En la era de los derechos humanos parecería paradójico hablar de agradecimiento. Vivimos en la civilización de los derechos: todo lo podemos exigir, todo se nos debe… al fin y al cabo, pagamos… Exijo al funcionario, exijo al maestro, exijo...
Agradecimiento es la actitud del que recibe un don y, como tal, no está sometido a la ley del «se me debe», del «derecho a».
Se trata, en esta reflexión, de un cambio de filosofía antropológica. El que abre la mirada simple cada mañana, a poco que caiga en la cuenta, percibe que todo es don: respirar, la luz, la brisa o el cierzo, el agua para lavarse, un pedazo de pan y una taza de café con leche; la gracia, la Eucaristía, la Iglesia, la Virgen María.
El Te Deum de Hector Berlioz (1849), interpretado en 1981 por la Orquesta de Jóvenes de la Comunidad Europa, bajo la batuta de Claudio Abbado (1933-2014), con la intervención del tenor mexicano Francisco Araiza. Fue en la catedral de San Albano, treinta kilómetros al norte de Londres.
Más aún, y tratando de profundizar: en mi origen soy un don, y fruto de la donación. Dos seres que se entregaron y fusionaron en amor (se donaron) me engendraron colaborando con El que hizo que yo no fuera mera materia, sino ser corporal y espiritual. Es decir, en la raíz de nuestro origen el don nos constituye. ¿Cómo así que esto no se viva, se plasme en la vida cotidiana, nos asombre sobremanera a diario?
Las fechas son mojones en el camino de la humanidad. El fin del año concluye el recorrido que la tierra ha realizado completando su órbita alrededor del sol. El fin del año es ocasión para un parón meditativo-contemplativo: ¿de dónde vengo? ¿adónde voy? ¿cómo vivo?
Soy don, fruto de donación. ¿Hacia dónde voy? O mejor, ¿cómo voy? ¿Donándome? No por casualidad una de la frases más repetidas de San Juan Pablo II era que «el hombre se realiza en el don de sí mismo» (y esto en toda vocación y estado de vida) ¡Qué desgraciados somos cuando el cómo de nuestra existencia extravía esa certera frase. Y claro, en la dinámica de Santo Tomás de Aquino, de remontarnos hasta la última causa, el Don de los dones es que es Ser, Vida, Amor, Interdonación, locura hacia el hombre, el que se dio «hasta la muerte y muerte de cruz», el Creador y Redentor. ¿Cómo vivir estos últimos días de año que va de vencida? Con la palabra más centralmente cristiana de nuestro vocabulario, con la entraña y esencia de nuestra fe: eucarísticamente, es decir, agradecidamente. Te Deum laudamus… Agimus tibi gratias omnipotens Deus…
[Te alabamos, Señor... Te damos gracias, Dios omnipotente].
Pablo Cervera es sacerdote, doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana y licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Angelicum. Ha sido director de la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos). Ha traducido del alemán diversas obras de Joseph Ratzinger y publicado varios libros. El último, El peregrino de Loyola, sobre la Autobiografía de San Ignacio de Loyola.