Un ejemplo muy claro es el corte de uno de sus discursos sobre el diablo, rescatado recientemente por monseñor Charles Pope, párroco en la archidiócesis de Washington y uno de los más influyentes creadores de opinión en el catolicismo norteamericano. (En ReL hemos recogido algunas de sus opiniones, por ejemplo sobre la sotana o sobre las fotos durante la misa.)
Todo el discurso del arzobispo Sheen sobre el demonio es excelente. El corte al que hace referencia el artículo de monseñor Pope va entre los minutos 5:40 y 11:35.
Pope, en un artículo titulado Tres características de lo diabólico que hoy son ampliamente evidentes, se centra en cinco minutos de ese discurso. En ellos, el arzobispo Sheen se basa en las teorías del psicólogo Rollo May (19091994), del Rockefeller Institute, sobre las manifestaciones de lo demoniaco en la personalidad humana para, basándose en el pasaje evangélico del endemoniado geraseno o gadareno, señalar tres signos que caracterizan lo diabólico en el mundo: la desnudez, la violencia, la división.
Sheen comienza recordando que la palabra diabólico viene del griego diaballein, que significa "desunir, separar, encizañar". Y apunta como un "aumento de lo diabólico" las "discordias en la Iglesia", que estaban en su punto álgido en la debacle postconciliar de los años 60-70, época de esta grabación: "La discordia en las comunidades religiosas, la discordia entre los laicos, discordias en el clero... todo ello son manifestaciones del espíritu de lo diabólico entre nosotros".
El entonces obispo de Rochester recuerda que, según Rollo May (quien había publicado en 1969 su célebre Amor y voluntad, donde abordaba la cuestión), hay tres formas en las que, desde el punto de vista de la psique humana, actúa lo diabólico: "Primera, el gusto por la desnudez; segunda, la violencia, la agresividad; tercera, disocia la personalidad, anula la paz interior, desarticula la mente".
(Respecto a la desnudez, monseñor Sheen cuenta una anécdota. Años atrás le preguntó al capellán de una institución si percibía alguna señal de lo diabólico en ella, y éste le contestó: "Sí, a veces, cuando llevo el Santísimo Sacramento, hay gente que se desnuda a mi paso".)
El obispo acude a la historia del endemoniado geraseno, y destaca que los Evangelios hablan de "tres características de este joven: primero, que estaba desnudo; segundo, que era violento y agresivo, no podían ni siquiera encadenarlo; y tercero, su mente estaba dividida", y de hecho "cuando Jesucristo le pregunta su nombre, responde que su nombre es Legión" (unidad formada por seis mil hombres).
"Soy yo, y no este psiquiatra", aclara Sheen, "quien relaciona esas tres manifestaciones de lo diabólico con el joven del Evangelio, pero es que no podía dejar de percibir estas semejanzas... Así que os dejo estas características de lo diabólico desde un punto de vista psiquiátrico: la ruptura de la unidad, la ruptura de las familias, la ruptura de las instituciones, la ruptura de las comunidades religiosas... la ruptura de la unidad de Cristo".
"Tres características de lo diabólico", reitera en su artículo Charles Pope: "Gusto por la desnudez, violencia y división. ¿Qué pensáis? ¿Está el príncipe de este mundo llevando a cabo su agenda? Lo que es más importante: ¿estamos colaborando con él? El primer paso para derrotar la agenda del enemigo es reconocer sus tácticas, definirlas y luego rechazarlas en el nombre de Jesús. ¡Gracias, arzobispo Sheen! ¡Tu sabiduría, la sabiduría de Dios, nunca envejece!", exclama.
Charles Pope: su blog en la página web de la archidiócesis de Washington marca la pauta para muchos sacerdotes y fieles en todo Estados Unidos.
Monseñor Pope consagra su artículo a mostrar cómo las señales de lo diabólico que apuntaba el arzobispo Fulton J. Sheen a finales de los 60 y principios de los 70 (consagró más de un discurso al tema) han ido a más desde entonces.
Monseñor Pope recuerda que modestia proviene del latín modestus, que significa "moderado", y ambos de la palabra modus, que significa "medida": "Por tanto, al tiempo que quiero evitar ideas opresivamente puritanas sobre el vestido, que imponen pesadas cargas (especialmente sobre las mujeres) y miran el cuerpo como algo malo, también debemos criticar muchas formas modernas de vestirse que están en el otro extremo".
"Hay una tendencia al vestido inmodesto", modas que "dirigen la atención hacia aspectos del cuerpo que son privados y reservados para la unión sexual dentro del matrimonio", vestidos "que parecen dirigidos más a llamar la atención sobre esas partes privadas del cuerpo que a esconderlas": "Ese afán por desvelar y a excitar es seguramente un aspecto del gusto del Maligno por la desnudez".
Pope añade en este punto, obviamente, la pornografía, de "proporciones epidémicas gracias a internet": "Lo que antes obligaba a acudir a una apartada librería para adultos, hoy está a distancia de un clic", y "el hecho de que los hábitos de navegación puedan descubrirse fácilmente importa poco a los adictos de esta nueva forma de esclavitud".
También está vinculado "al gusto de Satanas por la desnudez" la "absoluta sexualización de nuestra cultura", incluso de la cultura infantil: "Las series de televisión muestran inacabables conversaciones sobre el sexo. Nos comportamos colectivamente como adolescentes hipersexualizados y obsesionados por algo que no comprendemos".
