Los Hechos de los Apóstoles (8, 26-40) refieren que Felipe, impulsado por el Espíritu Santo, se dirigía hacia el sur de Jerusalén a Gaza cuando se encontró con un eunuco etíope, alto funcionario de la reina de Etiopía. El hombre iba leyendo al profeta Isaías. Felipe le preguntó: “¿Comprendes lo que estás leyendo?”. Y respondió el eunuco: “¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?”
Esta respuesta es tradicionalmente utilizada en la apologética católica para poner de manifiesto ante los protestantes que el principio luterano de la Sola Scriptura no puede explicar por sí solo la Revelación, que precisa también de la fuente de la Tradición y de la explicitación del Magisterio.
El caso es que Felipe aportó al eunuco la luz que le faltaba y le anunció la Buena Nueva. El eunuco creyó y, al pasar por un lugar donde había agua, pidió el bautismo, que recibió enseguida.
Por su importancia para la expansión del cristianismo en Etiopía, “los estudiosos intentaron durante generaciones identificar ese lugar, que se convirtió en motivo habitual en el arte cristiano”, explica el arqueólogo Yuval Baruch. Y parece que podría tratarse de Ein Hanniya, en el Valle de Refaím, cerca de Jerusalén.
Allí, entre 2012 y 2016 la Autoridad de Antigüedades de Israel descubrió un conjunto de piscinas construidas en la época bizantina, entre los siglos IV y VI d.C. Una de ellas destacaba por “grande e impresionante”, según Irina Zilberbod, directora de la excavación: “Fue construida en el centro de un espacioso complejo a los pies de una iglesia que hubo allí en tiempo. Alrededor de la piscina se construyó un techo sujetado por columnas, a través de las cuales se accedía al área residencial”.
Según Zilberbod, es difícil saber para qué se utilizaba el estanque, si para riego, para bañarse, como decoración o para ceremonias bautismales. El agua de la piscina drenaba a través de una red de canales hacia un estructura extraordinaria, la primera de esta clase conocida en Israel, una fuente denominada ninfeo.
Ein Hanniya es un entorno privilegiado para los hallazgos arqueológicos, lo cual sugiere que fue propiedad de los reyes en tiempos del Primer Templo, esto es, antes de su destrucción por los babilonios en 586 a.C.
Así, se han encontrado dos piezas de gran valor.
Por un lado, un capitel protojónico similar a los hallados en la Ciudad de David en Jerusalén, que fue capital de Judá, y en Ramat Rajel (entre Jerusalén y Belén), donde se encontró uno de los palacios del reino, y también en importantes ciudades del reino de Israel, como Samaria, Megido y Hazor.
Por otro, la más antigua moneda de plata descubierta hasta el momento en los alrededores de Jerusalén: una dracma acuñada en Asdod por gobernantes griegos entre los años 420 y 390 a.C.
El lugar, cuyas excavaciones se dieron a conocer a finales de enero, será abierto al público en los próximos meses y será pues de interés tanto para los judíos como para los cristianos.
(Publicado originariamente en FundacionTierraSanta.es)