El 2 de enero de 1873, hace 150 años, nacía en Alenzón, Normadía, un niña a la que sus padres llamaron Marie-Françoise-Thérèse Martin. Se hizo religiosa carmelita, murió de enfermedad con 24 años y dejó unos escritos que han tocado miles y miles de mentes y corazones.
La Iglesia la celebra como Santa Teresa de Lisieux o Santa Teresa del Niño Jesús, doctora de la Iglesia desde 1997, popularmente llamada Santa Teresita, en parte para distinguirla de otra carmelita, Santa Teresa de Ávila, en parte por su fallecimiento joven y por su espiritualidad centrada en un "caminito" de confianza y humildad.
El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, en la publicación diocesana Padre Nuestro, ha recordado este aniversario, que celebra incluso la UNESCO (lea aquí las razones), que le dedica dos años. El arzobispo de Toledo destaca que el mensaje de Teresita es especialmente iluminador para religiosos y consagrados, y para que el resto de los fieles entiendan su vocación.
Ella "habla como esposa de Jesús, pero su mensaje es para todos. Los religiosos nos recuerdan que la Iglesia tiene una razón de ser y de existir, que es el amor que anida en su centro, es decir Jesucristo, el amor del corazón de Jesús. Por tanto, la vida consagrada es constante recuerdo de que nuestra vocación es como decía Teresita: "Amar y hacer amar a Jesús".
Publicamos por su interés el texto completo.
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Mi vocación es el amor
150 años del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús
por Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo
Todos nos sorprendimos cuando a finales del año 2021 la UNESCO anunciaba a Santa Teresa del Niño Jesús entre las personalidades destacadas a celebrar durante el bienio 2022-2023.
De este modo, un organismo internacional ha querido hacerse eco para todo el mundo de la celebración el próximo 2 de enero del 150 aniversario del nacimiento de esta gran santa carmelita. Supone para mí un gran gozo como obispo y pastor de nuestra diócesis el aprovechar este aniversario del nacimiento de Teresita para recordaros a todos los fieles de la Iglesia que peregrina en Toledo, la importancia y la actualidad del mensaje de Teresita de Lisieux.
Uno de los textos más conocidos de Santa Teresita es aquel en el que ella explica el descubrimiento de su vocación en la Iglesia: "Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... en una palabra, ¡que el amor es eterno! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo".
Santa Teresa de Lisieux cumple 150 años, pero para sus devotos siempre será Teresita, una joven veinteañera o menor, recordada en fotos de finales del s.XIX y sus escritos espirituales.
Santa Teresita nos pone en el centro. Nos da la clave para entender nuestra vocación en la Iglesia. Ella como religiosa, habla como esposa de Jesús, pero su mensaje es para todos. Los religiosos nos recuerdan que la Iglesia tiene una razón de ser y de existir, que es el amor que anida en su centro, es decir jesucristo, el amor del corazón de jesús. Por tanto, la vida consagrada es constante recuerdo de que nuestra vocación es como decía Teresita: "Amar y hacer amar a Jesús".
Todos tenemos esta vocación de ser el amor, de hacer presente la caridad, el amor de Jesús.
Ella entiende ese lugar, su vocación en la Iglesia, desde la perspectiva de la humildad. Es la enseñanza de su "caminito".
Para Santa Teresita, amar consiste sobre todo en aceptar y acoger la propia realidad con humildad. Decía en sus escritos: "Lo que le agrada a Dios de mi pequeña alma es que ame mi pequeñez y mi pobreza y la confianza que tengo en su misericordia".
Esto no tiene nada que ver con la resignación o la falta de ánimo, todo lo contrario.
En palabras de Teresita, la humildad consistiría en tres aspectos. Primero, en hacer las cosas sin buscar que se me reconozca.
Segundo, en creer que lo importante no es la grandeza de las obras que hacemos sino el amor grande que ponemos, especialmente en las pequeñas obras.
Y tercero, en aceptar con confianza las propias limitaciones, las personales y también las familiares, eclesiales o sociales en que nos ha tocado vivir, con paz y alegría, sin amargura, viéndolas como una oportunidad para entregarnos de veras donde el Señor nos quiere y con quienes ha querido forjar nuestra propia historia.
Por último, quería detenerme en la profecía de Santa Teresita. Ella antes de morir anunció que "pasaría su Cielo haciendo bien en la tierra", y también que "haría llover una lluvia de rosas". Esta profecía se ha cumplido y se sigue cumpliendo en la Iglesia.
La doctrina de Santa Teresita y la devoción a su persona tienen hoy una carácter universal muy especialmente desde que fue declarada doctora de la Iglesia por San Juan Pablo II hace ahora 25 años.
Yo le pido como obispo de esta diócesis que "haga caer una lluvia de rosas" sobre nuestra archidiócesis, bendiga todas las realidades de nuestra iglesia; a los sacerdotes y seminaristas a los que tanto quería Santa Teresita; a los religiosos que encuentran en ella un modelo de consagración y de vida fraterna adornada por la caridad; a las familias, ella que es el fruto granado de la santidad de sus padres, los santos Luis y Celia Martin, y por último a los jóvenes, los niños, pobres y enfermos, a los que nos invita a mirar para aprender el camino de la infancia espiritual.
Os invito a que aprovechéis este tiempo para leer sus escritos, su Historia de un Alma. Estoy seguro de que la celebración del aniversario de su nacimiento ayudará a que crezca la legión de almas pequeñas, víctimas del amor misericordioso que Teresita inauguró con su paso sencillo y lleno de amor aquí en la Tierra.