Y está también "la absoluta confusión que celebra la actividad homosexual": "Lo que las Escrituras consideran gravemente pecaminoso, desordenado y 'contrario a la naturaleza' (Rom 1, 26), lo celebran muchos en nuestra cultura. Quienes experimentan esos deseos se identifican abierta y orgullosamente con aquello que les tienta... En vez de ofrecerles amor, apoyo y la verdad de que deben vivir célibes (como están llamados a hacer todas las personas no casadas), nuestra cultura saturada de sexo, cegada y oscurecida por su propia lujuria, les reafirma e incluso anima a satisfacer lo que solo puede producir más daño a ellos y a otros".
"No es sorprendente", concluye, "que como resultado de esa celebración de la confusión y de la oscuridad, haya echado raíces la aún más profundamente confusa idea de 'transgenerismo'".
"Hemos convertido la violencia en una forma de entretenimiento", dice Pope apuntando desde el cine a los videojuegos. Pero hay cosas peores: la cultura de la muerte.
"La violencia comienza en el útero, donde los inocentes son atacados invocando 'elección [choice]' y 'derechos'", y continúa en formas diversas: "La anticoncepción, la actividad de las bandas criminales, el frecuente recurso a la guerra, la pena capital".
Pope recuerda que el siglo XX fue el más sangriento de la historia, con sus guerras mundiales y regionales y sus genocidios: "Con cada muerte, Satanás hace su 'baile de Snoopy'. A Satanás le encanta la violencia. Le encanta prender fuegos y luego ver cómo nos culpamos unos a otros mientras todos ardemos".
"Vemos divididas nuestras familias, la Iglesia, nuestro país...", afirma don Charles al pasar al tercer punto citado por el obispo Sheen. Y eso "en casi todas las facetas de nuestra vida: raza, sexo, religión, política, economía".
Lo peor: "Nuestras familias se rompen. El divorcio se dispara. Se rechazan los compromisos de cualquier clase como algo demasiado difícil o incluso imposible. La Iglesia está rota, dividida en facciones. Allí donde en tiempos coincidíamos en lo esencial, ahora se considera intolerante apelar a una verdad compartida".
Y remata: "Es una esquizofrenia, tanto en sentido figurado como literal... Sabemos lo que está bien, pero deseamos lo que está mal. Buscamos el amor, pero caemos en el odio y la venganza. Admiramos la inocencia, pero gozamos destruyéndola o sustituyéndola por el cinismo".
Fulton John Sheen, auxiliar de Nueva York (19511966) y luego titular de Rochester (19661969, año en el que se retiró) es sin duda el obispo estadounidense más célebre del siglo XX. Doctor en Filosofía y en Sagradas Escrituras, además de autor de libros apostólicos de gran venta fue un auténtico fenómeno de la comunicación radiofónica y televisiva y responsable de numerosas e importantes conversiones entre políticos del país (entre otras muchas). Podría estar ya fijada su fecha de beatificación, porque Benedicto XVI reconoció en 2012 sus virtudes heroicas, y en 2014 una comisión de siete expertos médicos de su diócesis natal de Peoria informó favorablemente a la Santa Sede, de forma unánime, sobre el carácter naturalmente inexplicable de la resucitación en 2010 de un neonato que estuvo 61 minutos sin respirar tras nacer ahorcado por el cordón umbilical.
¿Qué ha sucedido, entonces? Que dos diócesis, aquella donde nació (Peoria) y aquella donde murió (Nueva York), mantienen una disputa legal por sus restos mortales. La diócesis de Peoria inició el proceso de beatificación en 2002, con el visto bueno del cardenal Edward Egan, a la sazón arzobispo de Nueva York, en el sobreentendido de que su cuerpo, enterrado por voluntad del difunto en Nueva York, sería llevado a Illinois al finalizar la causa. En 2014 el obispo de Peoria, Daniel Jenky, reclamó el cuerpo para ser examinado, tomar reliquias y estar presente en la ceremonia de beatificación en la catedral de Peoria. Pero en ese momento el cardenal Timothy Dolan, sucesor del cardenal Egan, decidió que debía primar la voluntad de Sheen, y que la ceremonia debía hacerse en la catedral neoyorquina de San Patricio. Tras lo cual monseñor Jenky suspendió la causa de beatificación, lamentando que, tras doce años de trabajos, los esfuerzos resultasen baldíos.
Cualquier pretexto es bueno para volver a escuchar este pasaje de la célebre homilía del obispo de Peoria, Daniel Jenky, el 14 de abril de 2012. Pronunciada bajo el título Llamamiento a los hombres de fe católicos, desgranó con claridad y valentía extraordinarias la necesidad de heroísmo en los católicos de nuestro tiempo, señalando con nombres y apellidos a los enemigos de la Iglesia, en los momentos álgidos de la anticristiana presidencia de Barack Obama.
En el verano de 2016, una sobrina-nieta de Fulton J. Sheen acudió a los tribunales de Nueva York en defensa de la posición de Peoria, y los jueces le dieron la razón, pero la diócesis de Nueva York ha apelado y el caso continúa pendiente de una resolución definitiva. Peoria no puede concluir el proceso sin el cuerpo, y Nueva York tampoco puede concluirlo sin que Peoria le pase el proceso.
Una situación en la que, más allá de las razones jurídicas canónicas y civiles que unos y otros puedan aportar, está retardando algo que todos los católicos norteamericanos desean: el reconocimiento público de la santidad de uno de sus obispos más queridos. Como diría monseñor Pope, "alguien" está haciendo el baile de Snoopy...