-La visita supone, sin duda, un reconocimiento más de Francisco a la egregia figura de uno de los más grandes santos en la Historia de la Iglesia. Además de llamarse igual que él (el Padre Pío era también Francisco, apellidado Forgione, antes de tomar los hábitos), me contaba el ya fallecido fray Elías Cabodevilla, el mayor forofo del Padre Pío que he conocido, una anécdota inédita del Papa Francisco.
El padre Elías Cabodevilla, fallecido hace pocos años, recorrió el mundo dando a conocer al Padre Pío. En la foto, con una reliquia del santo, uno de los mitones que ocultaban sus manos llagadas. Foto: Gabriel Galíndez / La Razón.
-Sucedió cuando Francisco era el cardenal Jorge Bergoglio, poco antes de ser elegido Romano Pontífice.
-Cierto día llegó a la catedral metropolitana de Buenos Aires una hija espiritual del Padre Pío; portaba una pequeña reliquia de uno de los paños con restos de sangre que envolvieron los estigmas del santo de Pietrelcina. Informado de ello, Bergoglio pidió amablemente a la joven que le dejase besar la reliquia y se retiró con ella unos minutos para orar junto al Santísimo. Al volver, su rostro era todo agradecimiento. “No sabe usted, señorita, la ilusión que me ha hecho rezar junto al Padre Pío… Qué gran santo…”, musitó.
Pincha aquí para adquirir ahora El Santo, de José María Zavala.
-¿Impacto? ¡Desbordante! En tan sólo 48 horas, el Grupo Planeta ha puesto en marcha la segunda edición sin tan siquiera haber empezado la promoción del libro. ¿No es acaso esto un milagro editorial del Padre Pío…?
-A mí, la verdad, no me sorprende en absoluto después de conocer tantas conversiones y curaciones de personas con nombres y apellidos por su poderosa intercesión.
-El impulso lo recibí del propio Padre Pío. Fue él quien me condujo una vez más de la mano hasta San Giovanni Rotondo para presentarme a su hijo espiritual y antiguo monaguillo Giulio Siena, que ha redactado ahora la presentación del libro. Nada más mirarnos a los ojos, Giulio y yo supimos que estábamos hermanados por el Padre Pío.
José María Zavala, con Giulio Siena, quien ha prologado su libro, en los archivos de la Casa Sollievo della Sofferenza.
Cuando quise darme cuenta, me encontré en el despacho del director general de Casa Sollievo della Sofferenza, Domenico Crupi, rodeado de hombres trajeados que me escuchaban con pasmosa atención mientras yo les exponía, vestido con pantalones vaqueros y de forma improvisada, la necesidad de escribir un libro que reflejase también la gran obra del Padre Pío: el Hospital Alivio del Sufrimiento, precisamente.
-Poco después, tenía abiertas de par en par las puertas del increíble Archivo del Hospital. ¿No es este otro milagro del Padre Pío…?
-El Padre Pío quiere mi conversión diaria, que persevere en la oración y en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y la Confesión. Cada vez que no me porto bien con Jesús, percibo sus tirones de orejas para que le pida perdón en el confesionario, donde él pasaba hasta dieciocho horas diarias, volviendo así una y otra vez a empezar.
-Percibo que el Padre Pío aprieta cada vez más a fondo el acelerador de su Ferrari porque sabe que la cuenta atrás ha comenzado para la humanidad y que es necesario salvar el mayor número posible de almas, haciendo honor a su palabra dada: “Daré más guerra muerto que vivo”. Por esta razón ha querido que se publique ahora este segundo libro suyo: ¡anhela, como San Pablo, que cada vez más gentiles le conozcan para acercarlos a Dios!
El santo se difunde con rapidez. Una lectora lo sostiene ante la fachada de la basílica de San Pío de Pietrelcina, en San Giovanni Rotondo.
-El Padre Pío, advertía el Papa Benedicto XV, es uno de esos hombres extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para convertir a las almas. Pablo VI, por su parte, subrayaba que el Padre Pío era “un hombre de oración y sufrimiento”. Y el propio santo de los estigmas nos dice ahora a todos, sin excepción: “Si alguna vez he levantado un alma, puede estar muy tranquila, que no la dejaré caer de nuevo”.
-Hoy en día, en una sociedad que ha renegado de Cristo, debemos pedirle con mayor motivo que nos ayude a serle fieles siempre, como lo fue él hasta el mismo instante de su muerte; y sobre todo, que nos ayude a darle a conocer y amar sin avergonzarnos jamás de Cristo no sea que, como advertía San Juan Pablo II, se avergüence Él de nosotros al final de nuestras vidas… Pidámosle todo aquello que necesitamos: desde la curación de una persona querida, hasta la conversión de otra. Si es la voluntad de Dios, obtendremos lo que le pedimos.
-Al Padre Pío hay que darle la lata. Debemos ser pesados con él, pues él mismo nos dijo que daría más guerra muerto que vivo. Así que… ¡Adelante con él!
-Es un privilegio, la verdad, ser un instrumento del Padre Pío para salvar almas. Jamás pude ni soñarlo. Pero fue él quien me eligió. Yo no sabía de su existencia hasta que irrumpió en mi vida. Y, como decía fray Elías Cabodevilla, cuando el Padre Pío entra en tu vida debes prepararte… para bien, claro.
-Rezar ante el cuerpo santo del Padre Pío, mientras contemplas su rostro de paz infinita, es una experiencia única e indescriptible. El Padre Pío no ha muerto. ¡Vive! Es un santo con una presencia muy palpable. Es un santazo para los tiempos de hoy. ¡Conozco a tantas personas que, como yo, dieron un vuelco a su vida por su bendita intercesión…!
-¡Son ya centenares, que yo sepa…! ¡Y que se preparen muchas más, tras la publicación de este segundo libro!
Pincha aquí para adquirir ahora El Santo.