Se conmmemoran los cien años de la Revolución Rusa de 1917 (aquí un artículo de ReL sobre lo que significó). El Patriarca Kiril, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Rusa (que suma unos 150 millones de fieles y más de 200 obispos) señaló recientemente que los intelectuales sin fe, materialistas y hedonistas, fueron los principales culpables de que ideologías totalitarias convirtieran el siglo XX en "una máquina de triturar carne" (expresión tomada del premiado disidente Alexander Solshenitsyn).
El Patriarca Kiril, en un discurso del 29 de marzo en la reunión del Consejo de Patronato del Premio Literario Patriarcal de Moscú, afirmó que la culpa que “todo lo que sucedió en el S. XX fue una máquina de triturar la carne" es de la intelligentsia (los intelectuales)". Fue precedido por "terribles crímenes que la intelligentsia realizó contra la fe, contra Dios, contra el propio país”. La “intelligentsia" (los intelectuales) "lleva más que ninguno la responsabilidad por los tremendos acontecimientos de hace 100 años”.
El Patriarca propone que se pueda investigar y estudiar el pasado con libertad sin caer en el odio. “Demasiada sangre fue derramada, un precio demasiado alto y fue pagado para que nosotros pudiésemos en las actuales condiciones superar los antiguos rencores e impedir influenciar todavía sobre nuestras vidas”, dijo.
El Patriarca, explica la agencia AsiaNews, se refirió un grupo de pensadores cristianos rusos que a finales del siglo XIX y principios del XX ya denunciaban que las ideologías materialistas llevarían al desastre y la masacre, como así sucedió.
Eran discípulos, en distintos sentidos, de Dovstoyevski, filósofos de estilo neoplatónico a veces, protagonistas del llamdo "siglo de plata" ruso. Muchos de ellos fueron expulsados de Rusia en 1922 en un barco conocido "la nave de los filósofos". Ya desde 1908 denunciaban las ideologías materialistas en su colección "Vekhi".
En 1917, al avanzar la Revolución, el filósofo Berdiaev y otros autores de esta corriente escribieron un ensayo crítico colectivo titulado “Desde los Profundo” (como el Salmo 130 que se usa en funerales). Allí, Simeon Frank denunciaba la moral nihilista, con tendencia anticultural, que estaba en la base de la concepción de los intelectuales materialistas. “Si el mundo es un caos y es regido sólo por ciegas fuerzas materiales, ¿cómo se puede esperar que el desarrollo lleve inevitablemente al reino de la región y a la instauración del paraíso terrestre?”
Otro autor cristiano, Bulgákov, denunciaba a los intelectuales materialistas por su soberbia y vanidad. "Si en la intelligentsia falta la humildad, palabra extremamente impopular entre los intelectuales de todas las latitudes", señalaba Bulgákov, faltará también el modelo que es Cristo, "ejemplo insuperable de humildad y autocontrol". El intelectual materialista e ideológico busca lograr maravillas en la historia (revoluciones) mientras que el cristiano es obediente a Dios y espera pacientemente -no pasivamente- el desarrollo de la historia, afirma.
"Si Dostoevsky compara en Los Demonios [o Los Poseídos] a los intelectuales con el endemoniado del Evangelio, sólo Cristo puede exorcizar a los intelectuales de la legión de demonios que se apropió de ellos", señaló el Patriarca remitiéndose a los autores deportados.
Entre los deportados en "el barco de los filósofos" estaban los filósofos Berdyaev, Frank, Lossky, Bulgakov, Stepun, Trubetskoy, Vicheslavtsev, Lapchin, Ilein, Karsavin e Izgoev. También los historiadores A.Kizevetter, A.Florovsky, V.Miakotin y A.Bogolepov. La mayoría tenían 50 o 60 años. A cada uno se le permitió llevar dos mudas de ropa, un abrigo de invierno y de verano y el equivalente a 20 dólares. Con eso debían empezar una nueva vida en el exilio.