La cerveza es una de las bebidas preferidas en el mundo. Refresca y anima conversaciones y sin olvidar que el exceso no suele ser nunca nada bueno, suele estar presente en las grandes celebraciones.

Esta bebida y la Iglesia Católica tienen una relación tan antigua como estrecha y la cerveza que conocemos hoy en día es tal gracias a los monjes e incluso santos católicos, que hicieron de ella un líquido que incluso llegó a salvar de la muerte a decenas de miles de personas en la edad media.

Desde entonces, la cerveza y la Iglesia han ido juntas de la mano y todavía hoy algunas de las mejores cervezas del mundo siguen siendo realizadas por monjes, con cuyos beneficios se mantienen y realizan importantes obras de caridad.

El sacerdote ganador del premio en EEUU

Como ejemplo vale una información proveniente de Estados Unidos en la que un sacerdote ha ganado el premio nacional de maestros cerveceros. El padre Jeff Poirot, párroco de la iglesia de la Sagrada Familia de Forth Worth (Texas) fabrica cerveza artesanal como pasatiempo, cuando lo tiene, junto con un amigo en el garaje de su casa.


Benedicto XVI, compatriota de santa Hildegarda de Bingen, suele celebrar sus cumpleaños con cerveza, como el día que cumplió 90 años

El sacerdote cuenta que junto a su colega Nick McCoy se han especializado en la preparación de cerveza trapense y para ello han viajado a varios monasterios de todo el mundo viendo sus cervecerías tradicionales con las que trabajan.

Hace tres años que comenzaron a participar en el concurso cervecero National Homebrew Competition pero ha sido éste el primero en el que han ganado el premio Ninkasi, que se otorga a los cerveceros que han acumulado más puntos en las 33 categorías.

El padre Poirot asegura que ha sido una gran alegría ganar este galardón aunque para él no pasa de ser un mero pasatiempo pese a que sólo los martes por la tarde elaboran cerveza. “Mi horario siempre es agitado, surgen cosas inesperadas. Hay días en los que le he dicho a Nick, ‘vas a tener que terminar de preparar la cerveza solo porque tengo que irme’. Él entiende, no siempre es fácil, pero a veces tengo que ir a lugares como el hospital para atender a la gente. Hay momentos en los que mi trabajo como sacerdote tiene la prioridad”, asegura.

Una histroria que se remonta a la Edad Media

En el Medievo se produjo la expansión de los monasterios por todos los rincones de Europa y con las órdenes monásticas llegaba también la cerveza que, entre otras cosas, aportó en ese momento salud a la población. En muchos lugares el agua era insalubre o de mala calidad provocando enfermedades, y el consumo de cerveza ayudaba a mitigarlas debido a su proceso de elaboración.


Desde hace siglos, en muchos monasterios se tomaba cerveza en las jornadas de ayuno

Los franciscanos, benedictinos, los mínimos y poco después los trapenses realizaban cerveza y se mantenían gracias a ella pues también la consumían en tiempos de ayuno debido a sus propiedades nutritivas.

Debido a que los monasterios eran además los grandes centros de conocimiento, la fabricación de la cerveza era cuidada y medida preservando su fórmula y estudiando los avances.

La aportación clave de santa Hildegarda

La cerveza actual no se parece en nada a la medieval. El cambio se produjo gracias a una santa, Hildegarda de Bingen. Hasta su gran aportación se utilizaba el gruit, una mezcla de hierbas aromáticas. Pero esta benedictina alemana nacida en el siglo XI revolucionó el mundo de la cerveza y de paso salvó miles de vidas.

Hildegarda observó que las bebidas dulces eran muy populares entre la población y que el consumo tan elevado de ellas estaba potenciando problemas de visión e incluso  de ceguera. En un tratado dentro de su extensa obra sobre botánica, esta santa escribió sobre la importancia y los beneficios del lúpulo, otro sobre la cerveza y su empleo en su fabricación de esta bebida.

