Conocida por el gran público gracias principalmente a la adaptación para el cine de sus obras, la novelista inglesa Jane Austen, que moría hace doscientos años, merece más que un simple enfoque romántico, como explica Philippe Maxence en L'Homme Nouveau.
El cine le ha devuelto el honor, dando a conocer al gran público francés a uno de los escritores ingleses más importantes. Este escritor es una mujer: Jane Austen (17751817). Después de Sentido y sensibilidad, la gran pantalla nos ofreció la historia de Orgullo y Prejuicio. En este caso, el público pudo descubrir, gracias al DVD, la magnífica adaptación de la misma novela realizada por la BBC. Inmediatamente los puristas de la obra de Jane Austen empezaron un debate sobre cuál de las dos adaptaciones (la de la BBC o la de la película de John Wright) es la mejor.
Orgullo y prejuicio, en la versión de 2005 dirigida por John Wright, con Keira Knightley en el papel de Elizabeth.
Según las últimas noticias, el debate aún dura porque es difícil decidir racionalmente entre una película de dos horas y una serie de cinco horas. ¡Avisados quedan los amateurs! Pero, más que este duelo, es la obra de la novelista lo que es importante. Jane Austen nació en 1775, en Hampshire, penúltima (y segunda niña) de una familia de ocho hijos. Hija de un pastor, creció en un ambiente social modesto, en el que se incentivaba el amor a la lectura y las artes. Educación lograda, porque desde que tenía once años la joven Jane escribía historias sentimentales. En 1801, la familia Austen se muda a Bath, donde el padre muere cuatro años más tarde.
Becoming Jane [La joven Jane Austen, Amor verdadero] fue dirigida en 2007 por Julian Jarrold. Es el más reciente biopic sobre la novelista inglesa, a quien dio vida en la pantalla Anne Hathaway.
Para Jane, como para su hermana Cassandra -y como les sucedía a todas las jóvenes de la época-, el gran desafío de la vida consistía en casarse. A pesar de una primera esperanza en este ámbito, Jane Austen no se casará nunca, una paradoja para una autora que ha analizado tan bien la problemática del matrimonio de esa época. Vive modestamente con su madre, se ocupa de sus sobrinos y sobrinas y se consagra a la escritura. El éxito que tiene ahora, real -al menos en Gran Bretaña- a partir de finales del siglo XIX, no debe distorsionar la perspectiva. Sus novelas fueron publicadas anónimamente y recibieron una tibia acogida, si bien esta acogida incluyó a la familia real. Jane Austen murió desconocida, de tuberculosis, a la edad de 41 años.
Podemos preguntarnos qué sigue contribuyendo al éxito, hoy en día, de esta escritora pre-victoriana. También en este caso la perspectiva puede distorsionarse por la impresión que proporciona el cine, que puede hacer que se considere a Jane Austen como una autora románica, calificativo que no se desprende de la lectura de su obra. En su libro La era victoriana en literatura, G.K. Chesterton, que la sitúa en la categoría de las mejores escritoras, afirma: "Ninguna mujer ha conseguido alcanzar el perfecto sentido común que tiene Jane Austen".
Más recientemente, el pensador Alasdair MacIntyre no ha dudado en situar a la escritora, por la exploración filosófica de las virtudes que realiza, al nivel de Homero, Benjamin Franklin y un tal Aristóteles, ni más ni menos. ¿Qué es lo que declara MacIntyre? Retomando el estudio de C.S. Lewis que, no contento de ser un escritor y profesor de literatura, fue también un brillante crítico literario, MacIntyre demuestra que los héroes de Jane Austen encarnan las virtudes aristotélicas elevadas por el cristianismo: "Es la unión de temas cristianos y aristotélicos, en un contexto social determinado, lo que hace de Jane Austen la última gran voz imaginativa eficaz en la tradición de pensamiento y de la práctica de las virtudes que he intentado identificar. Ella se desvía de los diferentes encasillamientos de las virtudes del siglo XVIII para recuperar una perspectiva teleológica. Sus heroínas buscan el bien buscando su bien en el matrimonio".
En Tras la virtud, Alasdair MacIntyre hace una encendida defensa del clasicismo moral de Jane Austen.
Más adelante, MacIntyre añade: "La visión austiniana de los vicios y las virtudes es, por lo tanto, muy tradicional. Ser agradable en sociedad es una virtud, como sucede en Aristóteles, pero la novelista sitúa a un nivel más elevado, tanto en sus cartas como en la ficción, la virtud de la amabilidad, que exige una consideración real del otro, y no sólo la apariencia del respeto de las formas. Jane Austen es cristiana y duda de todo encanto que disfrace una falta de amabilidad. Celebra la inteligencia práctica según el modelo aristotélico y la humildad según el modelo cristiano".
La increíble fuerza y el extraordinario talento de Jane Austen consisten sobre todo, a partir de las primeras obras publicadas (Sentido y sensibilidad en 1811), en el pleno dominio de su oficio de novelista. No adquiere esta madurez que, a menudo, es el resultado de los años y de muchos trabajos; ella ya la posee. Le basta desplegarla de manera diferente y es lo que hará a lo largo de esta obra, tan crucial y tan corta a la vez.
