Lo explicó en el Congreso Internacional ¨Cien años de la Revolución Rusa¨, organizado en Madrid por el Instituto CEU de Estudios Históricos, señalando que todo empezó “bastante pequeño”.
Stephane Courtais, historiador, explica cómo Lenin tomó el poder, por los errores del gobierno post-zarista y la ineficacia de la administración, no por "la ola inevitable de la Historia"
“El 7 de noviembre de 1917 Lenin se hizo con el poder. No fue realmente ni un golpe de Estado, ni un levantamiento armado de la población ni un golpe militar, sino una "toma de armas", que consiste en que unos millares de activistas armados toman unos cuantos lugares estratégicos. Eso afectaría luego a todo el planeta”.
Los bolcheviques lo presentaron luego como algo inevitable, como una revolución desde abajo que creaba una democracia proletaria. Era su leyenda y tras la victoria de la URSS contra los nazis en 1945 se presentaron mundialmente como vencedores del fascismo. Se designó al nazismo como el mal absoluto... así que el totalitarismo comunista se presentaba como algo distinto.
El mismo Stephan Courtois creía en esta propaganda comunista: de 1968 a 1971 Courtois fue un convencido militante leninista y anarco-maoísta.
Pero en 1989, la Caída del Muro de Berlín, “inesperada e inimaginable”, fue un brusco golpe a la memoria "gloriosa comunista". La apertura de archivos permitió a los historiadores investigar.
Así, Stephane Courtois, que ya se había desengañado del comunismo años antes, pudo dirigir la publicación del trabajo de varios historiadores en El libro negro del Comunismo, en 1997, centrado en su dimensión criminal.
Han pasado dos décadas desde ese libro y los comunistas de Occidente siguen practicando el negacionismo y el revisionismo y despreciando el trabajo documentado de los historiadores.
“En España he escuchado al líder de Podemos, Pablo Iglesias, que entona su amor por Lenin, igual que el señor Ziuganov en Rusia, que es heredero directo del Partido bolchevique. Y en Francia, una ideología revolucionaria radical no deja de prosperar desde 1992, con un libro de amor a Lenin de su candidato trostkista, Olivier Besancenot [tenía 15 años cuando cayó el muro, sacó 1,5 millones de votos en 2007] o el historiador comunista Roger Martelli [nacido en 1950] con su revista "Regards".
“Otros practican la mentira por omisión: esta semana tres periódicos francese L'Humanite, Le Monde y L'Expresse publican folletos especiales sobre la revolución bolchevique, que recuperan la leyenda bolchevique más suave, omiten todo lo que hizo el poder leninista entre 1917 y 1922 y saltan después al poder estalinista. Ninguna cita al Libro Negro del Comunismo”, denuncia Courtois.
R.J.Rummel, en su libro de 1996 Lethal Politics, calcula que Lenin, entre ejecuciones y hambrunas, causó la muerte de 3,2 millones de personas en apenas 4 años (de 1917 a 1922), sin contar las víctimas directas de las guerras. La “mentira por omisión” consiste en no hablar de estos muertos.
Esos artículos tampoco mencionan “el capítulo en que Lenin instaura una cultura de guerra civil y una dictadura terrorista. Es una historiografía revisionista”, denuncia Courtois.
Llegada de Lenin a Petrogrado cuando hacía mucho que el zar ya había caído; tomará el control de los comunistas... y los soldados
El historiador quiere insistir en una noción que rompe el discurso comunista: “No es el pueblo quien hace la revolución, sino los dirigentes y activistas revolucionarios, ellos crearon la URSS y dirigieron a los soviéticos”.
En febrero del 1917 había una asamblea constituyente, que quería ser democrática tras la época zarista, una asamblea que Lenin despreciaba. Él pedía un partido de revolucionarios profesionales preocupado solo por sus intereses. La toma del poder en noviembre es fruto de las circunstancias y de la voluntad de Lenin.
La palabra "totalitario" no aparece en la Guerra Fría, sino en 19231924, obra de Giovanni Amendola, periodista italiano que describía así el sistema electoral inventado por Mussolini.
"Bolchevismo" es una palabra que usaba ya Lenin en 1903 (del ruso "bolshe", "más" o "mayor").
Lenin impuso un Partido único y una ideología única para todos. Era un Partido-estado que reprimía con violencia extrema cualquier oposición, incluso interna. Se hizo con el monopolio de producción y distribución de los medios: eso le dio control. Y usó el terror no como algo puntual sino masivo.
Courtois distingue entre el autoritarismo y el totalitarismo. “Un régimen autoritario moderno, del siglo XIX, como Napoleón III en Francia o Bismarck en Alemania, busca imponer la autoridad del Estado pero sin transformar la sociedad. Pero el totalitarismo sí que busca transformar toda la sociedad según su ideología”. Eso incluye la familia, el estilo de vida, los horarios, los valores, la espiritualidad, matrimonio, natalidad, producción artística...
