En abril se cumplirán veinte años de un hecho notable: la salvación de la Sábana Santa de Turín, amenazada por el fuego, por parte de un bombero ateo, Mario Trematore, que ese día recobró la fe. José María Zavala ha incluido esta historia como parte de un apasionante viaje por los túneles más oscuros e inexplorados de la Historia que puede hacerse a través de su último libro: Las páginas secretas de la Historia (Plaza y Janés).


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Entre las historias que recrea, rescata o, en algunos casos, descubre, encontramos las de los Papas que murieron envenenados, o la desconocida figura del Maximiliano Kolbe español, por supuesto un recuerdo al Padre Pío (no en vano es autor del gran bestseller en español sobre el santo de Pietrelcina), la conversión de Oscar Wilde o quién fue la última persona condenada por la Inquisición.

En el caso de Trematore no interesa su hazaña, sino también su transformación interior. Era un activo sindicalista de izquierdas que no creía en Dios... y aquel día "salvó" a Dios del peligro de las llamas. "Cristo muere crucificado cada día en los muchos acontecimientos que componen la historia del mundo, para resurgir cada vez más presente en el misterio de la fe a los ojos de los hombres. Su mano providente nos acompaña siempre", explicaba recientemente: "Y fue esa mano que me movió a enfrentar las llamas que amenazaban la más preciosa reliquia del mundo cristiano. De hecho, aquella afanosa noche pasada en la catedral, al luchar contra las llamas para salvar la Sábana Santa, la fuerza que me obligaba a cumplir aquella misión emanaba de una voz interior, que seguramente provenía de lo alto".

Así lo cuenta José María Zavala:

«Ésta es la imagen del lienzo sagrado que envolvió el Cuerpo de Jesús tras su muerte», aseguró el Padre Pío a su hermano capuchino Paolo Covino, delante de una reproducción de la Sábana Santa. Por designio de la Providencia, fray Paolo Covino administró el sacramento de la Unción de Enfermos a San Pío de Pietrelcina el mismo día de su muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1968.

Casi treinta años después, el bombero italiano Mario Trematore, sin creer en Dios, empezó a golpear el cristal blindado con toda la fuerza de su alma para salvar a la Sábana Santa de las llamas. Provisto de una maza de hierro, el pompieri Trematore asestó un centenar de golpes a la urna de cristal de casi cuatro centímetros de grosor y logró extraer milagrosamente la Síndone intacta. Era la noche del 11 al 12 de abril de 1997.


 
Minutos antes, alrededor de las 23.45 del sábado, hora española, se había declarado un incendio en la capilla Guarino Guarini, donde se alojaba la Síndone, situada entre la catedral de San Juan Bautista y el Palacio Real de Turín, al norte de Italia. El incendió sólo pudo ser sofocado tras cuatro horas interminables, de modo que la valiosa cúpula de madera de la capilla Guarini fue devorada por las llamas.
 
La capilla se hallaba en su fase final de restauración; de ahí que las primeras hipótesis barajadas por la investigación iniciada a instancia de las autoridades apuntasen a un cortocircuito causado por los trabajos. El director de la empresa encargada de las obras negó, sin embargo, que el fuego guardase relación alguna con las obras en fase de terminación.



Mario se retiró como bombero en 2003, concluyó sus estudios de arquitectura y sueña con poder un día diseñar una iglesia.
 
Trematore acudió allí en compañía de casi doscientos bomberos llegados desde todo Piamonte y Lombardía para evitar que el fuego se propagase al Palacio Real, donde resultaron afectadas la torre oeste y una parte del techo, que se derrumbó. Pese a que fue posible salvar la magnífica fachada del edificio, que data del siglo XVII, la galería de madera que permitía el acceso directo de los miembros de la Familia Real de Saboya hasta la capilla quedó calcinada por completo.

El superintendente de los bienes culturales de Turín, Pasquale Malara, manifestó con gran impotencia la magnitud de los daños, a los que calificó de «espantosos», sobre todo en la capilla Guarini, de la que no quedó ni rastro.
 
Bautizada con el nombre del arquitecto que la diseñó en 1668, la capilla tenía como finalidad albergar el Santo Sudario, de 4,10 metros de largo por 1,40 de ancho, con el que fue amortajado el cuerpo exánime de Jesucristo tras ser descendido de la Cruz, instalada en el Monte Gólgota. La reliquia había sido venerada por millones de fieles durante siglos, que pudieron observar en ella las señales del rostro de Jesús y las múltiples heridas en todo su cuerpo.


En 1898 el fotógrafo Secondo Pia tomó una imagen de la Sindone e hizo un descubrimiento asombroso: se trata de un negativo. En los negativos de su captura aparecía el rostro escondido de Nuestro Señor.

Como consecuencia de las obras de restauración emprendidas en la catedral, el relicario se custodió detrás del altar mayor, lo cual evitó que se perdiese tras declararse el siniestro. Mario Trematore quedó extenuado, con las manos ensangrentadas. Pero su rostro reflejaba paz y felicidad. Acababa de rescatar de las llamas la reliquia de Nuestro Señor Jesucristo y sentía en su interior que él también se había salvado. ¿Cómo, si no, considerándose ateo, pudo declarar después: «Dios me ha dado las fuerzas para romper el cristal» ¿Y cómo fue capaz de añadir: «Vi de nuevo al niño pequeño que aprendió a rezar el Padrenuestro y lo recé». Alarmadas por el fuego, millares de personas se congregaron en las inmediaciones y aplaudieron a rabiar la salida de Trematore con el Santo Sudario en las manos, ayudado por varios compañeros.



La Sábana Santa se trasladó provisionalmente a casa del arzobispo de Turín, el cardenal Giovanni Saldarini, a quien los testigos aseguraban haber visto llorar, y seguramente rezar en su interior, delante de la catedral mientras los Bomberos trataban de aplacar el incendio.
 
El secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, que había cenado con el ex primer ministro italiano Giulio Andreotti y el empresario Giovanni Agnelli en el Palacio Real de Turín poco antes del incendio, calificó lo sucedido de «gran tragedia apocalíptica para Turín, Italia y el mundo entero».
 
Gracias a Dios, quien se sirvió del pompieri Trematore, la Síndone puede seguir venerándose hoy por los fieles de todo el mundo en las diversas ostensiones de la misma. Su rescate de las llamas se comunicó de inmediato a Juan Pablo II, antes de iniciar su viaje a Sarajevo.


 
Un año después del trágico suceso, el domingo 24 de mayo de 1998, Juan Pablo II permaneció arrodillado ante la Sábana Santa, trasladada ya entonces a la catedral de Turín, donde se conserva hoy. El Romano Pontífice celebró la Santa Misa en presencia de la reliquia y pronunció una vibrante homilía, durante la cual aludió al incendio registrado el año anterior: «Al entrar en la catedral –manifestó el Papa–, que muestra aún las heridas causadas por el terrible incendio que se produjo hace un año, me he recogido en adoración ante la Eucaristía... A la luz de la presencia de Cristo en medio de nosotros, me he arrodillado ante la Sábana Santa, el precioso lienzo que nos puede ayudar a comprender mejor el misterio del amor que nos tiene el Hijo de Dios. Ante la Sábana Santa, imagen intensa y conmovedora de un dolor indescriptible, deseo dar gracias al Señor».

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