La obra es por tanto un estudio pormenorizado desde el punto de vista histórico, jurídico y litúrgico del papel propio que los Romanos Pontífices han ejercido en la custodia, ordenación y transmisión de la liturgia en la Iglesia.
El texto viene precedido por un prefacio realizado por el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, que asegura que “el lector encuentra una interesante selección de datos históricos, un competo enchiridion de intervenciones pontificias en materia litúrgica a lo largo de la historia, amén de un oportuno análisis sobre el motivo y las circunstancias de las acciones de los Sucesores de Pedro, llamados a confirmar a sus hermanos en la fe. A través de las diversas intervenciones pontificias, se puede descubrir el profundo sentido del derecho litúrgico y su engarce teológico y pastoral, dejando patente que la liturgia es algo vivo, que necesita ser protegido y acompañado en su crecimiento”.
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El purpurado recuerda la cita del Papa Francisco que recientemente hablaba de que “la liturgia está viva, es vida”. Para Sarah, “no puede ser de otra manera, pues el cristianismo vive a través de la Tradición y la liturgia forma parte de esa Tradición viva y santa; sin olvidar que se trata de una tradición viva, una vida que debe crecer orgánicamente”.
En el prefacio el cardenal agrega que “ninguna fase histórica eclesial puede ser dialécticamente contrapuesta a las otras, sino que, por el contrario, cada fase debe considerarse en relación íntima con los demás”.
En su opinión, la lectura de la obra de Fernando Palacios “deja claro que cada Papa –en su contexto, con su propia sensibilidad y formación- ha sabido descubrir la importancia doctrinal, espiritual y apostólica de la liturgia”.
Sarah insiste igualmente en la claridad que aporta el texto sobre que “los Sumos Pontífices se han preocupado constantemente hasta nuestros días de que la Iglesia de Cristo ofreciese a la Divina Majestad un culto de ‘alabanza y gloria de su nombre’ y ‘para el bien de toda su Santa Iglesia’ y, mientras se recorte la apasionante historia de las intervenciones de los Papas, resulta patente que la Tradición católica no es algo solamente del pasado, fijado de manera inmutable y que no pueda cambiar ni progresar jamás”.
Lea aquí íntegro el Prefacio del cardenal Sarah