Durante las últimas décadas, el fariseísmo católico "ha cerdeado sobre todo con las ideologías derechosas". Con esta contundencia se ha expresado el escritor Juan Manuel de Prada en una serie de artículos publicados en ABC los días 18, 20 y 25 de febrero de este año bajo el título El Papa y las ideologías. (Pincha aquí para leerlos en su integridad.)
En ellos denuncia las "infiltraciones ideológicas" que han padecido los católicos hasta el punto de convertirse en sal sosa (Mt 5, 13) , porque las ideologías "pretenden vanamente... construir un orden temporal prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse". Esa conversión de la mísica en política "deseca la fe y convierte a los católicos en fariseos", les engatusa con "el caramelito del mal menor" que, por ejemplo, convierte "sus medios de comunicación (concebidos para propagar la fe) en descarados altavoces de propaganda partidista, parasitando y a la postre inutilizando heroicas iniciativas católicas como la defensa de la vida y la familia" y convirtiendo a los católicos en "conservaduros" [el duro es la denominación popular de la antigua moneda de 5 pesetas] a cambio de que transijan con "todas las ingenierías sociales" y "todas las aberraciones morales". Siguiendo a Lucetta Scaraffia en un artículo publicado en L'Osservatore Romano, Prada considera que muchas interpretaciones negativas de hechos y dichos de Francisco se deben a que el Papa está intentando romper ese cerco.
No es que esté esencialmente mal criticar al Papa ("para el católico puede ser incluso una obligación moral", destaca Prada), porque "un católico consciente no puede incurrir en el eunuquismo papólatra". Pero una crítica auténticamente católica "ha de ser una crítica valerosa, que no se conforme con poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias, como hace el católico ideologizado".
En particular, en puntos como la aceptación del legado de Lutero o la comunión de personas mal dispuestas al sacramento, Prada recuerda que Francisco no ha sido tan pionero como quiere hacer creer "la levadura infernal de la ideología".
"Una crítica auténticamente católica se hace con el sombrero entre las manos y la cabeza sobre los hombros" (como, recuerda, pedía G.K. Chesterton entrar en el templo) y "se enfrenta sin miedo a las causas profundas, no a consecuencias concretas y tal vez veniales". Y, enfrentándose a las causas profundas, "tendrá también que criticar papados anteriores, concilios eclesiásticos, corrientes teológicas, filosóficas y pastorales que no ha inventado Francisco".
Juan Manuel de Prada menciona específicamente pronunciamientos "plenamente católicos" del Papa en materia económica que el mencionado fariseísmo quiere "[hacer] creer a los católicos desprevenidos que son pronunciamientos izquierdistas". Y así le denigran "el mundo neocón", "la derecha identitaria", los "ámbitos neoliberales" o "la derecha pagana".
Francisco se ve atacado porque busca evitar el "abrazo del oso" de esas derechas, pero también hay "abrazos interesados" desde la izquierda, entre cuyos intentos cita Prada los de Hillary Clinton o Pablo Iglesias, quienes "comparten con la derecha pagana que presenta al Papa como un peligroso comunista el propósito de infectar ideológicamente el catolicismo".
Ante esa situación, concluye Prada, los fieles debemos apoyar al Papa y recordarle también que "a veces por esquivar el abrazo interesado de la derecha puede uno exagerar el gesto y caer en el abrazo no menos interesado del mundialismo progresista y de sus corifeos mediáticos, prestos a disolver la fe católica en una moralina huera y sincrética".
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