El discurso inaugural correrá a cargo del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Otro cardenal, Raymond Leo Burke, abrirá la jornada del jueves y hará balance de la situación a diez años de la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum.
Los cardenales Burke (izquierda), estadounidense, de 68 años, y Sarah (derecha), guineano, de 71.
Además, siendo Milán la sede de la universidad del Sacro Cuore que acoge el congreso, se dará amplio espacio al venerable rito ambrosiano, propio de la diócesis de San Ambrosio. (Pincha aquí para ver el programa del Congreso y también pincha aquí para conocer los intervinientes.)
Con ocasión de esta importante cita, La Nuova Bussola Quotidiana entrevistó a uno de los ponentes, el benedictino Christopher Zielinski, abad de Lendinara (Rovigo, Véneto) y consultor de la Congregación para el Culto Divino.
El padre Christopher Zielinski, psicólogo social además de liturgsta, fue también abad de Pecos (Nuevo México, Estados Unidos).
-Está claro que la liturgia está orientada a la adoración de Dios y a la santificación del hombre. Por lo tanto, no se puede afirmar que el fin de la liturgia sea el equilibrio psicológico de la persona. Y, sin embargo, precisamente por el hecho de que la liturgia, en su ritual concreto, en la arquitectura y en la música sacra, abre a Dios haciendo que el hombre salga de sí mismo, precisamente por esta fidelidad a su naturaleza adorante, disuelve muchas problemáticas psicológicas. El hombre, hoy más que nunca, está centrado en sí mismo; los Padres decían que el problema alrededor del cual giran todas las problemáticas del hombre es la filautía o amor propio, que hace que el hombre sea, según una icástica expresión de San Máximo el Confesor, "amante de sí mismo contra sí mismo". La filautía, desde un punto de vista psicológico, significa que el hombre mortifica esa dimensión esencial de su persona, que indica que su realización no está en sí mismo, sino en Otro fuera de sí mismo. El hombre narcisista de nuestro tiempo, cada vez más desesperado, necesita seriamente una liturgia que lo ayude a liberarse de ese encerrarse y replegarse en sí mismo que, de manera inexorable, lo ahoga. Me gustaría mencionar una obra del jungiano Edward F. Edinger, Ego and archetype [Ego y arquetipo], que, en mi opinión, puede iluminar muchas cuestiones que atañen a la relación entre los ritos y la psique humana y cómo el hombre puede encontrarse a sí mismo y el sentido de la vida a través de la liturgia.
Carl Gustav Jung (18751961), psiquiatra suizo que se alejó del psicoanálisis freudiano y dedicó numerosas reflexiones a la religión y sus arquetipos.
-Jung siempre había prestado mucha atención a esta cuestión y había indicado, sobre todo, la extrema importancia de los elementos rituales que resaltan la dimensión sacrificial del rito. La realización de la entrega y el sacrificio de sí mismo, por medio de los signos litúrgicos, expresa, desde el punto de vista de la psicología profunda, la inmolación del yo que decide dejar espacio al Sí Mismo, saliendo para ello del propio caparazón. Esa dimensión sacrificial, que hoy se olvida totalmente es en cambio, según Jung, la condición para la realización de la persona y no para su mortificación. Es necesario citar un dicho espiritual que el propio Jung utilizó en varias ocaciones en sus estudios en relación a la experiencia religiosa: Ad lucem per crucem [A la luz por la cruz].
El misal que utilizan los sacerdotes prescribe, en rojo, las rúbricas o gestos y movimientos que debe hacer el celebrante.
»De hecho, cada vez me doy más cuenta de que son poquísimos los sacerdotes que han leído la Institutio Generalis del Misal Romano, como también esas partes "en rojo", que indican la gestualidad, el modo de hablar, los silencios, etc., y que se consideran superfluas. Digamos que las partes en rojo se consideran, simplemente, partes que no hay que leer… Este dato procedente de la experiencia explica, en parte, la situación de total subjetivismo litúrgico que vivimos desde hace tiempo en la Iglesia. Cada uno hace lo que quiere o, peor, lo que desean otros, lo que les parece mejor o lo que en ese momento se siente inspirado a hacer y, así, se priva a los fieles del derecho a tener una liturgia como quiere la Iglesia y que les permita hacer experiencia de Dios.
-Está claro. De hecho, según Jung, el rito tiene la tarea de purificar las intenciones para que, así, no nos ahoguemos en una serie de trampas subjetivas, emotivas y sentimentales que reducirían la visión a un simple mirar y, en este caso, a un mirarse a sí mismos. Según Jung, es fundamental, desde un punto de vista psicológico, que en la liturgia el Yo experimente la acción de Dios.
»Recuerdo un monje ceramista que, mientras comentaba un pasaje de la Regla de San Benito sobre el trabajo y los objetos del monasterio y su sacralidad (porque hay que tratarlos como objetos del altar), resaltaba el aspecto litúrgico de toda la vida del monje, que se expresa a través de una actitud de devoción y reverencia. El monje vivía su trabajo de ceramista como un verdadero acto litúrgico, en cuanto era para él un modo de consagrar la materia y darle una forma inspirada por Dios. Él asumía su actividad de ceramista como un acto de respeto por la materia y de obediencia hacia la realización de las formas. Decía que en el acto ritual del ceramista es necesario evitar todo exceso e invención subjetivo-personalista. En todos los ritos hay una estructura inherente que no permite sentimentalismos, emotividad ni espontaneidad, porque siempre crean exclusiones y tienen corto alcance…
-En la liturgia hay que ser prevalentemente receptivos. Jung habla de "un milagro que no está a disposición del hombre". El protagonismo, sea de quien sea, es verdaderamente negativo y bloquea toda posibilidad de una verdadera experiencia interior de Dios. Cada gesto y, por consiguiente, cada pensamiento, está guiado por una profundidad de deseo que sólo la devoción y la reverencia son capaces de captar, dejándose así guiar. Creo que, llegados a este punto, sería necesario abrir una discusión mucho más profunda que consiga abordar también las cuestiones no sólo canónicas, sino también éticas, que las hay. Basta ya de luchas internas de sabor fratricida, a las que lo único que les importa son las revanchas narcisistas y que llevan al pueblo de Dios hacia una deriva puramente humana, demasiado humana.
-Ciertamente habría que prestar más atención a la formación litúrgica de los futuros sacerdotes. Los seminaristas deberían vivir en un ambiente empapado y marcado por la liturgia, celebrada con reverencia y atención. La realidad es que la mayoría de las veces las misas "ordinarias" en los seminarios no están cuidadas, a menudo se celebran precipitadamente; la Liturgia de las Horas se canta raras veces; el canto sacro, con la preeminencia del canto gregoriano, como confirmó también el Concilio Vaticano II, es prácticamente desconocido, y ha sido sustituido por cantos que de litúrgico tienen muy poco. ¿Podemos decir con toda sinceridad que en los lugares de formación religiosa y en nuestros seminarios la liturgia es fuente y culmen de sus vidas? Está claro que la falta de una vida empapada por la liturgia no puede suplirse con cursos académicos, aunque sean importantes, y que, además, no siempre ayudan… El padre Paul Doncoeur, S.J. decía que “la liturgia es la mejor introducción a la inteligencia de la liturgia", que es como decir que no se puede explicar el perfume de una rosa…
Traducción de Helena Faccia Serrano.