La excepción es "Rusia, 1917" (Ediciones Encuentro), obra de tres autores italianos, católicos expertos en la Rusia moderna.
Este libro, a la vez divulgativo y profundo, se presenta en Madrid este jueves 30 de noviembre en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, a las 19.30h (Plaza Menéndez Pelayo, 4). Participan en la presentación el profesor Armando Zerolo (los lectores de ReL lo conocen por este artículo) y uno de los autores, Adriano Dell'Asta, profesor de lengua y literatura rusa de la Universidad del Sacro Cuore.
Que los historiadores durante años han despreciado el tema religioso al abordar la Revolución Rusa y el gobierno de Lenin lo constataba ya en 1995 el historiador Richard Pipes, norteamericano de origen polaco, en su libro Rusia bajo el régimen bolchevique. Él escribió:
“En los libros que hablan de la historia de la Revolución Rusa, el espacio dado a la religión es poco o ninguno. W.H.Chamberlain dedica a este tema menos de 5 páginas en un libro de casi mil. Otros investigadores (como Sheila Fitzpatrick y Leonard Schapiro) lo ignoran por completo. Esta falta de interés solo puede explicarse por el laicismo de los historiadores modernos. [Y postmodernos, podríamos decir en ReL]. Pero aunque los historiadores sean laicistas, la gran mayoría de las personas de las que se ocupan en sus estudios eran religiosas. Desde este punto de vista puede decirse que los habitantes de lo que se convertiría en la Unión Soviética, cristianos, judíos y musulmanes, por igual, vivían en la Edad Media. Para ellos, cultura quería decir religión, tanto en el sentido de la fe, como, y, sobre todo, el de los ritos y las fiestas. [...] Su vida giraba en torno a las ceremonias del calendario religioso, porque, además de dar significado a su difícil y monótona existencia, esos ritos conferían al más humilde de ellos un sentimiento de dignidad ante Dios, para el que todos los seres humanos son iguales. Los comunistas atacaron la fe y las tradiciones religiosas, con una violencia nunca vista desde el Imperio Romano. Su agresivo ateísmo golpeó a las masas de ciudadanos de forma mucho más dolorosa que la represión por el disentimiento político y que la imposición de la censura. Aparte de las dificultades económicas, ningún otro acto del gobierno de Lenin acarreó mayor sufrimiento a la población, a las llamadas, 'masas', como la profanación de su fe religiosa, la clausura de los lugares de culto, el maltrato al clero."
Rusia, 1917 tiene 200 páginas y aglutina en ellas tres enfoques. Por un lado, describe con agilidad y detalle los hechos de 1917 y 1918, colocándolos en su contexto.
Se nos recuerda, por ejemplo, que Rusia no era una “nación asiática y medieval” en el momento de la Revolución. Es verdad que estaba retrasada respecto a las grandes potencias europeas en algunos aspectos, pero su tasa de industrialización, alfabetización y eficacia agraria estaba creciendo muy rápido y superaba o igualaba a los de varios países europeos. Había una importante vida cultural y científica.
Mucha gente desconoce que había también una epidemia de terrorismo político (anarquistas, socialistas, etc…) que superaba incluso en montandad a nuestra Europa bajo la amenaza yihadista.
De 1865 a 1900, los terroristas políticos mataron a unas cien personas, en atentados personales. La cosa se aceleró con el nuevo siglo: de 1900 a 1917, los terroristas pasaron a las matanzas colectivas con bombas, con 11.000 muertos en 17 años. De 1905 a 1907 causaron 4.500 víctimas mortales entre funcionarios y políticos y 2.180 entre población de a pie. Solo en 1907 mataron unas 3.000 personas. Había incluso “terroristas sin motivo”, meros nihilistas enamorados de crear el caos. Y uno de cada 5 terroristas del Partido Socialista Revolucionario tenían entre 15 y 19 años.
