Mientras en Estados Unidos distintos grupos radicales nativistas o de extrema izquierda retiran estatuas de personajes históricos, o incluso mutilan imágenes de santos como San Junípero Serra, fundador de California, en la Bretaña francesa se ha alzado en años recientes una espectacular colección de esculturas ciclópeas de santos bretones, con cerca de cien estatuas modernas de gran tamaño y tremenod poder evocativo y espiritual.
Se trata del Valle de los Santos (www.lavalleedessaints.com), en Carnoët, un pueblo de 700 habitantes, más en concreto en una colina verde y aislada, a menudo rodeada de una niebla evocativa, una colina especial desde la que ni en días despejados se ven poblaciones alrededor.
En el lugar hubo una pequeña fortificación romana de madera, que los arqueólogos han encontrado y recuperado. A su lado, hay una gran capilla del siglo XVI dedicada a San Gildas (o Gweltas), con un sarcófago merovingio usado como abrevadero. Quien acuda en septiembre a la capilla puede ganar un "perdón" (un tipo de jubileo garantizado por la Iglesia) y su caballo quedará bendecido. Gildas fue un ermitaño y fundador de monasterios y resucitó a santa Trifina recolocando su cabeza decapitada. Quizá por eso es también protector contra las enfermedades mentales y la ira.
Pero lo asombroso en este lugar no es lo antiguo, sino lo moderno: un centenar de estatuas de santos bretones, de entre 3 y 6 metros de altura, esculpidas en granito bretón, macizas, ciclópeas, como unos moais de la Isla de Pascua pero en versión celta y cristiana, a veces tradicionales, otras más experimentales. Las han elaborado una veintena de escultores distintos, todos ellos "un poco locos, un poco poetas", de los que dicen que la piedra les canta historias. Cada imagen ciclópea cuesta 10.000 euros, y se financian con patrocinadores de toda Bretaña (a veces familias locales, otras veces empresas o administraciones).
Los niños pueden subirse a muchas de las imágenes graníticas
En el origen del proyecto está Philippe Abjean, profesor de filosofía en Saint-Pol-de-Léon, una población de la costa norte bretona, de 6.000 habitantes, fundada en el siglo VI por el obispo San Pol Aureliano y otros doce monjes llegados de Gales. San Pol venció a un dragón que aterrorizaba al lugar.
"Nuestra idea era hacer un lugar espiritual mayor en defensa del patrimonio cultural bretón. El proyecto ayudaría a la artesanía del granito, y sería un lugar turístico de gran tamaño y una manera de sacar a la Iglesia de sus muros, más allá de sus asuntos de capilla". Como si fuera una catedral, Abjean y los entusiastas de la Asociación Cultural Valle de los Santos, sabían que sería un trabajo a largo plazo. En 2008 empezaron los primeros trabajos, y ya están a punto de tener cien estatuas colocadas.
San Goustan y el pez que nunca se acababa
En la asociación hay quien querría que en el pueblo llegase a constituirse algún tipo de monasterio de estilo celta, según declararon a La Croix en 2009, un lugar permanente para velar y difundir la devoción a los santos bretones, que son una infinidad y cada uno con gran variedad de leyendas. La colina tiene un indudable encanto espiritual, pero sin una comunidad de fe real no puede llegar al nivel de "colina de fe" de Taizé (www.taize.fr, con sus monjes ecuménicos) o Paray-le-Monial (www.sacrecoeur-paray.org, con su devoción al Sagrado Corazón y su comunidad del Emmanuel).
En el Valle de los Santos, junto a la colina y su discreto aparcamiento hay un pequeño local turístico donde es posible comprar una guía de 130 páginas, describiendo a los escultores, los patrocinadores y dedicando una página a cada santo en francés, ingles y bretón, contando brevemente su leyenda y explicando la opción del artista.
San Arzhel o Armel, por ejemplo, nació en Gales, vivió en la corte de Childeberto, el rey de los francos, y libró a Bretaña de un dragón poniéndole la estola sobre el cuello y llevándole a unas aguas donde desapareció para siempre. Su estatua de 4,3 metros lo representa en el valle desde 2014.
Santa Anna es un caso especial: no es una santa céltica, pero es la figura con más capillas y poblaciones dedicadas en Bretaña, con jubileos y perdones en Sainte Anne d'Auray o Sainte Anne la Palud, entre otros. ¿Devoción a la madre de la Virgen? Los expertos creen que tiene más que ver con la devoción genérica a la maternidad, con todos sus enlaces a la naturaleza y la madre tierra. En el siglo XXI de la ideología de género y el feminismo anti-niños esto ya bastaría para ser contracultural.
En esta línea que puede molestar a algunas feministas (y encantar a otras) encontramos a Santa Gwenn, con tres pechos para amamantar a sus tres bebés que serán todos santos (junto a una hermana posterior). Llegó de Gales a Armórica con su esposo y dos hermanos en el siglo V. Su hermano llegaría a ser rey de vuelta a Gales, su otro hermano, fundador de conventos. Una familia de las que dejan huella.
San Goustan, de 5,2 metros, aparece con un pez enorme: dice la leyende que, abandonado en un islote sin comida, tomaba un trozo de un pez que se regeneraba cada día.
San Guen aparece montado en su barca de piedra: en realidad, no se conoce casi nada de él, y representa a tantos monjes evangelizadores que cruzaban de la Bretaña francesa a la inglesa y a Gales, enlazando las iglesias celtas.
A veces santos muy grandes son representados con imágenes muy sencillas, como la de San Kado, de 3,6 metros: un bloque con un rostro bigotudo y una espada. En realidad San Kado (quizá San Cadón o San Catón en versión española) fue un gran viajero del siglo VI (época en la que viajar era difícil). Recorrió las dos Bretañas, Aquitania, peregrinó a Palestina, llegó a Roma, habló con el Papa que le hizo obispo de Benevento en Italia... Murió en el 570 por una flecha. Antes, en su juventud, fundó un monasterio en Gales, llancarvan, semilleros de santos celtas, como el marinero San Brandán, San Maló (otro marinero celta) y el mismo San Gildas.
Una de las primeras esculturas que se ve, cerca del aparcamiento, es la de San Conan, con espada y escudo: en realidad hubo varios santos con ese nombre, y algunos no tan santos. Uno de ellos, irlandés, evangelizó las Islas Hébridas y llegó a ser obispo en la Isla de Man, donde murió en el año 684. Muchos duques de Bretaña se llamaron como él.
La menos figurativa de todas las estatuas es la de San Rioc, que parece una especie de pico de pájaro abierto, con rombos, triángulos y líneas rectas. Muchos la considerarán fea. Pero su leyenda tiene un fuerte mensaje provida.
Era un niño de 2 años que debía ser sacrificado a un dragón, que pedía un niño cada semana. Un caballero cristiano llamado Derrien llegó, hizo la señal de la Cruz y colocó una estiola o bufanda sobre el cuello del dragón. Este quedó tan debilitado o dominado que el pequeño Rioc lo llevó a la costa de Plonéuour-Trez donde ordenó que se arrojase al mar: así desapareció la bestia.
Cada una de estas estatuas lleva su historia, su simbología y su enseñanza misteriosa, que despierta ecos en el interior de las personas. Es significativo que mientras hay lugares que desprecian su pasado cristiano y no hacen ningún esfuerzo por entender a sus antepasados y sus épocas y contextos, retirando símbolos antiguos, hay otros en los que los artistas abren puertas al pasado, a la cultura, a la belleza y, de alguna forma, también al Cielo y sus santos.
¿Y si en España se levantasen cien imágenes colosales de santos hispanos en una colina?