"El comunismo ha sido para dos generaciones de católicos españoles, como la mía, una teología de sustitución": con estas palabras arranca una obra que penetra a fondo en la subversión profunda, intelectual y moral antes incluso que política, que implican la teoría y la praxis de la ideología más sanguinaria de la Historia.

Memoria del comunismo (La Esfera de los Libros), de Federico Jiménez Losantos, está escrito desde la perspectiva de alguien que confiesa haber dejado de creer en Dios a los dieciséis años, pero con perspicacia para entender lo que está en juego: la "voluntad de creer" que sustituye a la fe perdida se transforma en pura "voluntad de poder", ante el cual la Verdad se sacrifica a la Mentira y el Bien al Mal. Por eso "el comunismo, inequívocamente definido por Lenin como una empresa malvada que traerá alguna vez el Bien al mundo, es una religión satánica" en cuanto que en su raíz está "el culto inconfesado a la fuerza, y a la mentira como secreta manifestación interior de esa fuerza exterior que no se confiesa, pero se disfruta".


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La clave bajo la cual Losantos ha escrito su obra más perdurable y a la que ha consagrado años de trabajo, es precisamente el pasmo ante el hecho de que la izquierda occidental siempre tuvo conciencia de los crímenes comunistas que fingían ignorar y silenciaban: "Secretamente compartían la ferocidad de sus verdugos" y "por eso mintieron casi todos y casi hasta el final". La perspectiva de la víctima se convierte así en el quicio sobre el cual el filólogo y periodista aragonés, uno de los analistas de referencia en la radiodifusión española, escribe este monumental y personal ensayo: la necesidad del Partido de exterminar físicamente, o destruir y denigrar moralmente, a cualquier adversario que pensase o actuase fuera de sus directrices.


Losantos apunta a Willi Münzenberg (18891940), ideólogo de la maquinaria de propaganda leninista en los años veinte, como responsable de este "Imperio de la Mentira sobre el comunismo, que se mantiene intacto, perpetuamente renovado", pero al que estas páginas asestan un golpe incontestable, sobre todo en los nombres de la intelligentsia europea y norteamericana que se prestaron al juego.

Recuerda Federico, por ejemplo, siguiendo a Pío Moa, el linchamiento mediático que sufrió Alexander Soljenitsin (1918-2008) cuando visitó España en 1976 por explicarle a la audiencia de José María Íñigo lo que era la Unión Soviética: "Enclenque", "chorizo", "mendigo desvergonzado", "famélico", "espantajo", "bandido", "hipócrita", "multimillonario", "siervo", "mercenario", "delirante" fueron algunos de los calificativos que le dedicaron personalidades supuestamente respetables del firmamento político y mediático de la época... Aquel hombre, de pensamiento profundamente cristiano, Premio Nobel de Literatura en 1970, había sido castigado con once años de trabajos forzados, pero eso no le hacía digno de piedad alguna. Si no le perdonaban haber descrito en Archipiélago Gulag el sistema de represión comunista, aún menos que lo pusiese como espejo ante la tan distinta realidad de la España de Francisco Franco (18921975).


En los dos grandes bloques (Rusia y España) que conforman esta detallada y profunda Memoria del comunismo, Losantos muestra el odio anticristiano como algo inherente a esa ideología. La incautación de los bienes de la Iglesia Ortodoxa Rusa fue un objetivo de Lenin desde el primer momento, y su persecución religiosa (especialmente cruel en el verano de 1919 durante la guerra contra los rusos blancos), fue el "precedente, por su magnitud y organización sistemáticas, de la persecución religiosa en España durante la Segunda República y la Guerra Civil", que fue "la peor de la historia del cristianismo desde Diocleciano". Valora en particular el trabajo del sacerdote e historiador Ángel David Martín Rubio, cuyas investigaciones mostraron que "los católicos dejaban de pedir perdón a la izquierda por haberlos asesinado, como venía haciendo la Iglesia desde el Vaticano II y Tarancón".

No duda en hablar de "holocausto católico": "Yo no soy creyente, pero tampoco soy judío y pocas cosas me han conmovido tanto como el montón de zapatitos de niños asesinados en el gueto de Varsovia". Al describir ese holocausto católico, Losantos, que páginas antes ha señalado que "los masones Azaña y Martínez Barrio, Vidart y Companys" participaron "en la creación o aceptación del terror rojo" y que "el carácter anticatólico de la masonería es indiscutible y fue condenada como doctrina gnóstica en encíclica papal", destaca un hecho: ese terror rojo comenzó antes de la llegada de los soviéticos en apoyo del Frente Popular al estallar la guerra. Fue autóctono. Pero entonces, "¿qué unía a la izquierda burguesa y a la proletaria para perpetrarlo en común?". "A mi juicio", responde, "lo que une a organizaciones totalmente dispares en sus programas políticas es el odio asesino contra los católicos y el catolicismo, algo que usado hoy para exculpar al islam, debemos llamar cristianofobia".


La imagen del Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid), a cuyos pies Alfonso XIII había consagrado España al Sagrado Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919, fue fusilada ritualmente y luego dinamitada el 7 de agosto de 1936 por milicianos del Frente Popular.

¿Por qué esa "matanza de católicos, inspirada por la prensa y defendida por los líderes más izquierdistas del Frente Popular, acabó siendo aceptada u ocultada, esto es, compartida, también por los supuestos moderados"? "¿Por qué tantos españoles de izquierdas -no todos, claro- se empeñaron en matar a los españoles católicos, que no habían hecho ni pretendido hacer lo mismo con ellos?", continúa preguntándose Losantos: "Hasta 1934, porque, ocupando el lugar de Dios, querían disponer de la vida y hacienda ajenas. Desde 1936, porque querían y porque podían".


En ese "podían" está la clave de todo el análisis histórico planteado en Memoria del comunismo, que lógicamente no se circunscribe a la cuestión religiosa. Además de una ideología letal, el comunismo, convertido por Lenin en una maquinaria política sin escrúpulos, es una inquebrantable voluntad de poder. Y lo malo es que no está muerto, señala Losantos al inicio del capítulo que consagra a Podemos como su realidad viva en España: "Si el mayor éxito del Diablo (o del Mal) es convencer a la gente de que no existe, la supervivencia del comunismo, pese a ser el peor monstruo político de todos los tiempos, con más de cien millones de víctimas, se basa en el acta de defunción y el consiguiente indulto moral que como cadáver exquisito, infinitamente investigable, le han extendido tantos historiadores".

Esa ideología "anega las redacciones de los medios, las cátedras universitarias y los libros sobre la Guerra Civil". Para quien prefiera la verdad, queda expuesta en estas páginas: argumentada su vocación criminal y expuestos los crímenes que la evidencian.

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