En una breve biografía recientemente reeditada, A portrait of Jane Austen [Un retrato de Jane Austen], David Cecil demuestra muy bien este dominio, llegando incluso a escribir: "Sin maestro ni guía en la materia, Jane Austen ha llegado a un dominio de la novela que ningún otro novelista inglés ha igualado. Más frecuentemente que sus iguales, ella sabe resolver el principal problema formal que se plantea a todo escritor: satisfacer las exigencias rivales del arte y de la vida, producir una obra que es a la vez una entidad artística armoniosa y la representación convincente de una realidad diversa y confusa". Viniendo de un profesor de literatura de Oxford, este análisis vale el cumplido.
En el excelente prólogo (y sorprendente prólogo viniendo de dicho hombre) que escribe para la publicación de Amor y amistad, el primer relato escrito por la futura novelista, pues cuando lo escribió sólo tenía quince años, Chesterton va aún más lejos que David Cecil, contradiciendo en parte el aura romántica que algunos han querido atribuir a la autora inglesa: "Jane Austen no tuvo necesidad de inflamarse, inspirarse, o incluso animarse, para ser un genio: simplemente lo era".
Jane Austen ¿romántica? ¡Por supuesto que no! Cristiana y tradicional, ciertamente que sí. ¿Entonces el cine le ha jugado una mala pasada? Si bien ha contribuido a hacerla conocer más allá del círculo de sus lectores habituales y de las fronteras geográficas de Gran Bretaña, a menudo ha confinado a la autora de Orgullo y prejuicio a una posición romántica. Con el paso del tiempo, y a lo largo de las imágenes, hemos acabado olvidando que la escritora condenaba a las jóvenes que se desvanecían, como en el caso de Amor y amistad, o que cuestionaba con firmeza las novelas que jugaban con las pasiones como si se jugara con las cuerdas de una guitarra, como en La abadía de Northanger. Entre la fría razón calculadora y el romanticismo desenfrenado, Jane Austen situaba más bien a sus personajes en el equilibrio de la virtud aristotélica.
Pero seamos justos. Tanto en Sentido y sensibilidad como en las dos adaptaciones de Orgullo y prejuicio, ni Elinor ni Elizabeth aparecen como dos heroínas sumisas al juego caprichoso de sus pasiones. En este punto, la fidelidad del cine es total.
Marianne (Kate Winslet), el ejemplificador contrapunto pasional de su hermana Elinor (Emma Thompson) en Sentido y sensibilidad, en la película de Ang Lee en 1995.
[A continuación el autor del artículo hace algunas referencias a las ediciones francesas de Jane Austen, igualmente interesantes para el lector español en lo que se refieren a la escritora inglesa. Nota de ReL.]
¿Dónde leer en francés esta hermosa obra literaria? En la medida de lo posible, hay que recurrir a los dos volúmenes de las ediciones de la Pléiade, realizados bajo la dirección de Pierre Goubert, con la colaboración de Pierre Arnaud et Jean-Paul Pichardie. Además de la calidad de la traducción, las notas permiten verdaderamente saborear la sutileza y el arte de la novela de Jane Austen, del que ya habrán comprendido que transmite una percepción que amamos.
Chesterton constató que Jane Austen escribía como si la Revolución francesa, de la que fue contemporánea, no hubiera tenido lugar. En sus novelas apenas podemos percibir que su país estaba en guerra contra Napoleón y que los Aliados consiguieron una victoria definitiva en Waterloo. Con todo, si fuera necesario ayudar al lector a encontrar el contexto en el que se mueven los personajes austinianos, sería que estos pertenecen a un mundo enterrado, desaparecido, aún más desconocido que Waterloo y su fecha precisa.
Personajes de la pequeña aristocracia rural, que actúan aún según los códigos de la sociedad inglesa del siglo XVIII, diferentes de los que nacerían bajo la reina Victoria, los héroes de Jane Austen necesitan ser explicados al lector francés. No por ellos mismos, porque ciertamente podemos leer a Jane Austen sin estas explicaciones. Pero con ellas saboreamos mejor, mucho mejor, el gran logro de esta escritora. Es ciertamente uno de los grandes méritos de la edición de La Pléiade, que se añade a la calidad de las nuevas traducciones.
Son muy interesantes también los apéndices, probablemente reservados sobre todo a los curiosos o apasionados de la historia literaria. En ellos encontramos, por ejemplo en el volumen II, Sandition, la novela inacabada de Jane Austen y primera versión de Persuasión, como también la rara obra de Elizabeth Inchbald que le sirvió a la escritora como inspiración para Mansfield Park. Además el editor ha tenido la juiciosa idea de publicar pasajes de la correspondencia de Jane Austen, de interés literario para el lector hodierno. Esta correspondencia permite conocer mejor las exigencias de Jane Austen en la materia, que ella expresa en el marco de un intercambio de cartas con su familia.
En su introducción a este volumen II de las Novelas completas, Pierre Goubert observa que la obra de Jane Austen es también "una reacción al abandono de las costumbres". Lo explica detalladamente en esta líneas: "Encontramos la misma decidida oposición al liberalismo sentimental, la misma desconfianza respecto a las debilidades de la naturaleza humana (en la que confiaban, en cambio, de buen grado los seguidores de Rousseau), la misma preocupación por una educación moral temprana que inculque buenos principios y que cree en el niño la sumisión a la disciplina".
¿Nos atrevemos a decirlo? El interés y la actualidad de la obra de Jane Austen están también en esto.
Traducción de Helena Faccia Serrano.