A lo largo de la historia, y hoy también, han existido movimientos que tergiversaron el cristianismo para asimilarlo a corrientes esotéricas o gnósticas que protegerían una sabiduría reservada a un selecto grupo de iniciados. Nada es más contrario a verdad cristiana, que reposa sobre la Revelación pública de Cristo y en Cristo, y configura una Iglesia esencialmente misionera, abierta, universal. Así lo explica Miguel Pastorino en un artículo publicado en Aleteia:
“Cristianos” nominales que practican el esoterismo y las diversas formas de ocultismo, existen y no son pocos. Eso no será lo que discutimos en este artículo. Pero ¿es el cristianismo una religión esotérica? ¿Hay en la fe cristiana una doctrina oculta reservada a una élite secreta de iniciados? La respuesta es negativa, claramente no es posible.
La mayoría de las sectas esotéricas y los autores e intelectuales vinculados al ocultismo, los rosacruces y varias logias masónicas, están convencidos de que el cristianismo tiene “secretos” de contenido religioso que no revela, como si existiese un “esoterismo cristiano”.
Y la verdad es que nunca existió, ni existe tal realidad, en cuanto verdades doctrinales ocultas que solo una élite conoce. Eso es una ilusión de algunos aficionados al esoterismo, que buscan secretos escondidos en todos los símbolos y doctrinas. Es una tendencia amplificada hoy por el “esoterismo de masas” New Age, por novelas como las de Dan Brown, pero sin ninguna base real.
Muchos de los que se dicen “cristianos” en realidad no son tales (no se puede creer en Cristo y afirmar a su vez cosas opuestas a su mensaje como la reencarnación). Para los cristianos el punto de partida de la fe es la aceptación de lo que Dios ha revelado y no de lo que oculta. El cristiano cree que en Cristo, Dios ha revelado todo lo necesario para la salvación de la humanidad.
¿No hay secretos en el cristianismo?
Es verdad que ciertos secretos existen en cualquier institución, en cuestiones que exigen prudencia y disciplina interna. En este sentido podría hablarse de secrecía en la Iglesia. Pero en cuanto a contenidos religiosos, el cristianismo es exotérico (hacia fuera), nace y existe como una religión revelada para todos, enviada a todos, universal (Mt 28, 19-20), misionera, sin secretos.
El mismo Magisterio de la Iglesia son documentos abiertos, públicos, que cualquiera puede conocer. Los pronunciamientos oficiales y doctrinas son accesibles a toda persona. Todo se publica, en cuanto a la fe y la doctrina. No hay nada que deba ocultarse y el esoterismo como actitud espiritual elitista se opone a la naturaleza del cristianismo.
Esto es el cristianismo: el Verbo hecho hombre, predicación abierta, nada que esconder, la salvación al alcance de todos con los mismos medios para todos, a saber, la oración y los sacramentos. Una escena de Rey de Reyes (1961), de Nicholas Ray.
Tanto en los primeros siglos con el gnosticismo, como en el surgimiento medieval de la alquimia y la cábala, y de movimientos ocultistas en el Renacimiento (siglo XVI), surgieron tendencias que intentaron amalgamar doctrinas de tipo gnósticas y esotéricas con el cristianismo y que influyeron en varios intelectuales y artistas.
Se buscaba inventar un “esoterismo cristiano” o un “cristianismo esotérico” y de hecho hubo (y hay) esoteristas que vivían sincréticamente el cristianismo. Por esta razón, en mucha literatura, obras de arte, y hasta en templos medievales se incluyeron símbolos y conceptos tomados de la alquimia y del esoterismo.
Pero no existió nunca un cristianismo esotérico, aunque sí autodenominados “cristianos” que, habiendo incursionado en el esoterismo pretendieron dar nuevos sentidos a las verdades de la fe cristiana, resignificando sus símbolos y doctrinas, y profesan un “esoterismo cristiano”, que es en sí mismo un concepto contradictorio.
