A los 80 años, Krzysztof Zanussi es una institución del cine europeo, con más de 30 películas a sus espaldas. En España la más conocida es la biografía sobre Juan Pablo II que filmó en 1981 ("De un país lejano"), porque se ha emitido varias veces por televisión. Pero en los festivales de cine de toda Europa ha estado presente o como jurado o como director. Se le puede entrevistar en inglés, en italiano, en español, en ruso, ha sido profesor de cine en varios países y conoce Europa y su cine desde sus "dos pulmones". Además, es un católico militante y sin timideces.
Ahora llega a España su película Éter, que se estrena el 31 de enero. En ReL la reseñamos aquí con detalle. Es una película "con truco", los últimos 10 minutos lo cambian todo, tiene sorpresa final. Y eso hace difícil poder hablar de ella sin desvelar secretos. Zanussi la describió así: "trata de alguien que usa anestesia antigua -éter y cloroformo- pero la idea de fondo es poseer a otras personas, quitarles libertad, hacerlas completamente sometidas".
La película es arriesgada: el protagonista en realidad es mala persona, las personas que le rodean son cínicos, y eso no enamora al espectador. Pero al final se levanta un velo y todo adquiere otra luz. Es atrevida, es muy contracultural (en el sentido cristiano en que hay que ser contracultural). Y él aprovecha para criticar el cine conformista.
- Señor Zanussi, hace 10 años usted nos decía que los festivales europeos estaban controlados por personas de extrema izquierda que bloqueaban las películas que no les gustan. ¿Sigue siendo así?
- Pues sí, sigue igual. Pero además, ahora hay un conformismo, un miedo a lo nuevo, lo distinto. Por ejemplo, a Cannes llegan 2.000 propuestas, y los seleccionadores tienen miedo de seleccionar algo que disguste a sus superiores. Así que buscan películas parecidas a las que ganaron en ediciones anteriores. Y los cineastas se amoldan a eso. Y al final se crea una inercia que provoca que las películas originales no sean premiadas. Ese miedo es un signo de la debilidad de nuestra cultura. Ya Ortega y Gasset lo decía en La Rebelión de las Masas: todos tienen miedo a ser originales. Me parece un error.
- ¿Se está produciendo en Europa Oriental buen cine, con valores, que no llega a España?
- Sin duda. Pienso, por ejemplo, que en España no se conocen las películas de Andrei Zviáguintsev, premiado en Venecia, en Cannes... Hay una especie de canon ideológico, y si no lo confirmas...
- Han pasado 30 años de la Caída del Muro. ¿Está dando Europa Oriental los frutos de cultura que Dios le pide?
- Mmm... el término "Europa Oriental" en Polonia no nos gusta mucho. En 1989, cuando aún no había caído el muro de Berlín pero ya hubo elecciones libres en Polonia, el nuevo gobierno me envió a Estrasburgo y el ministro de Exteriores nos dijo: "Si alguien usa la expresión 'Europa Oriental', protestad, eso es vocabulario de la Conferencia de Yalta, cuando Stalin y los aliados se repartieron Europa". Para mí, Europa Oriental se refiere a los países ortodoxos, de cultura bizantina.
- Bueno, pero hay una Europa postcomunista, ¿no? Eso unirá mucho.
- La verdad es que en los países bajo el comunismo durante años idealizábamos la democracia liberal, de mercado libre. Y ahora estamos ahí y vemos que, aunque hemos mejorado, los problemas continúan. En el fondo, el problema es que las democracias occidentales se están infantilizando.
»El populismo que vemos, sea de izquierdas o de derechas, en Grecia, en Polonia, en cualquier país, es fruto del infantilismo. La sociedad occidental no quiere ser madura. La vida es compleja, hay muchas cosas que resolver. Y resolverlas necesita algo muy adulto: capacidad de sacrificio. Y desde Churchill y De Gaulle, desde la guerra mundial, ningún político en Occidente se atreve a hablar de sacrificios. Sin sacrificios no mejoraremos la cuestión ecológica, ni ayudaremos a África. Se están moviendo en África y Asia poblaciones enteras, masas, como en la época de las migraciones de eslavos y germanos desde las estepas hace 1600 años.