Usaban atentados suicidas con explosivos. Al grito de “viva la anarquía” tres revolucionarios se hicieron volar con la casa del primer ministro Stolypin matando a 27 civiles e hiriendo a 30 más (el ministro no estaba en casa).
Entre 1905 y 1911 el Estado respondió con 2.500 condenas a muerte. La mezcla de atentados y huelgas fue respondida por el Estado con más rigidez y represión sin alternativa, hasta colapsar.
Damos estos datos como ejemplo del detalle de contexto que aporta el libro.
Un segundo elemento del libro es su maquetación con destacados y secciones de profundización o apartes, muy parecida a la que encontramos en las revistas de Historia de los quioscos y tiendas especializadas. Aquí encontramos biografías de protagonistas, acontecimientos de significación, cartas y textos de la época, tablas de cifras… Este es uno de los puntos fuertes del libro.
Acompañan a estas columnas y apartados muchas fotografías de la época, todas de interés. Todo eso hace que se lea, realmente, como una detallada revista de Historia.
Y el tercer elemento, el que hace especial a “Rusia, 1917”, es que todo el análisis de los hechos es puntuado por comentarios y textos de grandes autores rusos, filósofos exmarxistas retornados al cristianismo, especialmente tres: Nikolai Berdiáev, Serguei Bulgákov y Semion Frank (este último había sido judío en su adolescencia). Los tres estarían en 1922 entre las 160 personas expulsadas de la URSS en el llamado “barco de los filósofos”: todas sus propiedades se les confiscarían, fueron expulsados solo con su ropa y abrigo. El libro recoge muchos de sus textos anteriores, sobre todo de 1917 y 1918, alguno posterior a la expulsión.
La tesis de estos autores (que últimamente oímos repetir al Patriarca de Moscú, Kirill, en los actos del Centenario) es que Rusia ya había quedado agujereada como una manzana bajo el gusano del nihilismo, la increencia, cierto protestantismo liberal sin fe y una religiosidad “como de funcionario”. El marxismo funcionó, dicen, como una religión nueva, y por eso debía sustituir la antigua.
Nikolai Berdiaev, uno de los intelectuales expulsados
con lo puesto en 1922
En pleno Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Berdiáev escribía: “El hombre ha sido arrojado a la superficialidad”, y eso incluía a la Iglesia, a la que acusaba de tibia. Pero se puede responder que no sería tan tibia si dio mártires: el Patriarca de entonces, Tijon, y otros 36 miembros de ese Concilio, hoy son santos de la Iglesia Ortodoxa.
Serguei Bulgákov, que había sido economista marxista,
en junio de 1918 se hizo sacerdote ortodoxo... fue expulsado
de Rusia en el barco de intelectuales de 1922
Ya desde 1906 Bulgákov (exmarxista) insistía: la revolución marxista era una herramienta para acabar con la religión, y no al revés, no era el ateísmo un mero método para facilitar la revolución. “Marx mira a la religión, especialmente el teísmo y al cristianismo, con una violenta hostilidad, como ateo militante y combativo intenta liberar, curar, a la gente de la locura religiosa. En el ateísmo militante de Marx encontramos el nervio central de toda su obra”, escribía en ese año de 1906 en Karl Marx como tipo religioso.
El libro recoge detalles sobre la represión contra los religiosos que no suelen aparecer en otros libros. El primer cura ortoxo asesinado fue el capellán de la residencia del zar, el padre Kochurov, asesinado en la calle ante su hijo adolescente por los Guardias Rojos el 13 de noviembre de 1917.
El padre Kochurov fue el primer cura asesinado por los bolcheviques
La siguiente escena violenta la tenemos cuando la afamada y hoy aplaudida feminista Alexandra Kollontai (más sobre ella aquí) acudió con muchos guardias a requisar edificios eclesiásticos a la Laura de San Alexander Nevsky el 13 de enero de 1918. Cuatro días después, cuando volvieron, sonaron las campanas, llegaron multitud de devotos y expulsaron a los asaltantes a palos. Pero esa misma tarde un guardia disparó en la cara, y mató, al padre Piotr Skipetrov, que intentaba apaciguar los ánimos.
