial y la felicidad que depara no es un ideal abstracto, sino un anhelo profundo del corazón, inscrito en el ADN del hombre y de la mujer. Y por eso es mucho más accesible de lo que puede parecer. Es como si alguien dijera que es una quimera que un Boeing 787 pueda cruzar el Atlántico., cuando ha sido diseñado ex profeso para hacer vuelos transoceánicos... Claro, que es preciso saber manejarlo. El matrimonio es una máquina de producir felicidad, pero es menester conocer las leyes del amor y el matrimonio. Y eso es lo que explicamos en nuestros libros y charlas. Mucha gente ha venido luego enormemente agradecida por habérselo hecho ver.
-Teresa: Primera, el matrimonio es la cuna de la Humanidad, desde el minuto uno: Adán y Eva fueron creados para casarse. Mientras haya humanidad habrá matrimonio. Eso explica que la especie humana reincida una y otra vez, y que la felicidad se alcance en pareja y no en solitario, a pesar de la mala prensa que tiene el matrimonio. Segunda, es el lugar en el que el hombre y la mujer se encuentran como pez en el agua.
-Teresa: El truco es la entrega de los dos, rendirse sin poner condiciones, no reservarte nada... y amar hasta los defectos del cónyuge. En ese pack entra todo: el trabajo, el dolor, las contrariedades, incluso las discusiones. Lo bonito del matrimonio es que creces a la vez que el otro, y el amor todo lo metaboliza: la salud, la enfermedad, la pobreza.
-Alfonso: La familia. La familia es el único lugar del mundo donde uno es querido no por sus éxitos o su valía sino por ser quien es... y eso es un oasis en medio de la selva de competitividad que nos rodea. El amor es un regalo, algo que no te mereces, que no puedes comprar. La mujer que has elegido es un regalo inmenso e inmerecido. Y la respuesta es el agradecimiento. Yo no puedo estar más agradecido a Teresa. Sin ella no sé qué sería de mí...