"Ha llegado el momento de poner en marcha museos dedicados al legado marxista", escribe el popular filósofo conservador inglés Roger Scruton en Spectator Life.
"Tenemos un modelo, de hecho, en la Casa del Terror (www.terrorhaza.hu/en), establecido en Budapest en 2002, bajo la dirección de Maria Schmidt. Commemora a las víctimas tanto del comunismo como del fascismo y ha causado controversia por eso mismo. Incluso en Hungría los intelectuales de izquierdas nos dicen que los dos males no pueden ser comparados, y que commemorar a sus víctimas en un solo museo es negar su diferencia más importante: que los objetivos del comunismo eran buenos y los del fascismo eran malos", señala Scruton.
Museo del Terror de Budapest, sobre el comunismo y el nazismo;
es el museo más visitado de toda Hungría según TripAdvisor
"Precisamente Maria Schmidt alumbra con la misma luz ambas ideologías para contrarrestar ese tipo de apologética. El objetivo de ambos, dice ella, era el mismo. ¿En qué se diferencia que uno se centre en el resentimiento a los judíos y otro en la burguesía, si el objetivo primario en ambos casos es el asesinato masivo de sus víctimas? ¿O diremos, con Eric Hobsbawn, que en un caso, pero no en el otro, el fin justificaba los medios?", comenta Scruton, refiriéndose a un influyente historiador inglés de origen judío, miembro del Partido Comunista británico, fallecido en 2012.
Scruton añade que en estos tiempos en que más gente queda seducida por "el olvido histórico y la exultación utopista, la necesidad de un programa de educación pública sobre estos asuntos es más urgente que nunca".
Scruton comenta también que aún hoy hay quien puede hablar a favor de "destruir la burguesía" sin avergonzarse, mientras que no se atrevería a hablar de "destruir a los judíos".
Scruton señala que "la burguesía" tiene "una referencia humana real, que somos usted y yo. Los que tenemos propiedad, hacemos negocios en mercados, cobramos sueldos, tenemos esposas e hijos y llevamos una vida ordinaria cotidiana de moralidad y vecindad... somos los que Lenin quería destruir. Somos los objetivos del resentimiento y el marxismo es la teoría de ese resentimiento".
"Una cosa que deberíamos aprender de la Revolución Rusa es que el resentimiento siempre busca teorías que lo justifiquen. Y la lección que aprendí de forma vívida e inolvidable durante mis viajes al otro lado del Telón de Acero es que el resentimiento, cuando finalmente toma el poder, lleva a la muerte de la política. El verdadero objetivo de la política no es expresar el resentimiento sino contenerlo y conciliarlo", insiste Scruton.
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