Tal vez sin pretenderlo, la serie The Affair, emitida en España a través de Movistar+, hace un homenaje a la unidad de la familia, una realidad social que se pierde a pasos acelerados en todo el mundo occidental. Es la reflexión de un político singular, Mario Adinolfi, en La Croce Quotidiano:
Mario Adinolfi estudió Historia y es periodista y jugador profesional de póker de gran éxito internacional. Se involucró muy joven en política, a través de la Democracia Cristiana, siendo Tony Blair y Bill Clinton sus referentes políticos. Luego ha evolucionado y tras pasar por distintos partidos y ser diputado durante unos meses en 2012-2013 por el Partido Democrático, en 2016 fundó el partido Pueblo de la Familia, con el que todavía no ha obtenido resultados relevantes.
[Atención: este artículo contiene dos párrafos con importantes spoiler. Los marcamos claramente para que quien esté viendo la serie o vaya a verla evite su lectura si lo desea. La lectura de esos párrafos no es imprescindible para captar la idea central que transmite el autor]
Viendo The Affair
Cuando yo nací, en 1971, en Italia vivían solas poco más de dos millones de personas. Cuarenta años después, en 2011, eran más de siete millones. Hoy hay ocho millones y medio: el 40% son viudos, el resto divorciados o no casados. Si destruyes a la familia, el resultado inevitable es un océano de soledad. Señalar la familia natural como un enemigo que hay que derrotar, porque se la considere el símbolo ideológico de un supuesto pensamiento retrógrado y patriarcal, ciertamente ha generado este cambio: los jóvenes no se casan, el índice de natalidad es de 1,2 hijos por mujer (y los hijos, son hijos únicos) y las parejas se dejan por nimiedades, entregándose así a una profunda infelicidad.
En los últimos cinco años se ha emitido en Estados Unidos una serie preciosa titulada The Affair. Hace unos días se emitió el último episodio. La expresión affair, en inglés, se puede traducir como "relación extraconyugal". La historia comienza precisamente cuando un hombre casado con cuatro hijos lo estropea todo al iniciar una relación extraconyugal.
Ruth Wilson ganó en 2014 el Globo de Oro a la mejor actriz por su trabajo en The Affair. También ha protagonizado recientemente Mrs. Wilson, serie a la que dedicó ReL un artículo.
La serie no tiene un enfoque moralista, incluso hay momentos en los que es muy dura: explica con claridad cómo el cansancio puede aflorar en una relación matrimonial, y que es comprensible refugiarse en los brazos de quien te hace sentir de nuevo "vivo". Sin embargo, después aborda con dureza todas las consecuencias de estas decisiones, algunas de las cuales desembocan en tragedia.
[Atención spoiler: sáltate el próximo párrafo, situado entre dos vídeos.]
El final ve la reunificación de la familia original después de multitud de vicisitudes; y se ve al hombre que ha dado origen a todo el caos con su traición recuperar, ya anciano, la serenidad mientras lee un libro delante de la tumba de su mujer, fallecida en 2051, después de haber convencido a la hija de su amante a volver a casa con sus hijos, reconciliando de nuevo a una familia que, también en este caso, estaba a punto de romperse.
[Fin del spoiler.]
El final ha conmovido a los estadounidenses y, también, a los pocos italianos que han visto The Affair. No había nada de empalagoso, sino sólo la neta sensación de que únicamente en la dimensión de los afectos primarios y, por tanto, familiares puede una persona que es presa de un caos destructivo recuperar el equilibrio.
En estos años, mientras veía The Affair, me preguntaba si "un cambio del cambio" no estaba ya a las puertas. Habiendo vivido en primera persona todo lo que la serie de televisión relataba, y habiendo comprobado el sumo realismo en la descripción psicológica de la concatenación de las distintas decisiones caóticas, me he preguntado de verdad si desde los Estados Unidos no está llegando, por fin, un viento opuesto respecto al libertario que, desde hace medio siglo, devasta nuestras vidas. Tal vez sólo desde la cultura pop llegará la consideración de que Andy Warhol murió solo y sin amigos, y que el Pop Art que exalta iconos falsos y soledad no es más que una rendición sin sentido. Tal vez ha llegado el tiempo de un arte popular más cálido, que pueda dar patadas después de haber certificado que el producto del cambio post 68 no es más que un empeoramiento del peso de vivir, que ha generado una profunda infelicidad y que, tal vez, nos diera más brío cuando éramos jóvenes, pero ciertamente ha hecho que estuviéramos más patéticamente solos al llegar a la madurez. Ha llegado verdaderamente la hora de cambiar el cambio.
Tened hijos, tened más de un hijo, empezad siendo jóvenes. Quedaos con vuestra esposa y si algún bandazo pone en riesgo vuestro matrimonio, resistid (consejo de divorciado, vuelto a casar, que cree mucho en el matrimonio). Cuando sintáis que crece el aburrimiento de la rutina, sabed apreciar la dimensión de descanso que tiene. Manteneos cerca de vuestros hijos proponiéndoos como abuelos, para así servir de apoyo y que la fragilidad infecunda de las relaciones entre los más jóvenes esté sostenida por la determinación de los más ancianos y, por tanto, más sabios. Dirigid siempre una mirada de amor suplementaria al familiar que tenga problemas de salud, cuidando de él, para que cuando seáis vosotros los que estéis enfermos, se os devuelva el ejemplo que habéis dado.
Construid una red sólida alrededor de la palabra "familia". La soledad, en una sociedad que envejece sin tener hijos, corre el riesgo de ser el peor cáncer de nuestro tiempo, en el que, y no es casualidad, se introducen las culturas mortíferas de los fans del suicidio asistido y la eutanasia. Porque vivir está siempre relacionado con alguien por quien vivir. Solos, corremos el riesgo de convertirnos en presa fácil de los mercaderes de muerte. Nosotros, en cambio, queremos producir un cambio que sea una sonrisa a la vida y que se pueda ver un descenso en el número de personas que viven solas.
[Atención, spoiler: el próximo párrafo es el último, si quieres, puedes concluir aquí la lectura del artículo.]
En 2051, como el año final de The Affair, tendré ochenta años y espero seguir con Silvia, rodeados de los nietos que mis tres hijas me darán y que llegue, por fin, el niño, que tal vez se llamará Mario como yo, que me llamo como mi abuelo, al que podré llevar al estadio a ver jugar a la Juve.
Traducido por Elena Faccia Serrano.