El padre Skipetrov intentaba apaciguar ánimos y un
guardia rojo le mató de un tiro en la cara; fue el segundo
cura asesinado por los bolcheviques
Cinco días después, el 25 de enero de 1918, es fusilado el obispo metropolitano de Kiev, Vladimir Bogoiavlenski. Matar un alto jerarca es el pistoletazo de salida: todo vale. Primero son guardias “descontrolados” o que aplican “justicia del pueblo”. Pronto hay órdenes de lo alto y listas y planes. De 1918 a 1920 “se mata a 28 obispos, unos miles de sacerdotes y monjes, 12.000 laicos, sobre todo miembros de cofradías”.
El libro no da datos de la persecución contra los católicos y tampoco profundiza en dar datos de los años posteriores a 1920. Nosotros podemos citar que en los 7 años que Lenin gobernó, desde la Revolución Rusa en 1917 hasta su muerte en 1924, unos 25.000 eclesiásticos ortodoxos fueron encarcelados y 16.000 ejecutados, según un estudio de 2004 del doctor en Ciencias Matemáticas Nikolay Yemelianov, de la Universidad Humanitaria San Tijon.
La siguiente etapa de persecución contra los ortodoxos fue de 1929 a 1931: fueron arrestadas 60.000 personas ligadas a la Iglesia Ortodoxa y 5.000 fueron ejecutadas, según el estudio de Yemeliánov.
El censo ruso de 1937, después de 20 años de comunismo, blasfemias y represión, espantó a los ateos. Explica el historiador Serguei Firsov que de 30 millones de ciudadanos de la URSS analfabetos mayores de 16 años, aún el 84 % (más de 25 millones) se declaraban creyentes; y de los 68,5 millones de alfabetizados, el 45 % (más de 30 millones) aún creían en Dios.
Ese censo impulsó a las autoridades a forzar aún más la violencia: en 1937 y en 1938 la persecución religiosa contra los ortodoxos superó todo lo visto antes: 100.000 ejecuciones y 200.000 deportados o represaliados. Después llegó la Segunda Guerra Mundial y Stalin se dedicó a otras cosas. El Estado ruso da por probado que al menos 45.000 clérigos ortodoxos fueron asesinados durante el comunismo en la URSS. La Iglesia Ortodoxa ha canonizado unos 1.700 de ellos.
A la Iglesia Católica, que es pobre y pequeña en Rusia, le cuesta más dedicar recursos a investigar la época y a intentar estudiar y proclamar sus mártires. Pero Jonathan Luxmoore, autor de “The God of the Gulag”, escribe que “de los católicos cuyo destino se conoce, 422 sacerdotes fueron asesinados, un tercio de ellos en la Gran Purga de Stalin de 19371938; junto con 962 monjes, monjas y laicos, y de los 1.240 centros de culto católicos, todos, menos dos, fueron convertidos en almacenes, granjas o incluso lavabos públicos”. Uno de esos dos dependía de la embajada francesa en Moscú. El otro, en San Petersburgo (ya Leningrado), era un nido de espías.
Luxmoore habla de que unos 25 millones de personas murieron violentamente en tiempos de paz bajo el comunismo en la URSS y Europa Oriental. Así se entiende mejor el subtítulo de “Rusia, 1917”: “El sueño roto de ‘un mundo nunca visto’”.
Presentación de "Rusia, 1917" (Ediciones Encuentro), obra de Adriano dell’Asta, Marta Carletti y Giovanna Parravicini, de la asociación Rusia Cristiana, en Madrid este jueves 30 de noviembre en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, a las 19.30h (Plaza Menéndez Pelayo, 4). Participan en la presentación el profesor Armando Adriano Dell'Asta, profesor de lengua y literatura rusa de la Universidad del Sacro Cuore.
Puede conseguirse Rusia, 1917 online aquí