El general Patton fue uno de los líderes militares más carismáticos y relevantes del bando aliado durante la II Guerra Mundial. Primero en el norte de África, luego en Italia y más tarde en Francia, Holanda, Bélgica y Holanda luchó y derrotó al Ejército nazi de Hitler. Sin embargo, este estratega y mando del ejército estadounidense no pudo avanzar únicamente gracias a su pericia, sus tácticas y sus hombres sino que necesitó elevar los ojos al cielo y pedir ayuda a Dios.
Todo parecía ir a favor en 1944. Los ejércitos aliados habían realizado el desembarco de Normandia y las tropas avanzaban pero de repente Patton y su Tercer Ejército quedaron estancados en territorio belga, concretamente en la zona de las Ardenas. Además de la feroz resistencia del enemigo se unía una meteorología terrible: lluvia, niebla, inundaciones…. Y con estas condiciones el avance de las tropas era una misión casi imposible.
El capellán católico que está tras la "oración de Patton"
Fue en este contexto extremo y de desesperación donde surgió la conocida como “oración de Patton” que se distribuyó y popularizó entre las decenas de miles de soldados norteamericanos que se encontraban sumidos en el desánimo. Esta plegaria a Dios imploraba a Dios una mejora de la climatología para así poder avanzar y derrotar al enemigo.
El padre O´Neill sirvió como capellán en el ejército de los Estados Unidos desde 1926 hasta 1952 y llegó a ostentar el rango de general de brigada.
De este modo, el general de cuatro estrellas llamó a uno de sus oficiales y le dijo que quería que le mostrasen alguna oración para pedir que el tiempo mejorase. Y fue en este momento donde apareció el otro gran protagonista de la historia y que acabaría siendo una leyenda entre todo el ejército concentrado en Bélgica: el capellán católico del Tercer Ejército, James Hugh O´Neill, que fue el que compondría “esta oración del tiempo”.
Ese oficial enviado por Patton llamó al sacerdote, que se presentó ante el jefe militar aliado. Este suceso se produjo ocho días antes de la decisiva batalla de las Ardenas del 16 de diciembre de 1944.
Pedir a Dios el cese de las lluvias
“¿Tienes una buena oración para el clima? Debemos hacer algo con respecto a estas lluvias sin queremos ganar la guerra”, le dijo Patton al padre O´Neill. El capellán le respondió que sabía “donde buscar esa oración y que la “localizaría e informaría dentro de una hora”. Viendo sus libros de oración no encontró ninguna plegaria adecuada para esta situación y mientras buscaba veía que como un torrente de agua en forma de lluvia caía sobre el campamento aliado.
En ese momento, el padre O´Neill decidió componer él mismo una oración. La oración del capellán decía: “Dios todopoderoso y Padre misericordioso, humildemente te suplicamos, por tu gran bondad, frenar estas copiosas lluvias con las que hemos tenido que lidiar. Concédenos tiempo para la batalla. Escúchanos amablemente como los soldados que te invocan para que, armados con tu poder, podamos avanzar de victoria en victoria, y aplastar la opresión y la maldad de nuestros enemigos, y establecer la justicia entre los hombres y las naciones. Amén”.
El capellán, relata él mismo, pensó en la pregunta: “¿Qué uso le daría el general Patton a la oración? Seguramente no fuera para la devoción privada. Si pretendía que circulara a capellanes u otros, con la Navidad non muy lejos, podría ser apropiado escribir los saludos navideños del comandante del ejército en el reverso”.
Y en el reverso, este sacerdote católico añadió: “A cada oficial y soldado del Tercer Ejército de los Estados Unidos les deseo una feliz Navidad. Tengo plena confianza en tu coraje, dedicación al deber y habilidad en la batalla. Marchamos en nuestra fuerza para completar la victoria. Que las bendiciones de Dios descansen sobre cada uno de vosotros en este día de Navidad. Gs Patton Jr. Teniente General, Comandante, Tercer Ejército de los Estados Unidos”.
250.000 copias entre los soldados
Una vez escrita se dirigió rápidamente a informar al generl Patton. “Leyó la copia de la oración –señala O´Neill- me la devolvió con una directiva muy informal: ‘imprima 250.000 copias y asegúrese de cada hombre en el Tercer Ejército reciba una’. El tamaño de la orden me sorprendió”.
Además, Patton pidió al sacerdote que instruyera al resto de capellanes, también de otras denominaciones cristianas, y a los hombres de distintos rangos sobre la importancia de la oración.
"Creo firmemente en la oración"
El general le dijo: “Tenemos que conseguir que no sólo los capellanes sino todos los hombres del Tercer Ejército recen. Debemos pedirle a Dios que detenga estas lluvias. Estas lluvias son ese margen que separa la derrota o la victoria. Si todos rezamos, será como lo que dijo el Dr. Carrl (la oración es “una de las formas más poderosas de energía que el hombre puede generar”), será como enchufar una corriente cuya fuente está en el Cielo. Creo que la oración completa ese circuito”.
"Capellán, creo firmemente en la oración. Hay tres formas en que los hombres obtienen lo que quieren; planeando, trabajando y rezando. Cualquier gran operación militar requiere una cuidadosa planificación o pensamiento. Entonces debes tener tropas bien entrenadas para llevarlo a cabo: eso está funcionando. Pero entre el plan y la operación siempre hay una incógnita. Esto significa derrota o victoria, éxito o fracaso. (…) Dios tiene su parte, o margen en todo. Ahí es donde entra la oración. Hasta ahora, en el Tercer Ejército, Dios ha sido muy bueno con nosotros. Nunca nos hemos retirado. No hemos sufrido derrotas, ni hambruna, ni epidemias. Esto se debe a que mucha gente en casa está orando por nosotros. Tuvimos suerte en África, en Sicilia y en Italia. Simplemente porque la gente rezaba. Pero también tenemos que rezar nosotros”, agregó Patton.
El cielo se volvió azul
Los ingenieros del Ejército trabajaron sin descanso día y noche para lograr imprimir 250.000 copias de esta oración, que acabaría llegando a todas las tropas el 14 de diciembre. Dos días después, el 16, los alemanes lanzaron un ataque sorpresa en medio de lluvias torrenciales y una niebla espesa que redujo la visibilidad a tan sólo unos pocos metros.
Cuatro días después del ataque sorpresa alemán y ante la perplejidad de los meteorólogos las oraciones de los soldados parecían haber sido escuchadas por Dios pues las lluvias cesaron, la niebla desapareció y Patton pudo avanzar para ganar la batalla de las Ardenas.
El padre O´Neill recuerda que “durante la mayor parte de aquella semana hubo cielos claros y brillantes y un clima de vuelo perfecto. Nuestros aviones llegaron por decenas, cientos y miles. Noquearon cientos de tanques y mataron a miles de enemigos en el saliente de Bastoña y acosaron al enemigo mientras intentaba traer refuerzos. El general Patton oró por el buen tiempo para la batalla. Lo consiguió”.