Todos los que han visto la película Quo Vadis? recuerdan al mezquino emperador Nerón y a su esposa Popea. Popea tenía antes otro esposo llamado Otón. Otón había sido compañero de juergas de Nerón, pero cuando conoció a su hermosa mujer Nerón se libró de él enviándolo 10 años de gobernador a Lusitania (es decir, a Mérida) y quedándose con Popea. A ella no le disgustó en absoluto ser ahora la mujer del César.
Al final de Quo Vadis, un golpe militar dirigido por Galba toma el poder y Nerón se suicida. Otón, que obviamente odiaba a Nerón, volvió de Hispania y participó en el golpe como mano derecha de Galba. Llegaría a ser emperador durante 3 meses en el año 69, conocido como “el año de los 4 emperadores”.
En la guerra civil de ese año, Otón decidió suicidarse apuñalándose el corazón, según algunos para evitar la muerte de más soldados. Fue considerado sabio y virtuoso, dio su vida para salvar a otros… y sabemos mucho de él porque tres autores cercanos a su época escribieron biografías sobre él: Suetonio (muerto hacia el 126), Tácito (muerto hacia el 120) y Plutarco (muerto hacia el 120).
Al tener tres historias de un mismo personaje del siglo I podemos compararlo con la forma en que los 4 Evangelios tratan a su personaje, Jesús, otros sabio que murió entregándose por su pueblo. Y descubrimos que los Evangelios, como las vidas de Otón que escribieron Suetonio, Tácito y Plutarco, pertenecen a un género literario que se establece en ese siglo I: las “bioi”, las “vidas de…”, más concreto, las vidas de sabios.
Algunas escenas de Nerón, Petronio y Popea en Quo Vadis
A veces se critica que hay desacuerdos en detalles entre los 4 Evangelios. ¿El Sermón de la Montaña fue en una montaña, como dice un Evangelio, o en una llanura, como sugiere otro? ¿Usó exactamente Jesús las palabras de un Evangelio o de otro? ¿No apuntan estos desacuerdos a una invención?
No: los desacuerdos menores que se encuentran son los mismos que vemos al comparar las 3 vidas de Otón según Suetonio, Tácito y Plutarco, y nadie cree que ellos inventaran a Otón o su personalidad o hechos. En los Evangelios, como en las Vidas de Otón, aunque cada autor ordena los discursos y anécdotas según su gusto y estilo, también se comprueba que han buscado testigos de la época y otras fuentes: han acudido a fuentes históricas y han descrito lo interesante de la vida de un hombre sabio.
Un busto de Otón, que se suicidó en el año 69, con 37 años de edad;
fue emperador sólo tres meses, pero escribieron 3 biografías de él...
y al compararlas vemos el mismo tipo de diferencias que al comparar los evangelios
Los biógrafos antiguos se documentaban
El biblista Craig Keener trata este tema en detalle en su libro de 700 páginas (34 páginas son una lista enorme de fuentes de la Antigüedad que ha consultado), titulado Christobiography: Memory, History and the Reliability of the Gospels (“Cristobiografía: memoria, historia y fiabilidad de los evangelios”).
Explica su tesis en la página 497: “la aproximaciones tradicionales al Evangelio escéptica o fundamentalista cometen el mismo error: juzgar los Evangelios según estándares ajenos a su género original”.
Y el género de los Evangelios no es el mito, ni la novela histórica, ni es un himno fantasioso: es el género “bioi”, las Vidas de sabios. Keener dedica 9 de sus 17 capítulos a explicar este género que se consolidó y expandió en el siglo I. Lo usaron griegos, romanos y judíos helenizados como Filón y Flavio Josefo. Por ejemplo, escritas por Plutarco en griego nos han llegado 48 biografías, y sabemos que se han perdido otras, como las que dedicó a la vida de Nerón y sus predecesores Tiberio, Calígula y Claudio, todos del siglo I.
