San Juan Pablo II , en la carta encíclica Slavorum apostoli, nos dice que la inculturación es la “encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas”. Y el teólogo católico Hans Urs von Balthasar comenta: “Cuando la Iglesia entra en contacto con grandes culturas a las que no ha llegado anteriormente, no puede dejar a un lado lo que adquirió por su inculturación en el pensamiento grecolatino”.
El hermano jesuita Wenceslao Soto Artuñedo, S.I. (Linares, Jaén, 1955), bachiller en Teología, licenciado en Psicología y doctor en Historia es archivero de la Compañía de Jesús en Roma. He trabado contacto con él a través de un viejo y buen amigo, Carlos García Costoya, periodista y director de Xerión Comunicación y Publicaciones, S.L., que ha publicado su libro El jesuita Diego de Pantoja en la Ciudad Prohibida de Beijing.
Diego de Pantoja (1571-1618) fue el primer español que realizó el sueño de San Francisco Javier de llegar a China, y el primer europeo en entrar en el palacio imperial: un jesuita exponente de la inculturación de la fe.
-Hermano Wenceslao, ¿en qué consiste su trabajo en ARSI (Archivo Romano de la Compañía de Jesús) como hermano jesuita, historiador, escritor y biógrafo?
-Mi trabajo como jesuita en el Archivo consiste en acompañar a los nuevos investigadores que lo requieran; realizar trabajos internos de archivista (elaborar inventarios, etc.); ayudar en publicaciones (supervisando traducciones al español, enjuiciando propuestas de publicación, haciendo reseñas de libros…); elaborar un boletín anual de bibliografía de Historia de la Compañía con publicaciones del último año en todo el mundo; seguir mis propias investigaciones…
El hermano Wenceslao Soto salud al Papa Francisco.
-¿Cómo le ha ayudado personalmente a usted en su vocación esta misión?
-Yo soy psicólogo de profesión y he trabajado 20 años en colegios/escuelas profesionales jesuitas como profesor, orientador y miembro de los equipos directivos. Después, 15 años en tareas de servicio directo al gobierno provincial. En todo este tiempo, y también ahora, el estudio de la Historia de la Compañía me aporta identidad para mi misión, pues el conocimiento de algo provoca normalmente su amor. No se puede amar lo que no se conoce, aunque no todo sea reluciente. Investigar la Historia de la Compañía es investigar parte de mi propia historia y me hace sentir más jesuita.
-¿De qué investigaciones o conclusiones se ha sentido más orgulloso?
-Me sentí muy satisfecho de una investigación que hice sobre el padre Alonso de Barzana, S.I. (1530-1597), declarado venerable en 2017, en cuyo origen estaba el deseo del Papa Francisco, y, por la cadena de mando, me llegó a mí de mi superior inmediato la petición de investigarlo. Publiqué dos artículos y un libro que envié a Francisco, quien me respondió con una carta muy cariñosa. Mi investigación fue la base principal para la Positio que hizo posible la declaración como Venerable; ahora está pendiente de que se le adjudique un milagro para ser declarado beato. Lo llaman (también el Papa) el Francisco Javier de las Indias Occidentales, pues misionó en cuatro de los países actuales (Perú, Bolivia, Argentina y Paraguay) y aprendió 11 lenguas nativas.
-¿Qué personalidades son aún poco conocidas o desconocidas, como el misionero jesuita Diego de Pantoja, y deberíamos valorar?
-Hay muchos grandes personajes que dedicaron su vida al Evangelio que aún permanecen conocidos solo en ámbitos reducidos. Últimamente he tenido ocasión de aproximarme a tres de ellos: Alonso de Barzana, por deseo remoto del Papa; Pedro Páez, con motivo del IV Centenario del descubrimiento de las fuentes del Nilo Azul (2018), de quien se cumplirá el IV Centenario de su muerte en Etiopía en 2022; y Diego de Pantoja a propósito del Año Diego de Pantoja, celebrado con motivo del IV Centenario de su muerte (2018). Me alegro mucho de haber aprovechado esas circunstancias para investigar su vida y obra y contribuir a hacerlas más conocidas y valoradas.
-¿Qué otros jesuitas ha investigado o tiene en proyecto investigar?
-Hasta ahora mis investigaciones habían sido más geográficas: jesuitas en Málaga (mi tesis doctoral), en Andalucía, los colegios, o investigaciones más coyunturales para congresos… Últimamente me he dedicado más a biografías de personas.
»Tengo otras investigaciones más concretas en los próximos meses: el prólogo para el libro de la Historia del Colegio San José de Valencia; el jesuita príncipe de Fez, Baltasar de Loyola Méndez, para un congreso; un artículo para la revista venezolana Presente y Pasado; otro sobre el proceso de canonización de San Ignacio para Manresa...
-¿Cuáles son las principales aportaciones de Diego de Pantoja al diálogo de la fe con la cultura de su tiempo?
