Este fin de semana, entre el 18 y el 20 de octubre, la Universidad Abat Oliba de Barcelona acogerá la decimosegunda edición de las Jornadas Martiriales. Un evento que este año se dedica a La espiritualidad y la oración de los mártires y que reunirá a expertos como Javier Barraycoa, José María Alsina, Martín Ibarra Benlloch, Marcin Kazmierczak, Mons. Juan Antonio Martínez Camino -obispo auxiliar de Madrid-, Fernando del Moral Acha -adjunto a dirección de la Oficina para la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal Española- o el sacerdote Jorge López Teulón, postulador de las causas de los mártires en la archidiócesis de Toledo y bloguero en Religión en Libertad.
Días antes del comienzo de las Jornadas Martiriales se ha puesto en circulación Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo (San Román), última publicación escrita por Teulón hace 15 años y ahora ampliada.
En algo más de 300 páginas, el experto en mártires recorre los 72 días en los que la heroicidad de la fe se plasmó en grado sumo, ya sea en hazañas mundialmente conocidas como la resistencia en el Alcázar, o en otras más recónditas, como son los más de 100 sacerdotes y religiosos matirizados hasta la liberación el 27 de septiembre de 1936. El nuevo relato, que amplía lo publicado anteriormente en Toledo, ciudad mártir, incluye también una miríada de agradecimientos a multitud de particulares y congregaciones -maristas, carmelitas…- que aportaron documentación y novedades relativas a los hechos, y que han permitido al sacerdote relatar, prácticamente minuto a minuto, lo que sucedía en cada una de las calles de Toledo.
El tránsito, epicentro de matanzas y martirios
Teulón expone cómo pocas horas después del estallido de la Guerra Civil, las calles de la sede primada de España se convirtieron en un auténtico viacrucis. Desde el 22 de julio, día en que los milicianos del Frente Popular se hicieron con la ciudad, comenzaron los martirios, siendo los primeros mártires los capellanes Gregorio y Toribio Gómez de las Heras y Emilio Rubio Fernández.
Uno de las muestras del "calvario" toledano fue el conocido como "Glorioso tránsito de los mártires de Toledo", como se empezó a conocer el paseo del Tránsito solo diez días después del cerco de la ciudad debido a las matanzas que ahí tenían lugar.
`Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo´, de Jorge López Teulón, ya disponible en San Román.
Fueron 35 los asesinados en aquel lugar, que se tenga constancia. El autor de Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo se detiene en la paradoja de lo que sucedía en el paseo del Tránsito, donde anteriormente a la guerra ya tenían lugar las ejecuciones públicas hasta principios del siglo XX. "Fue sobrecogedor que, sin ellos saber que el tránsito significaba la subida al cielo, lo eligiesen para los martirios"; observa el sacerdote.
Resistencia y exterminio
A lo largo de Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo, se describe de forma paralela la historia de la resistencia en la plaza y el exterminio, fuera de sus muros, de todo -y todos- "lo que huele a cera", desde sacerdotes y seglares a comunidades religiosas enteras, como fueron los maristas o los carmelitas.
El registro del último vivo de los 16 carmelitas que residían en Toledo, Tirso de Jesús María, tuvo lugar el 24 de agosto, ingresando en prisión tres días después. Para el 31 de agosto, en los 41 días que duraba ya la ocupación, ya se habían superado el centenar de sacerdotes y religiosos asesinados en la ciudad.
El Ángel del Alcázar, Antonio Rivera
Teulón también narra la encarnizada defensa que se desataba en el interior de la fortaleza, relatando los últimos días de resistencia marcados por los 5000 kilos de trilita que hicieron saltar por los aires los muros del Alcázar el 18 de septiembre, el mismo día que Antonio Rivera, el "Ángel del Alcázar", fue herido de muerte tratando de recuperar su ametralladora al cargo.
Con Rivera ya en la enfermería tras estallarle una mina en el brazo izquierdo, se recupera la conversación que mantuvo con uno de los compañeros que resistieron una nueva embestida contra la plaza.