- Pero hace 1000 años, al bautizarse el rey húngaro San Esteban, por ejemplo, todo el pueblo húngaro quedó incorporado a Europa, a la Cristiandad. ¿Qué tenemos hoy para incorporar pueblos enteros?
- Es que en esa época los eslavos y otros pueblos aceptaron los valores occidentales, cristianos, con pasión. Por ejemplo, la idea de que los pueblos cristianos no deberían guerrear entre ellos, aunque luego se vio que era difícil de aplicar. En cualquier caso, para incorporar o ayudar a todos esos pobres de África o Asia habrá que sacrificar algo. Y hay que ser maduro para aceptarlo.
- 'Éter' habla de un médico que hace experimentos ilícitos en los años previos a la Primera Guerra Mundial. ¿Otros cineastas no lo habrían ambientado en la época nazi?
- El nazismo fue un fruto del fracaso del llamado "siglo de la Luz"; la industrialización y el crecimiento material del siglo XIX se acompañó de un vacío espiritual. Antes de la Primera Guerra Mundial había un falso espejismo de felicidad. La guerra demostró que las respuestas materialistas del siglo XIX no funcionaban. Es verdad que hoy vivimos más años que antes, y que tenemos móviles, etc... pero, como dicen los demagogos, ¿quién quiere morir por un iPod? En realidad, la pregunta es: ¿hay valores por los que vale la pena morir?
Éter: el doctor quiere control (sobre los demás) y libertad (para él), para realizar sus experimentos
- ¿Se le ha quejado algún teólogo por las cosas que vemos en 'Éter'?
- No, ninguno. En cambio, es interesante lo que sucedió cuando se pasó la película en la India, en Bangalore, que es como el Silicon Valley hindú. Dos veces el público me dijo que les resultaba muy difícil aceptar la idea de misericordia. Ellos, en India, funcionan con un automatismo: si alguien sufre, es que algo habrá hecho, estará pagando un mal que hizo, quizá en otra vida. La idea cristiana de que rezando podemos influir en la justicia es extremamente optimista, me decían. Eso les asombraba.
- Si uno lo piensa, la comunión de los santos es importante en esta película...
- Antes, cuando la física era sólo newtoniana, todo estaba muy medido. Pero desde Niels Bohr y Einstein en la física se han abierto puertas a lo misterioso.
Zanussi, durante el rodaje de Éter, sentado entre dos actores ataviados como militares austro-húngaros previos a la Primera Guerra Mundial
- La película usa mucho la música del Parsifal de Richard Wagner. ¿Es para hacer pensar en los nazis?
- Ellos se apropiaron de Wagner pero no es culpa de Wagner. Es parte de esa crisis moral previa a la Primera Guerra Mundial, ya con Nietzsche.
- ¿Tiene que ver con Perceval, el caballero inocente que encuentra el Grial?
- Tenemos en la película un personaje muy inocente, muy generoso, Taras, el muchacho ucraniano. Por cierto, los coproductores ucranianos me dijeron que siendo un chico casi santo, no debería aparecer con uniforme militar en las trincheras. 'Un santo no puede llevar uniforme', me decían. Va por la tradición oriental de los yurodivye, los 'locos de Dios'. ¿Sólo el loco puede ser cristiano? Quien vive el evangelio radicalmente no puede pactar con el mundo.
- En la película hay mucho mal visible, pero durante mucho tiempo el bien parece invisible
- La tentación del mal es omnipresente. El consumismo nos dice que no existe la tentación, que nuestra naturaleza es aceptarlo todo y consumir. Por supuesto, eso conduce a la catástrofe. La película da testimonio de que el mal, a escondidas, puede hacerse muy fuerte en la sociedad, por desgracia.
Lea aquí la reseña completa de Éter en ReL