Cuadro hagiográfico, con composición en diagonal y contrapicado, dando sensación de dinamismo y de más grandeza al líder (al que vemos desde abajo);
no falta la punta de lanza: la violencia era requerida
Rusia en 1914 antes de la guerra parecía estable. Había pocos obreros en Rusia y la mayoría eran campesinos recién llegados a la ciudad. El zarismo estaba anclado en la autocracia y burocracia. Había conflictos entre los campesinos y las ciudades, que representaban impuestos y reclutamiento militar. Los rusos étnicos eran minoritarios en el Imperio. Pero la I Guerra Mundial lo exacerbó todo. Era una guerra que empezó en 1914 y nadie pensó que llegaría hasta las Navidades de 1915. Toda Europa la sufría aún en 1917.
Los transportes en Rusia eran ineficaces: la comida del sur no llegaba al norte. El zar Nicolás II tenía ministros incompetentes.
En marzo abdicó el zar tras una serie de manifestaciones y de represiones. Fue una sorpresa total: ¡acaban de celebrar 3 siglos de dinastía Romanov!
“El régimen zarista cayó por su vacuidad, no por una revolución obrera. Lenin ni siquiera estaba por allí, sino en Suiza”, explica Courtois.
Los obreros pidieron sus reivindicaciones mientras la burguesía celebraba las nuevas libertades de expresión. Pero todo el país estaba en guerra. Había 150.000 campesinos soldados en Petrogrado, con miedo de ir al frente: se amotinaron y mataron a sus oficiales y ocuparon las calles. Era una fuerza nueva, una sorpresa. El frente con Alemania no estaba muy activo, pero los bolcheviques incitaban a la paz con Alemania y a desobedecer a los oficiales.
“No era una revolución obrera, sino una de soldados, soldados sin mandos y con armas. Así llegó la brutalización a la sociedad rusa”.
Las autoridades tenían una autoridad evanescente: un comité de la Duma por un lado; un Soviet (consejo) con 600 delegados que decidía las cosas "por aclamación", que consistía en gritar más que los de otras facciones, una forma peculiar de decidir. Y había monárquicos que querían monarquía constitucional, pero sin monarca. Finlandia, Países Bálticos, Cáucaso y Ucrania aspiraban a independizarse de Rusia.
En mayo seguía la guerra. Además, los campesinos en las zonas rurales esperaban. El 30 de mayo Lenin en el Soviet campesino propuso confiscar directamente las tierras de la nobleza: logró tan solo 6 votos contra 1.547.
Al principio los textos de la época decían que Lenin era solo un energúmeno, que llevaba 17 años fuera de Rusia. La radicalización que aportó Lenin venía de lejos: llevaba 30 años creciendo en su interior. Tenía dos fuentes: tenía traumas personales por la muerte de su padre y la ejecución de su hermano, que había atentado contra el zar.
Lenin, por supuesto, no era obrero: era intelectual y gran estudiante. Buscaba justificar su odio, leyendo a Nikolai Chernichevsky, autor de la novela "Qué hacer" en 1863, que habla de Rasmetov, un hombre que dedica su vida a la revolución, que busca convertir al hombre ordinario en un hombre nuevo.
Y leía a Sergei Netsaiev, autor en 1879 de "El Catecismo del Revolucionario", que dice que un revolucionario "no tiene sentimientos, ni vínculos personales, ni propiedad, todo en él se absorbe en la pasión por la revolución, en una jerarquía disciplinada destinada a destruir la sociedad”.
Estos fueron los modelos de Lenin. Después descubre los escritos de Marx y Engels. Lenin pretende tener una visión científica de la revolución, donde choca el conocimiento científico (el comunismo) contra el oscurantismo religioso y el engaño burgués.
Courtois es capaz de ponerse en la mente del joven Lenin que se va radicalizando. “Yo en mi juventud participé en movimientos revolucionarios; llega un momento en que te paras a reflexionar, y suele ser cuando la policía te detiene una temporada. Esa detención ¿te lleva a la vida civil normal o te vuelcas en más exaltación? Lenin optó por más radicalidad. Liberado tras una detención, exiliado en Europa, se autoatribuye la misión de unificar a los marxistas rusos con un boletín clandestino y la creación de un partido clandestino de revolucionarios profesionales que dedican su vida a acabar con el régimen, y él como jefe. Es importante este hiper-narcisismo".
Frente a la democracia, con sus mayorías y minorías cambiantes, Lenin prefirió otro esquema: "mayoría un día, mayoría siempre".