-"Menudo escarmiento están llevando esos hijos de Satanás. ¡Ojalá que no quede ni uno de su ralea!", le dijeron, a lo que Rivera respondió con su conocida frase: "Por favor, no habléis así. Tirad, pero tirad sin odio".
También se relata la operación a la que fue sometido Rivera, una amputación del brazo desde el codo, renunciando a la poca anestesia que quedaba para que otros hiciesen uso de ella. "No os preocupéis por esto", le dijo al doctor, "se lo ofrezco a Dios por vosotros y por todos los soldados de España. Y si me operan sin cloroformo, estaré mientras tanto pidiendo por ella y os tendré presentes en mi oración. Dios ha sido tan bueno que me ha privado del brazo izquierdo, que no me sirve para nada, con el derecho me basta para desenvolverme en la vida".
El último sacerdote asesinado
Fuera del Alcázar, la persecución continuaba. El último sacerdote asesinado fue Pedro Santiago Gamero, que celebró su última misa el 22 de julio en la parroquia de Santa Leocadia. Detenido el 17 de septiembre, fue conducido a los sótanos de Gobierno civil, donde los milicianos "con halagos y promesas, buscaron convencerlo para que reniegue de su fe". Tres días después, cuando uno de sus hermanos fue a visitarle a la cárcel, le comunicaron que acababan de fusilarlo.
Otro de los episodios que marcaron los últimos días de la resistencia en el Alcázar fue la devoción mariana. Especialmente llamativo es el hecho de que cuando estalló la gran mina el 18 de septiembre, la imagen de la Inmaculada del Alcázar fue derribada por la explosión, pero "milagrosamente", se relata, solo se rompieron los brazos del ángel.
El mismo Ángel del Alcázar acudía cada día a visitar a la Virgen del Alcázar pese a su estado convaleciente, arriesgando para ello su vida cruzando los amplios espacios que llevaban a la capilla entre un "diluvio de proyectiles" que debía sortear.
Miedo, terror y un reguero de iglesias destruidas
Especialmente representativo de los últimos días de resistencia es la panorámica de la ciudad completamente devastada, que reflejaba también "la marca que la cruel persecución contra la Iglesia ha dejado, mostrando un reguero de iglesias y monasterios destruidos".
Milicianos profanando los restos de monjas concepcionistas de Toledo.
En lo que a católicos o religiosos se refiere, dice Teulón, "no quedaba casi nadie. La gente estaba con mucho miedo. Además de todos los curas, también mataron a muchos seglares. Nadie sabía qué iba a pasar. Al estar amurallada, la ciudad era una ratonera".
Pero aunque conforme avanzaba el mes de septiembre se incrementaban las noticias sobre las columnas que se disponían a liberar Toledo, la realidad que se vivía en la "ratonera" intramuros era la del miedo y el terror, y muchos no salieron a las calles hasta que veían o escuchaban pasar las columnas de soldados y regulares.
Procesión tras la liberación: "Permanecerá siempre grabada"
Uno de los casos que lo ilustra es el de los dos últimos jesuitas vivos. Teulón cuenta que en un principio eran cinco, que pronto se separaron en dos grupos. Dos de ellos, Gabino Márquez y José María Gómez, hallaron cobijo en la casa de un familiar de sacerdote, permaneciendo ahí los 72 días que duró la persecución. Los otros tres -el superior y dos hermanos-, de más edad, no corrieron la misma suerte, tras ser avistados buscando refugio. Los dos que se salvaron, cuenta el sacerdote, "se quedaron escondidos en la misma casa y no salieron hasta pasadas varias horas de la liberación. No podían creerlo".
Pese a todo, la liberación concluyó con una celebrada procesión de Nuestra Señora del Alcázar por las calles de Toledo el 29 de septiembre, fecha que "permanecerá siempre grabado en el corazón" de quienes participaron. La gente, concluye, "se agolpaba para tocar a la venerada imagen y para suplicar a María Santísima, a la Virgen del Alcázar, que venga la paz sobre España y terminen los días de enfrentamiento, muerte y guerra".