-Para mí la gran aportación y novedad de Diego de Pantoja fue la de aquellos grandes misioneros: su gran generosidad para responder a lo que creían que Dios les pedía; en su caso, lanzarse a la aventura de un mundo bastante desconocido, con una actitud de apertura, de encuentro.
»Son muy expresivas las llamadas cartas indipetae (para pedir las misiones a las Indias), muestran los deseos de esos jóvenes movidos por la espiritualidad ignaciana. Diego de Pantoja, que no llegó a escribir esa carta, pues se ofreció directamente al procurador de la provincia de Japón, fue a China con su bagaje europeo, pero dispuesto a dejarse conquistar por la cultura china para dejar expresarse un cristianismo con acento chino.
»Quizás su logro más importante no es de tipo teológico, sino político. Con un acercamiento desde la ciencia logró aunar voluntades para recibir el espaldarazo a la religión católica en China, en forma de la donación del emperador de un terreno para enterrar a Matteo Ricci, que, desde entonces es el cementerio histórico jesuita de Chalan (Beijing).
Matteo Ricci (1552-1610, izquierda) y Diego Pantoja (1571-1618), dos misioneros jesuitas en China.
-¿Qué elementos culturales occidentales le resultaron accesorios a Diego de Pantoja, y cuáles orientales le resultaron útiles para llevar a cabo la evangelización e inculturación del Evangelio en China?
-Pantoja comenzó adoptando elementos externos como vestido, costumbres, idioma y nombre. Era su modo de ponerse en la piel de un chino, vivir como un chino con la esperanza de llegar a pensar como un chino, y, a partir de ahí intentar expresar el mensaje evangélico en aquellos moldes culturales, siguiendo el método iniciado por Matteo Ricci.
»Debemos a Pantoja una de las primeras versiones chinas de la Pasión de Jesucristo, algo nada fácil, además de la presentación de las virtudes y vicios cardinales con acento confuciano. Fundó algunas comunidades, como un apóstol itinerante, y algunas de ellas, mientras le era posible volver a visitarlas, las dejó a cargo de una cristiana laica a la que llamaban la “superiora”.
»Aquellos misioneros asumieron un término propio de la cultura china para referirse a Dios, que creyeron más oportuno, algo complicado en cualquier cultura, pues la elaboración del concepto “Dios” está condicionado por su propia historia y experiencia, que no se adecua totalmente a la experiencia cristiana. Adoptaron ritos sociales de veneración a los antepasados -como acercamiento cultural- que después fueron interpretados como ritos religiosos paganos, y, por tanto, fueron prohibidos. Adoptaron una plataforma científico-filosófica más o menos común para expresar la fe.
»Según Arnold Toynbee, Ricci pretendió liberar al cristianismo de los elementos no cristianos de la cultura occidental y presentarlo no como una religión local de Occidente, sino como una religión universal válida para todos. Como horizonte, me parece que sigue siendo válido, incluso necesario, para cualquier tiempo y para cualquier cultura, pero se requiere mucho discernimiento para hacer exactamente eso, prescindir de elementos no estrictamente cristianos, aunque en su momento fueron útiles para el cristianismo.
-¿En qué sentido sería necesario para la Iglesia seguir ese ejemplo?
-La fe no existe en abstracto, es una vivencia que siempre es inculturada. El mismo Jesús no pudo prescindir de la cultura judía en que nació y vivió. La fe de los apóstoles era inculturada y se fue inculturando en los nuevos ambientes donde llegaba, planteando los primeros problemas, por ejemplo, con la apertura a los gentiles. Entonces entendieron que había elementos judaicos que no se debía imponer a los gentiles que se hacían cristianos. Un esfuerzo magistral de inculturación en la filosofía greco-latina lo hicieron, por ejemplo, San Agustín o Santo Tomás de Aquino… Existe el riesgo de consagrar una cristalización concreta de una época como definitiva, pero no todo el rico bagaje acumulado es igualmente importante y útil para todas las épocas y culturas.
»Pero tampoco una inculturación supone dejar todo lo anterior, hacer tabula rasa -sería imposible-, sino adaptar lo permanente anterior a las situaciones nuevas, relativizando lo que se debe más a la cultura que a la fe. Por supuesto, es mucho más fácil enunciarlo que hacerlo, y si bien el principio para mí está claro, no lo están, ni mucho menos, los detalles teológicos, morales, litúrgicos…. Sí que me parece un ideal digno para empeñar toda la vida de un teólogo. Algo que nosotros agradecemos que hayan hecho en otro tiempo, y que las generaciones futuras agradecerán que hayamos hecho.
-¿Qué objetivos ha pretendido con esta publicación?
-Este libro fue sugerido por el editor de otro libro sobre Pantoja, pero a diferencia de aquel, se pretendía un libro en formato divulgativo, por eso no tiene notas a pie de página, aunque, lógicamente, está precedido de una investigación. El pretexto es el 450º aniversario del nacimiento de Diego de Pantoja en Valdemoro (Madrid), apoyando también las numerosas iniciativas que la diócesis de Getafe ha puesto en marcha.