Tras el éxito de Santos de copas Manglano presenta ahora Santos de carne, editado por Freshbook, donde muestra que la santidad se da en personas de carne y hueso, que disfrutan también de la vida y de los placeres que Dios ha dado al hombre.
“¡Somos de carne y somos grandes! Dios nos quiere así, santos de carne, disfrutones de los placeres de este mundo. La vida cristiana recorre un camino de transformación de nuestro ‘cuerpo de muerte’ en ‘cuerpo de gloria’, pero es siempre amante del cuerpo”, asegura Manglano con su estilo tan personal.
Y por ello, explica que “la vida con Dios no nos aleja del cuerpo, no espiritualiza a los santos en un proceso de desencarnación, sino que nos hace muy humanos, en una progresiva transfiguración e integración de toda nuestra realidad. Si el pecado separó carne y espíritu, la redención nos devuelve la unidad. Con la fuerza de la resurrección, los cristianos descubrimos el núcleo espiritual que reside en cada realidad material: el alma envuelve al cuerpo; nuestro cuerpo se va transfigurando y el mundo deja de ser pesado; disfrutamos de todo y nada nos esclaviza; amamos todo y no necesitamos nada; somos del mundo y vivimos como extranjeros... Por toda la eternidad disfrutaremos de Dios con los cinco sentidos: le veremos y escucharemos, le oleremos y tocaremos, gustaremos de Él... Nuestro cuerpo será glorioso, sí, pero de carne. ¡Carne gloriosa!”.
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Explicando la vida cristiana con su tono provocador, Manglano dedica un capítulo al “ayuno”, que parece alejarse de tanta "carne" que aparece en el libro, pero precisamente por ser un concepto vendido como anticuado e inútil, este sacerdote explica su gran utilidad.
“El ayuno vuelve a estar de moda”, afirma el autor de Santos de Carne, que explica que “así ocurre en nuestra sociedad occidental habitualmente: cuando los cristianos abandonamos –por olvido o por complejos- rasgos propios de la vida cristiana, al cabo de un tiempo la sociedad los recupera, sencillamente porque son vitales para tener vida de calidad. Después de décadas de silenciar el ayuno por parecer trasnochado y negativo, nuestra cultura lo recupera y lo propone sin complejos”.
Sin embargo, el ayuno cristiano es muy diferente al que practican las celebrities y el que se propone en hoteles de lujo, con tratamientos de Iniciación al ayuno.
Manglano da cinco razones para ayunar en las que las relaciones con Dios, con el propio yo, con el mundo, con el sentido y con el prójimo muestran la importancia de este ‘sacrificio’.
Ayunar permite conocer la debilidad de la propia persona pues según explica Manglano “nos permite tomar conciencia de nuestra debilidad: comprobamos que sufrir un poco de hambre o falta de de sueño casi nos anula”. Se muestra así la enorme dependencia que tenemos del alimento y del sueño por lo que ayunar “nos pone en nuestro lugar y nos ayuda a ser más conscientes de nuestra impotencia”.
Actualmente, el hombre vive satisfaciendo todos sus deseos y además de manera inmediata y así ser como dioses. Por ello, “si tengo hambre, abro la nevera; si tengo sueño, me adormilo; si estoy enfadado, grito; si tengo sed, bebo; si estoy cansado, descanso”. “Con el ayuno, reconozco que soy humano, descubro mi debilidad y mi poder”, explica.
El autor de Santos de carne explica que Adán recibió el mandato del ayuno y desobedeció rompiendo la relación plena y consciente con el Creador. Pero la relación con Dios debe tener otra actitud y por ello “ayunar modifica nuestra relación con el Creador, pues con el cuerpo doblado e inclinado nos alejamos de la cretina actitud burguesa y somos capaces de ponernos ante el Dios grande, que es el único que puede calmar nuestra hambre más profunda y darnos el descanso que anhelamos”.
José Pedro Manglano tiene una dilatada experiencia en la evangelización y atención espiritual a los jóvenes
El ayuno ayuda, según Manglano, a “la integración y unidad cuerpo-alma, y posibilita que el Espíritu de Dios nos devuelva la sanación”. Para él, este ayuno “es la distancia entre mi yo y el mundo. Sind distancia, me confundo con el mundo, lo devoro, lo consumo”.
Por ello, asegura que “aunque el ayuno no haga referencia necesariamente a la comida, el ayuno del resto de cosas no suple al ayuno por el que uno pasa hambre, ya que moderar el hambre es moderar el apetito fundamental para vivir, pues no es lo mismo el combate ascético de privarse de lo necesario y vital que privarse de lo superfluo, no es lo mismo educar el deseo de lo accesorio que educar el deseo de lo que es vital”.
“Tertuliano afirma que el ayuno facilita la revelación de los secretos. El doctor Buchinger, pionero del ayuno terapéutico, sostiene que se aprecia una especie de desvinculación, de relajación de la convulsa estructura anímica, un esclarecimiento de su estado y una mayor sensibilidad. Esta distancia que mantenemos con respecto al mundo permite que el núcleo de las cosas salga a la luz y se recorra entonces un camino hacia uno mismo: se descubre un punto de apoyo interior, un metacentro, y nos abrimos al mundo interior”, escribe Manglano.
El autor pone como ejemplo a Santa Teresa de Calcuta, que durante su vida inculcó en las personas que ayudaban a los pobres que sólo puede ayudarlos aquel que comprende su pobreza. Por ello, considera que “sin solidaridad ni se da la proximidad indispensable para ayudar sinceramente”. El ayuno es, por tanto, “un modo de solidarizarse con el dolor ajeno” pues “el alma está más despierta y sabe ayudar sin humillar; está más despierta y sabe descubrir la verdadera necesidad del otro”.
Ayunar es doloroso y nada sencillo, de ahí las gracias que conlleva. Y Manglano distingue tres fases:
1. La primera es ayunar y privarse de aquello que uno se ha propuesto.
2. La segunda fase es la más complicada pues es cuando se siente la debilidad y se entra en crisis. Aquí se puede entrar en cierta oscuridad o sinsentido.
3. Si se persevera, esta fase dolorosa se supera y se empieza a disfrutar de una nueva libertad y puede vivir esa privación con seneridad, ya sea con comida, tabaco, redes sociales…
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