Fueron, durante dos siglos, la mejor infantería del mundo. Pero no solo por su valor, conviene saberlo: los hombres contra los que luchaban los Tercios también eran valientes. La superioridad que demostraron tantas veces en el campo de batalla tuvo que ver con su espíritu de cuerpo y no solo en el ámbito moral, sino también técnico, esto es, su visión estratégica, su capacidad de innovación y adaptación, su portentosa logística.

José Javier Esparza les ha consagrado su último libro, Tercios. Historia ilustrada de la legendaria infantería española (La Esfera de los Libros), preciosamente ornamentada por los dibujos de José Ferre Clauzel.


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Es "la" obra que hay que leer para comprender la grandeza de esta unidad, sus hazañas y las causas de sus hazañas y, sobre todo, su consustancialidad con la España de su tiempo y su posición dominante en el mundo, y el sentido, católico de forma natural en su fundamento y de forma explícita en su objeto último, de la epopeya.


Booktrailer de Tercios.

Una cierta literatura presenta a los hombres de los Tercios como gentes descreídas, escépticas cuando no cínicas, tipos ayunos de auténtica fe religiosa y aunados solo por un fanático concepto del honor y de la hermandad de las armas.


-Esa imagen es una típica traslación de la mentalidad contemporánea a la gente de otro tiempo. La realidad es que la España de aquel tiempo, en general, era profundamente religiosa, y con frecuencia los hombres de armas son más religiosos aún, hoy como ayer, por el muy explicable hecho de que la muerte les ronda más cerca. Es verdad que la fe de un soldado de los tercios no es una fe de teólogos, sino un sentimiento mucho más primario (también mucho más puro y directo).


-No, el Gran Capitán se preocupó mucho de que la religiosidad fuera un rasgo característico de la infantería española. Al fin y al cabo, éramos la espada de Dios.




-Que el Papa Clemente había provocado esa situación al convertir al papado en un agente político contra España. O que antes de ese saqueo hubo otro, ciertamente menos cruento, promovido por cierto cardenal vecino enemigo del Papa, respuesta a su vez a otro saqueo promovido por el propio Papa (sí, por él). O que una vez en harina -por así decirlo-, los soldados españoles se ocuparon de proteger las iglesias españolas de Roma frente a la furia de sus compañeros de armas...


-Aquello fue una salvajada, pero no algo excepcional en su tiempo.


-Sí. El propio emperador Carlos vistió de luto durante una larga temporada en señal de duelo. Al margen de que, políticamente hablando, la cosa le viniera de perlas, porque el Papa escarmentó. Lástima que fuera en tantas cabezas ajenas...


-Una joyita de Feyder. Creo que hoy no le dejarían hacer una cosa así en Bélgica. Por como trata a los propios flamencos, en particular a los hombres.  


Un breve reportaje sobre La Kermesse heroica (1935), la película de Jacques Feyder que, en clave de humor, refleja el impacto de la llegada de los Tercios a un pueblo de Flandes.


-Bueno, La Kermesse heroica presenta algún personaje así en tono de sátira, y Oro u otras películas recientes los presentan de modo aún más siniestro y en tono no de sátira, sino en serio. Eso forma parte de esa ominosa "ideología del arrepentimiento" que hoy nos flagela a los europeos en general y a los españoles en particular.


-La verdad es que los capellanes españoles eran como cualesquiera otros; con frecuencia mejores, porque aquí Cisneros había hecho la reforma antes de que apareciera ningún Lutero. Hay que decir también que cuando las guerras eran de religión -contra protestantes o, sobre todo, contra musulmanes- los capellanes eran el objetivo preferido del enemigo, de modo que hacía falta auténtico valor para vestir de sotana entre los tercios.


-En principio tenía que haber un capellán por compañía, y la norma se cumplía casi siempre. Los propios soldados lo pedían: el capellán era el puente entre el campo de batalla y Dios. Es verdad que hay testimonios de maestres de campo que demuestran que el personal que acudía no era siempre el más indicado, pero hacer de esto un juicio general sería abusivo.


En un minuto, José Javier Esparza te explica qué cuenta en Tercios.


-Absolutamente. Siempre teniendo en cuenta que hablamos de gente con la mentalidad del siglo XVI, que tiene muy poco que ver con la nuestra. Hay que recordar que, en la época, "misericordia" era el nombre genérico de un tipo de daga. 


-Era un camino bastante común. De lo que yo he leído, no he encontrado tantos casos ni tan ruidosos como los que se dan en los conquistadores de América (lo cuenta Bernal Díaz del Castillo), pero los hay. Basta pensar en Calderón de la Barca, por ejemplo. Y eso sin contar con los (escasos) afortunados que, de vuelta a casa con gloria y prez, levantaban una iglesia en acción de gracias.  


-Que se nos apareció la Virgen, literalmente. Los holandeses habían abierto las esclusas de los canales y el tercio de Bobadilla había quedado aislado en un promontorio, rodeado por las barcazas del enemigo y atenazado por un frío atroz. Pero los nuestros no iban a rendirse, evidentemente, así que comenzaron a cavar trincheras en el suelo helado. En plena tarea de zapa, un soldado topó con un objeto duro: una tabla, un cuadro, un retrato de la Inmaculada. ¡Increíble! Era un mensaje del Cielo, no podía ser otra cosa. Se cantó a la Virgen, se celebró Misa y los nuestros se dispusieron a resistir al enemigo bajo el manto de la Inmaculada Concepción. Y entonces ocurrió lo prodigioso: esa noche el agua de los canales se heló, algo realmente insólito.


-Los de Bobadilla lo vieron claro: no quedaba otra que salir de los parapetos, saltar al hielo y abordar los barcos enemigos. Ganamos. Y el jefe holandés, Holak (en realidad, Hohenlohe-Neuenstein), dijo aquello de "tal parece que Dios es español".  


-Casos como el de Empel no los hay en ninguna parte. Fue un verdadero prodigio. Pero las crónicas están llenas de victorias que se atribuyen a la intervención divina. Es relativamente común la aparición de Santiago, por ejemplo. También en América, donde el Apóstol combate junto a los defensores de la primera villa de Santiago (precisamente).


-Esa idea de que "Dios marcha con nosotros" era mucho más que una frase. La Virgen y Santiago son compañeros habituales de los soldados españoles. Lo siguen siendo hoy.

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