El lúpulo y la mejora de la salud

Con ella llegó la introducción del lúpulo en la fórmula de elaboración, hoy completamente esencial para la fabricación de la cerveza. Al darle un toque más amargo a esta cerveza contrarrestaba el abuso del consumo de este tipo de bebidas.

Gracias al lúpulo y sus cualidades bactericidas y el carácter aséptico de esta planta favoreció por un lado que se evitara la la muerte de muchas personas por el consumo de agua insalubre y por otro consiguió que la cerveza no se estropeara con tanta facilidad.


Barbara Sukowa, interpretando a Santa Hildegarda en la película Visión, dirigida en 2009 por Margarethe von Trotta.

Erudita y doctora de la Iglesia

Santa Hildegarda fue proclamada doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI en 2012 y fue una auténtica erudita de su tiempo desde la clausura. Escribrió desde tratados de Teología a la Mística pero además aún sigue asombrando a la comunidad científica por sus escritos y remedios en medicina o botánica.

Mucho de los remedios de los que hablaba y practicaba son completamente naturales y útiles a día de hoy, sorprendiendo a los médicos de todo el mundo. (Sus remedios médicos naturales están recopilados en varios libros que puede adquirir AQUÍ).

El perfeccionamiento trapense

Fue con los trapenses cuando se llegó a un perfeccionamiento de la técnica que llega a día de hoy. La marca trapense está registrada pues su calidad es tan alta que su nombre es utilizado como reclamo para vender cerveza. Por ello, sólo un pequeño grupo de ellas son realmente trapenses.

Los miembros de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia se levantan antes del amanecer para empezar el día con la oración litúrgica y vuelven periódicamente a la iglesia a lo largo del día para seguir rezando juntos. Durante el trabajo diario, en el que cada monasterio tiene una especialidad específica, procuran mantener un ambiente de silencio que les ayude a crecer en la oración continua. Trabajar rezando y por tanto ofreciendo a Dios el mejor de sus esfuerzos es la clave de su éxito.


Un monje trapense muestra una de las cervezas realizadas en una de sus abadías

Una vida de oración y trabajo

Este enfoque enseña a los monjes no a asegurarse el éxito sino a dejar que el éxito llegue mediante el cultivo de un ambiente realmente centrado en el servicio que transforma a la persona por lo que la vida en comunidad se convierte en indispensable para ellos.

Es en este punto donde de manera indirecta surge este éxito empresarial. Esta vida que les transforma, en la que dejan de ser uno para ser una comunidad y en la que dejan de ser el centro para ser parte de algo más grande les lleva a ser 'fanáticos' en el "servir" y a dedicar toda su vida a la elaboración de estos productos.

Beneficios que reportan en los pobres y el entorno de las abadías

No es nada sencillo para ellos sino que tras cientos de años y con un ofrecimiento total al servicio en el trabajo durante toda una vida se puede llegar a conseguir la excelencia. En definitiva, para los trapenses la excelencia no es otra cosa que un habito tras una práctica continuada del esfuerzo y de la entrega generosa.
 
Precisamente, pese a su éxito los monjes tienen presente esta entrega generosa y generar beneficios no forma parte de sus objetivos con la fabricación de la cerveza pese a que facturan decenas de millones de dólares. Una parte de los beneficios se destina al mantenimiento de los monjes y al de la abadía mientras que el resto se destina a obras caritativas, a las personas necesitadas y al desarrollo del entorno en el que se enmarca el monasterio trapense. Se convierten, por tanto, en un elemento de crecimiento para la población local.

Sólo diez cervezas llevan el logotipo oficial trapense en sus etiquetas: Chimay, Achel, La Trappe, Orval, Rochefort, Westmalle, Westvleteren, Engelszell, Zundert y Spencer. Son sobre todo belgas, pero también las hay holandesas, francesas, austriacas e incluso una estadounidense.
 

Artículo publicado originariamente en ReL el 17 de julio de 2017