La socióloga Gabriele Kuby se convirtió al catolicismo en 1997.
La Nuova Bussola Quotidiana hace también un análisis sobre las tesis de una obra que es ya un clásico profético sobre los daños personales, sociales y culturales que provoca la ideología de género y su "idea enloquecida de libertad":
Un proverbio bávaro dice: «El demonio ayuda a su gente, pero luego viene a cogerla». Un movimiento perverso y pertinaz, prometeico, típico del superhombre y cuyo objetivo es "liberar" al hombre de las "cadenas" de su naturaleza y de la moral que, intrínsecamente, derivan de ellas. Este movimiento atraviesa inexorable y violentamente la historia. Arrasa y distorsiona, destruye y consume. Algunas veces deja que los exploradores que van en reconocimiento se quemen públicamente, pero sólo para que su sacrificio pueda iluminar el trabajo de consolidación del resto de sus soldados. Lo explica muy bien Gabriele Kuby -alemana de Costanza, nacida en 1944 y socióloga- en La Revolución Sexual Global. La destrucción de la libertad en nombre de la libertad, donde recorre de manera razonada el itinerario de doscientos años de alteración ética que utiliza la sexualidad como una maza insistente. De hecho, ¿qué hay que sea más íntimo y personal que la sexualidad? ¿Y qué hay, por consiguiente, que sea más útil para poder aplastar en la persona lo que es tan íntimamente personal?
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Kuby es una de las plumas más agudas en temas provida, en favor de la familia y contra la ideología de género que hay actualmente. Sobre todo es muy lúcida en su descripción de las conexiones entre revolución sexual, pornografía, feminismo, homosexualismo, transexualismo y destrucción de la familia. El público italiano ya pudo apreciar sus obras Gender revolution. Il relativismo in azione y Only you. Diamo un'occasione all'amore. Este nuevo libro, que aparece publicado por primera vez en español, ofrece la traducción de la sexta edición revisada y actualizada de un texto que salió originariamente en Alemania en 2002 y que ha sido ya publicado en distintos idiomas.
Como resume el presidente de Pro Vita, Toni Brandi, en el Epílogo de la edición italiana, todo gira alrededor de una paradoja: la libertad que esclaviza. La libertad enloquecida, precisa el cardenal Carlo Caffarra (1938-2017) en la Introducción: «La obra de la libertad enloquecida tiene una estrategia concreta, porque tiene una dirección mundial que la guía y la gobierna. ¿Cuál es la estrategia? La del gran Inquisidor de Dostoyevski. [...] La estrategia es clara: dominar al hombre aliándose con su instinto básico. El nuevo gran Inquisidor no ha cambiado de estrategia». Por consiguiente, esta libertad enloquecida, concluye el cardenal, es en realidad «la eutanasia de la libertad» perpetrada, explica el filósofo y teólogo católico alemán Robert Spaemann en el Prólogo de la edición española, a través de una re-educación total que «concierne, en última instancia, a la liquidación de lo que desde tiempo inmemorial tenemos la bella costumbre de llamar "ser humano" y "naturaleza humana"». Lo que la revolución sexual global pretende es, de hecho, «emanciparnos de nuestra propia naturaleza». El final del hombre y el nacimiento del post-hombre.
Robert Spaemann, uno de los filósofos católicos más prestigiosos del mundo y buen amigo de Benedicto XVI, prologa La Revolución Sexual Global.
En la edad moderna, el proyecto de la revolución sexualista y pansexualista se desarrolla en un proyecto universal; y lo hace escondiéndose detrás y anidándose dentro de la ideología única y gnóstica de la modernidad, que se esconde en corrientes y escuelas sustancial y funcionalmente siempre en lucha entre ellas con el único fin de confundir y atacar. Comienza, de hecho, con la madre de todas las ideologías y de todas las ideocracias contemporáneas: la Revolución Francesa. Y por mucho que pensemos que lo hemos visto todo, aún puede causar mucho daño y mucho desgaste. Sus abanderados a lo largo de los siglos han sido los distintos Jean-Jacques Rousseau y Charles Fourier, Karl Marx y Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, Wilhelm Reich y Alfred Kinsey, John Money y Margaret Sanger, Jack Kerouac y Simone de Beauvoir.
Wilhelm Reich (18971957), uno de los padres de la Revolución Sexual Global, con su dispositivo para bajar energía orgásmica de las nubes. Son los primeros pilares "científicos" de la ideología de género.
Hay muchos otros, tanto famosos como menos conocidos, pero lo que les une es la corrupción razonada tanto de lo que han predicado como de las vidas que han llevado o, por lo menos, de cómo han acabado. Drogas, alcohol, locura, ocultismo, suicidio. Helo aquí, el diablo del proverbio bávaro, generoso con los suyos, pero siempre haciéndoles pagar un precio altísimo. ¿El nombre de todo esto? Desorden. Desorden vivido internamente y desorden causado a terceras personas. La nada, solo por probar su sabor. Terrible. Técnicamente diabólico.
Bruce Reimer (luego Brenda, luego David), juguete roto en las manos de John Money, fundador de la ideología de género, quien le castró en 1967, cuando tenía 2 años. Bruce/Brenda/David se suicidó en 2004. Pincha aquí para conocer su historia.
El desorden es la clave de este movimiento antiguo, transversal e insolente. La ruptura de cualquier norma, la aniquilación de todas las reglas. «El hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado». Esta colosal mentira de Rousseau es el mantra que sirve para el ataque; el sexo es su Panzer-Division. El sexo descontextualizado y tratado con superficialidad, utilizado y abusado, trastornado y trastocado, exagerado y excéntrico, mecánico y psicopático, el sexo que aturde, el sexo múltiple; en resumen, el sexo como sea con tal de que sea sexo. Rigurosamente sentimentalista y fin de sí mismo, autónomo y automático, mejor si es contra natura y, eso sí, siempre a contramano, pasado por la ideología de género y homosexualizado, bulímico y beodo, estéril y abortivo, instintivo y caótico, bromista y pantomímico, repetitivo y aburrido, dejado, auto-idolatra y, al final y en resumen, impotente.
El año que viene habrán pasado cincuenta años desde el 68, el año símbolo en Europa (y desde luego en Italia) de la revolución de las costumbres, la moral y la sexualidad. Comenzó remotamente allí, incubado por el neo-marxismo y mezclado con el psicoanálisis y la psicodelia, el desastre del que tira hoy en día el pensamiento transgénero para subvertir todos los criterios. El libro de Kuby proporciona una buena preparación al tema. Pero no es todo. En la última parte el horizonte se hace, si cabe, más negro. Tras haber descrito hombres y medios, potencias y dinero en acción, la autora teme que esté en ciernes un nuevo totalitarismo, suave de apariencia, pero dañino como nunca lo había sido antes. La normalización de una humanidad cogida, digamos, por la garganta y amansada como un perrito dispuesto a todo por un hueso. De este modo, Kuby concluye lo que ha dicho al principio, trescientas páginas más atrás: el poder del vicio como instrumento de control socio-político. La tormenta perfecta. El final del hombre como Dios manda para dar espacio al post-hombre generado por los ardides perversos del Enemigo.
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Traducción de Helena Faccia Serrano.