El viernes 3 de diciembre se estrena Tengamos la fiesta en paz, una película de Juan Manuel Cotelo navideña "de verdad" y con un mensaje por la unidad de la familia. Nos presenta, con mucho humor y divertidos números musicales, las dificultades de un matrimonio al borde del divorcio y lo que harán sus hijos por intentar evitarlo.
En el papel del padre, Carlos Aguillo, músico, bailarín y actor con un especial gusto por la Navidad, sobre la que ha dirigido varios cortos: Children of light, Anunciación y El regalo de la Navidad.
En Tengamos la fiesta en paz da muestras de su gran versatilidad dramática, y vamos a verle irritado, asustado, melancólico y, por supuesto, haciendo reír al respetable.
-Música, niños, humor... ¿ha sido un rodaje divertido?
-Efectivamente. El rodaje con estos niños, y con este equipo ha sido divertido y emocionante. La espontaneidad y alegría de los pequeños, contagiaba a todo el equipo. Han sido un tesoro que hemos cuidado mucho durante el rodaje. Nos han conquistado el corazón. Fíjate que había noches, después de toda una jornada de trabajo, en la que nos reuníamos en torno al piano de la abuela, en el salón de la casa. Y cantábamos y tocábamos las canciones de la peli, y de otros musicales. Una delicia.
-Desde el punto de vista profesional, ¿te ha satisfecho especialmente el hecho de que sea un musical?
-Esto es literalmente un sueño hecho realidad. Desde pequeño quedé impresionado por las películas musicales. Sonrisas y Lágrimas, El violinista en el tejado, Mary Poppins, Cantando bajo la lluvia, Fred Astaire, Gene Kelly... El día que ensayé con el cuerpo de baile una de las canciones de la película, flotaba en el aire. Fue maravilloso.
Uno de los números musicales de "Tengamos la fiesta en paz", con Carlos Aguillo en primer término y detrás Juan Manuel Cotelo, que también interviene en el film como actor.
-El problema que aborda la película, las rupturas matrimoniales, es realmente un drama de nuestro tiempo. ¿A qué lo atribuyes?
-En mi opinión, es una verdadera lástima. Es muy triste. Lo atribuyo principalmente a dos factores: a la cultura de la comodidad instalada en nuestro día a día y al poco fomento social que se le da a la familia, como célula primaria de construcción de nuestra propia cultura. Echo en falta mensajes en los medios que nos recuerden el amar y aceptar a tu marido, mujer, hermano, hermana, hijo, hija... Lo que viene a ser, el espíritu de sacrificio. Tendría que haber políticas sociales, con ayudas económicas, que incentiven la unión familiar.
-¿Qué mensaje aporta "Tengamos la fiesta en paz" para ayudar a paliar este problema?
-El mensaje es claro: la unión familiar requiere de esfuerzo y de ayuda. Requiere de respeto, cuidado y atenciones. Todos queremos amar. Pero... ¿hasta dónde? ¿Cuál es nuestro límite?
-Sin hacer spoiler, ¿qué hay en tu personaje y en el de tu esposa que crea problemas en el matrimonio y podría evitarse para no llegar a un punto de ruptura?
-Cuando se llega a un punto donde la ruptura se ve como una opción, no siempre es fácil achacarlo a una única causa. Muchas veces responde a algún acontecimiento puntual definitivo, o una gota que colma el vaso. Evitar una ruptura es librar una batalla para obtener la paz. Y esa batalla muchas veces requiere de originalidad y humildad. Mi personaje, el padre, estoy seguro, en el fondo no quiere divorciarse. Pero no sabe pedir ayuda. Se deja llevar por una rutina, por unos malos hábitos, que al final han invadido su voluntad. Y así, si no llega a ser por otras personas, puede verse de la noche a la mañana, sin mujer ni hijos, ni nada...
Carlos Aguillo y su esposa en la película, interpretada por Teresa Ferrer.
-Los hijos tienen un papel fundamental en la resolución del caso. ¿Son ellos los principales perjudicados cuando hay un divorcio?
-Poner a los niños en el centro de la película, como verdaderos protagonistas, ha sido un gran acierto de Juan Manuel Cotelo como guionista y director de Tengamos la fiesta en paz. Ellos son los que más sufren las rupturas. A veces lo tamizamos nombrándolo como un cese temporal de la convivencia, o una ruptura amistosa. Pero el niño no entiende de códigos y vive una herida íntima, que solo con el tiempo puede llegar a ser comprendida. En la película, los niños van a ser niños, con un único propósito: que todos sigan unidos.
Irina (Ana Bravo), Belén (Eva Bravo) y Ángel (Juan Sánchez) tendrán un papel fundamental en la misión de mantener unida su familia.
-Tengamos la fiesta en paz se estrena a las puertas de la Navidad y Cotelo ha insistido en que es una película navideña "de verdad". ¿En qué sentido lo es "de verdad"?
-Bueno, quizás porque la Navidad (Christ-mas en inglés), es una festividad que celebra el nacimiento del Salvador, del Emmanuel que significa "Dios con nosotros". ¡¡Esto es una gran noticia!! Dios, que es todopoderoso, está a mi lado, me acompaña, es de mi equipo. Me dice: estoy aquí, contigo. Quiero que seas feliz. Y en esta película así se refleja. La Navidad no es algo mágico. Sino que es un acontecimiento que se hace presente cada año. Hoy hay miles de películas comerciales que son navideñas, pero no hablan de la Navidad. Tratan sobre muñecos de nieve, calabazas, duendes, renos, regalos, árboles, lucecitas... Pero la Navidad es algo mucho mejor y más grande. Y a veces, no somos conscientes de ello. En esta película, los niños piden un milagro a este niño Jesús que nace. Y en la Biblia está escrito: "El que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama a la puerta, se le abre". Los niños lo saben. Y lo hacen.
-¿Cómo animas a nuestros lectores a acudir al estreno y a no dejar de verla en estas fechas?
-Les animaría por tres razones: primera, porque es una película divertida, entretiene. Yo voy al cine por eso, para entretenerme. ¡Si no, que me devuelvan el dinero!
»La segunda razón, es porque, de la sala salimos mejor de lo que hemos entrado. Te contagia algo tan difícil de conseguir que es la alegría.
»Y la tercera razón: es una película para ver con toda la familia. Tengas hijos, sobrinos, abuelos, amigos especiales... Con los que estés más cerca. Si tienes oportunidad, invítales al cine. ¡No os vais a arrepentir!
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