Keener explica cómo eran las “bioi” y cómo los 4 Evangelios encajan en ese género y estilo:
- El lector de las “bioi” buscaba historias reales, hechos auténticos de gente real; no eran mitos ni fábulas fantasiosas; el lector esperaba honestidad y honradez en el historiador
- Los lectores entendían que los autores tenían derecho ser flexibles en su cronología, en los discursos y en la narrativa; discursos de un sabio de 5 ocasiones distintas pueden unirse en uno solo, las anécdotas asombrosas se pueden juntar en un mismo viaje
- Los autores estaban obligados a buscar “memoria oral” (testigos vivos) que recordaran los hechos, o que al menos conocieran los hechos porque se los habían contado testigos; también podían usar textos previos sobre el personaje
Keener explica que en el caso del Oriente Medio Antiguo y de la tradición memorística de Israel, estos testigos podían ser muy fiables. Las enseñanzas de un maestro venerado como Jesús, recordada por discípulos muy atentos, que memorizaban las frases importantes, se conservarían bien. Las parábolas y anécdotas se pueden contar con distintos detalles si se guarda lo esencial, aunque a la audiencia le gusta que se repitan igual, y los apóstoles probablemente escucharon a Jesús repetir cada parábola varias veces de pueblo en pueblo.
“Los evangelistas podrían haber escogido exclusivamente formas litúrgicas como himnos para honrar a Jesús (como en Apocalipsis 5,9-13), pero en los Evangelios escogieron escribir en forma biográfica”, constata Keener.
Keener señala que se suele datar el Evangelio de Marcos en los años 70, cuarenta años después de la Crucifixión (aunque él defiende fechas anteriores) y considera que Pedro podía estar vivo perfectamente en los 60 y muchos testigos estarlo en los 70, recordando palabras y hechos. “Yo pregunto a mis alumnos cuántos recuerdan acontecimientos de hace 4 décadas… y cuántos conocen testigos fiables de hace 4 décadas: ¡todos conocen testigos! Y en la Antigüedad las escuelas filosóficas, las escuelas de la Torá, etc, propagaban enseñanzas de generación en generación”.
De hecho, afirma Keener en una entrevista, “los evangelios sinópticos [Marcos, Lucas, Mateo] están más cerca de recoger las enseñanzas palabra-por-palabra de lo que era común en la biografía e historiografía antigua. Los aforismos cortos, las frases como proverbios, son más fáciles de recordar palabra por palabra”.
Lo específico: una biografía llena de milagros
Hay un elemento específico que diferencia a los Evangelios de otras vidas de sabios o grandes hombres: los milagros y abundancia de hechos sobrenaturales. Keener reconoce que antes de los Evangelios no había biografías de taumaturgos, de hacedores de milagros como Jesús.
Keener es cristiano conservador y cree en los milagros, pero para el debate histórico lo que plantea es que “la pregunta no es tanto si esos eventos fueron de verdad milagros obrados divinamente -que creo que es la mejor explicación- sino si esos eventos aparecen en nuestras fuentes más antiguas y fiables”, explica en una entrevista en Christianity Today.
Además, “la mayor parte de los eventos que aparecen en los evangelios aparecen también hoy. Los estudiosos pueden diferir en la causa (muchos pueden negar que sean sobrenaturales) pero negar que los testigos informaban acerca de sanaciones anómalas en contextos religiosos intensos, curaciones que incluyen cegueras curadas, y sorderas, incapacidad de caminar, resucitaciones… necesitarías ignorar montañas de datos. Hoy tenemos casos con documentación médica testificando algunas de esas curas”.
“Cada capa de tradición histórica reconoce que los contemporáneos de Jesús lo experimentaban como exorcista, sanador y todo eso… ni siquiera sus detractores negaban esas experiencias, aunque las reformulaban negativamente”, detalla. (Por ejemplo, podían acusarlo de usar trucos de brujo egipcio, o de usar el poder del demonio).
El libro de Keener, de 700 páginas, destaca sobre todo por su abundancia de notas y documentación y su detallada exploración de cómo eran las Vidas de Sabios del siglo I y II, y cómo los Evangelios se inscriben en esa tradición, que requería documentación y testigos y buscaba un público interesado en hechos reales y personajes históricos.
Si Nerón no le hubiera quitado Popea a Otón, ¿habría hecho algo histórico Otón, le habrían dedicado libros? Las mismas herramientas y técnicas históricas y literarias que sirvieron para describir al despechado Otón, luego emperador y suicida, son las que se usaron para presentar la figura de Jesús a todo el mundo.
Lo de Nerón y Popea dio incluso para una ópera de Monteverdi en el siglo XVII
El Sermón de la Montaña en la película Jesús de Nazareth de 1977; probablemente Jesús predicó esta lista de bienaventuranzas muchas veces en muchos sitios, con cambios menores, y sus apóstoles las aprendieron; después, estando aún vivos los testigos, se pusieron por escrito y se incorporaron a los Evangelios, como en otras biografías de la época