Características del esoterismo occidental
Si bien a lo largo de la historia son muchos y variados los movimientos esotéricos, pueden establecerse algunos rasgos comunes o definitorios.
1) Correspondencia o reciprocidad entre todas las partes del universo visible e invisible. Por ejemplo: Hay 7 metales, 7 planetas, 7 partes del cuerpo, 7 chakras, etc. Cuando leen la Biblia buscan estas correspondencias para interpretarla “esotéricamente”.
2) Creen en el universo y la naturaleza como ser vivo con una especie de alma cósmica (fuego oculto o energía).
3) Imaginación creadora y mediaciones simbólicas: se trata de llegar a lo divino a través de cualquier realidad imaginaria o real. Su recurso a todo tipo de mediaciones es evidente: ritos, símbolos de todas las religiones, mandalas y hasta el recurso a toda clase de supuestas “entidades espirituales”.
4) La experiencia de transmutación. Es un término tomado de la alquimia, donde a través de “iniciaciones” se busca un nuevo modo de vida y un nuevo modo de ser.
Existen otras características complementarias que no se dan en todos los casos, pero que hoy son muy visibles en la amplia mayoría de los movimientos conocidos.
Una de ellas es la práctica de la concordancia o deseo de armonizar tradiciones diferentes, ya sean filosóficas o religiosas, especialmente lo oriental con lo occidental. También se puede añadir la transmisión directa de maestro a discípulo de teorías y prácticas esotéricas, donde también suelen incluir grados o peldaños en el proceso iniciático.
Entre sus pilares doctrinales se encuentra una visión panteísta de lo divino, donde toda la realidad es unificada, a la que le sigue una concepción emanatista de las cosas y seres, donde no hay distinción entre Creador y criatura.
Afirman la unidad trascendental de todas las religiones, es decir, que coinciden en su realidad más profunda (esotérica), donde lo que importa es ese núcleo común “místico” y no sus formas externas de ritos y doctrinas.
El suizo Frithjof Schuon (19071998), adalid de La unidad trascendente de las religiones con su libro del mismo nombre, inspirado por las filosofías hinduistas.
Lo cierto es que si cualquiera profundiza en las grandes religiones históricas, en sus verdaderos centros doctrinales, se encontrará con que difieren radicalmente unas de otras. La ingenua idea de que en el fondo todas las religiones son iguales, es una afirmación superficial que desconoce el núcleo de cada una de las religiones. Justamente lo común entre ellas suelen ser formas externas y principios éticos universales, pero no su núcleo más profundo.
El origen: un mundo de fantasías
Si bien el adjetivo esotérico (lo que está oculto, secreto), es muy antiguo y ha tenido muchos usos, el sustantivo esoterismo aparece recién en el siglo XIX en las corrientes modernas de movimientos ocultistas.
Históricamente no hay una conexión de generación en generación en la tradición esotérica occidental como en ocasiones se arguye. Distintas épocas han visto resurgir las mismas ideas y replanteos religiosos, pero sin una necesaria conexión histórica entre ellas.
Aunque las doctrinas gnósticas hayan desaparecido por siglos, influyeron durante el medioevo en la alquimia, en la cábala, y en escuelas filosóficas, a través de movimientos hermetistas. Asimismo, intentaron influir en el cristianismo, generando una oposición con la ortodoxia cristiana, inevitable confrontación, dado que el sincretismo de estos movimientos amenazaba con diluir la fe cristiana en un magma pseudorreligioso, como sucedió en el siglo XVI.
También hoy el movimiento New Age y las sectas metafísicas y ocultistas postmodernas propenden a presentar la fe cristiana como una mística esotérica que fue racionalizada por las jerarquías católicas. Por otra parte, su versión del esoterismo es contradictoria con el histórico, ya que un conocimiento oculto es elitista y en la New Age se ha masificado.
Si bien se puede hablar de un intento de esoterismo serio en occidente (Boheme, Swedenborg, P. Le Cour, etc.), no es verdad que sus orígenes sean tan remotos como se pretende en la literatura esotérica.