Sus 45 volúmenes de obras completas llenas de sarcasmo e injurias, ya prefiguraban su totalitarismo. Y quien se opusiera a él, enemigo, no mero adversario.
Escribe que "la lucha de clases llega a la lucha armada" y que "exige la exterminación de sus enemigos implacable en combates declarados" (textos de 1905).
Seleccionó activistas leales, y también violentos. Y en 1912 creó su Partido Leninista, su núcleo duro. “Lenin simulaba siempre ser muy tranquilo, aunque era en realidad apasionado”.
La guerra de 1914 le pilló por sorpresa y no se la esperaba. Pasó años preso en un centro de internamiento austriaco. “Eso le enfadó. Le enfadó ver que los socialistas de cada país se convertían en patriotas de su sentimiento nacional, en vez de buscar la solidaridad obrera internacional contra el capital y la burguesía”. Por eso empezó a usar la palabra "comunismo" como choque contra el socialismo. Hablaba de transformar la "guerra imperialista" en "guerra civil". Ya antes del 1917 buscaba esa guerra civil.
La Guerra Civil Rusa (que quedaría luego eclipsada por la Segunda Guerra Mundial) duró de 1917 a 1923. El bando rojo sufrió 1,2 millones de bajas militares y civiles en combate o represión. El bando blanco (todos los anti-rojos) sufrió casi 1,4 millones de bajas militares o civiles, en combate o represión. A esto hay que sumarle durante este periodo entre 3 y 5 millones de muertos por hambre, unos 2 millones de muertos por epidemias y otros 2 millones en represiones. Con esta montaña de muertos se inauguraba el comunismo soviético.
Lenin, con Stalin; Stalin lo aprendió todo de él
Lenin fue un hombre prudente, sin acción real, hasta 1917. La revolución soldadesca de Petrogrado fue la señal para actuar. En la Revolución Francesa los acontecimientos habían imprevisibles para sus contemporáneos, rápidos y radicales.
Pero Lenin, en cambio, llevaba desde los 20 años teniendo muy claro lo que quería que pasara, con sus fases: sabía que no podía haber revolución sin guerra civil.
Lenin tenía además herramientas que los franceses antiguos no habían tenido. Tenía la ideología marxista: “es muy fuerte, si aceptas el primer paso, la idea de la lucha de clases, ya está, te atrapó”, explica Courtois. Y tenía una organización fuerte, un partido revolucionario profesional con un jefe claro.
En julio, Kerensky –líder del gobierno de la Rusia post-zarista- cometió el error de lanzar una ofensiva contra los alemanes y austriacos que fracasó, con decenas de millares de soldados desertores. Ya había soldadesca revuelta por todas partes. Y entonces se rebelaron los campesinos, mezclados con los desertores.
El gobierno de Kerensky logró mantener el control y hacer que Lenin huyera a Finlandia. El general Kornilov mantenía el orden, pero Kerensky le tenía miedo. Los revolucionarios rusos -no solo los comunistas- que sabían de memoria la Revolución Francesa temían que Kornilov se convirtiera en un Napoleón: un militar que toma el control para imponer el orden.
Kerensky dejó que con los comunistas apareciera una milicia para-militar sin control del Estado. Volvió Lenin. El asalto al Palacio de Invierno apenas tuvo un par de muertos y el cineasta Einstestein creó pura mitología propagandistica en sus famosas películas de cine mudo.
Se estableció el nuevo régimen totalitario con su guerra civil. Y enseguida Lenin, ya en el poder, creó la Checa, su policía política con poder absoluto, violencia e impunidad. "Un buen comunista es un buen chequista", decreta. El terror y la ausencia de derechos humanos venía dictada desde la dirección del Partido. Ese terror alimentó la Guerra Civil.
El 18 de enero de 1918 los bolcheviques ya reprimieron violentamente las manifestaciones de los socialistas revolucionarios con sus banderas rojas.
Lenin y Stalin muy relajados en 1922, ya con varios millones de muertos en su haber
Courtois finaliza con el objetivo de su ponencia en el congreso, que es una de las claves de su obra: “No hay que decir que al bueno de Lenin le engañó el malo de Stalin: de 1918 a 1922 se implanta todo el régimen comunista. Stalin solo aplicó lo que había aprendido de su jefe y mentor el camarada Lenin. Y este modelo se copió en otros países, por Mussolini, por Hitler”.
Y finaliza con un aviso: “Pensábamos que en 1989 o 1991 acabaría el comunismo. Pero hoy vemos que el islamismo radical adopta algunos de sus elementos".
Octubre, de Einsenstein, propaganda soviética llena de épica, ya gobernando Stalin; todo fue más prosaico y paradójico -incluso chapucero- al principio