La mayor parte de sus contenidos surgen en el Renacimiento y buscan sus orígenes en historias que se pierden en las mitologías antiguas, como le sucede a algunas logias masónicas y sobre todo a los rosacruces.
Digo “algunas”, porque un gran número de masones reconoce su origen en los gremios medievales de albañiles y no en la torre de Babel, o en el templo de Salomón, o en los Templarios, como algunos sueñan.
Un caso de confusión generada por la literatura esotérica, entre tantos, es el del Corpus Hermeticum, una obra escrita entre el siglo II y IV d.C., con contenidos gnósticos, alquimistas, orientales, esotéricos y neoplatónicos, propia del ecléctico mundo de religiones y filosofías que circulaban en Alejandría en los siglos II y III d.C., que fue redescubierta por Marsilio Ficino en el siglo XVI.
Los autores esoteristas gustan de afirmar que esta obra es muy antigua, como del siglo VI antes de Cristo. No obstante es una obra escrita un milenio más tarde. El esoterismo, invariablemente planta sus raíces donde no las tiene, y suele remontar sus genealogías a tiempos remotos en una mitología que se reinventa en cada generación.
René Guénon y el fraude del teosofismo
Un gran intelectual del ocultismo moderno, respetado no solo por su erudición, sino por su honestidad académica, es el esoterista franco-egipcio René Guénon, quien ha desenmascarado cientos de fraudes de sociedades secretas que eran una burla a sus iniciados en Europa.
René Guénon (18861951) ha sido uno de los más influyentes defensores de un supuesto esoterismo cristiano, aunque también censuró las que consideraba sus falsificaciones. Acabó haciéndose musulmán.
Guénon ha denunciado y desarticulado el fraude de una señora, canonizada por el ocultismo como fue Madame Blavatsky y a su sociedad Teosófica. Sin embargo el tempranero olvido de la gente, viene “en auxilio” de los pseudoprofetas y sus fraudes, como ha ocurrido con el espiritismo moderno. La credulidad sigue en aumento.
René Guenon abandonó el esoterismo occidental defraudado ante tanto engaño y fantasía, y acabó convencido de que solamente en las religiones orientales existe un verdadero conocimiento esotérico, así como una auténtica tradición esotérica.
Una de las expresiones de la presente crisis cultural es la nueva emergencia gnóstica y esotérica, manifestada en el éxito de toda literatura que se vincule a estas temáticas, de la magia, de los evangelios apócrifos, de la autoayuda, de la alquimia, del hermetismo… De conocerse la verdadera historia del esoterismo, sus mágicas fantasías se desvanecerían demasiado rápidamente.
¿Y los que se llaman “esoteristas cristianos”?
Muchos esoteristas actuales hablan abiertamente de un “esoterismo cristiano”, pero es simplemente una resignificación del cristianismo que ellos hacen, como hacen también con algunas corrientes filosóficas de la antigüedad o con religiones de Oriente, apropiándoselas desprolijamente a gusto del consumidor.
Lo cierto es que el cristianismo nunca fue esotérico, y su propia naturaleza misionera lo hace una religión abierta, cuyo mensaje es para todos y no para una élite que busca coincidencias simbólicas o mundos invisibles.
Nadie puede negar que a lo largo de la historia existieron personas que viviendo un cristianismo social, practicaron el esoterismo, como sucede también hoy. En el mismo medioevo aunque se era cristiano, judío o musulmán por adscripción, subsistían corrientes gnósticas y mágicas que resurgían de vez en cuando.
Frente al esoterismo de masas habría que preguntarse si el cristianismo no habrá descuidado en estos tiempos su cuota de mística y misterio. Quizá haya sido excesiva su adaptación racionalista a la modernidad, y por ello las almas sedientas de experiencia y de sentido se hayan orientado al irracionalismo, la magia y el ocultismo.