El 27 de julio de 1920, ante el avance del Ejército Rojo, los obispos polacos consagraron su nación al Sagrado Corazón de Jesús. En respuesta a sus cartas, Benedicto XV pidió oraciones por Polonia, oraciones de las que se reían los comunistas que, sin embargo, en la fiesta de la Asunción, tuvieron que enfrentarse a lo que sucedió. Y que pasó a la historia con el nombre de "Milagro en el Vístula".
Al cumplirse el centenario de la consagración, lo ha recordado Wlodzimierz Redzioch en La Nuova Bussola Quotidiana.
"Milagro en el Vístula. La batalla de Varsovia", de Jerzy Kossak, cuadro de 1930. En la parte superior izquierda se ve a la Santísima Virgen proteger a los soldados polacos, convertidos en última barrera de la civilización cristiana frente al comunismo.
El lunes 27 de julio se celebró una misa de acción de gracias en la iglesia de las monjas visitandinas en Cracovia, en el centenario del acto de consagración de la nación polaca al Sagrado Corazón de Jesús.
En 1920, ante la amenaza bolchevique, los obispos polacos se reunieron en Jasna Góra bajo el liderazgo del primado polaco, el cardenal Edmund Dalbor. El 27 de julio consagraron la nación y toda la patria al Sagrado Corazón de Jesús y proclamaron nuevamente a la Virgen como Reina de Polonia. Ese día los obispos suplicaron: "En este momento en que nubes oscuras cubren nuestra patria y nuestra Iglesia, clamamos como tus discípulos, sorprendidos por una tormenta en el mar: 'Señor, sálvanos, porque estamos muriendo'. Y al igual que aquella vez, cuando al extender tu mano derecha calmaste la tormenta con una sola palabra, te pedimos, Señor, que alejes de nosotros el peligro que nos amenaza".
El episcopado se comprometió, por tanto, a difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús entre los fieles (especialmente en los seminarios), alentando también a las familias a consagrarse a Él.
El cardenal Edmond Dalbor (1869-1926), arzobispo de Gniezno y Poznan, en 1925. Foto: Przystanek Historia.
¿De qué "nubes oscuras" estaban hablando los obispos polacos? En 1918, un año después de la revolución bolchevique, el Consejo de Comisarios del Pueblo (el gobierno bolchevique) tomó la decisión de formar, dentro del Ejército Rojo, el llamado Ejército Occidental con el fin de llevar a cabo militarmente la "revolución mundial". El 10 de marzo de 1920, en Smolensk, tuvo lugar una reunión de los líderes del Ejército Rojo, del "Frente Occidental" y de los comisionados comunistas, incluido Stalin, que tomó decisiones sobre el ataque a Polonia y Europa que tendrían lugar a lo largo de la trayectoria Varsovia-Poznan-Berlín-París.
En el verano de 1920, el Ejército Rojo avanzó amenazadoramente hacia el río Vístula hasta las puertas de Varsovia. Fue en estas circunstancias que los obispos polacos tomaron la decisión de consagrar la nación polaca al Sagrado Corazón de Jesús. Y, para despertar la conciencia de todos, enviaron cartas a la nación, a los episcopados de todo el mundo y al Papa, pidiendo a Benedicto XV su bendición y oraciones por Polonia que estaba siendo amenazada por los bolcheviques.
La carta al mundo de los obispos polacos
En la valiente carta dirigida a las Iglesias del mundo, los obispos hicieron un análisis muy preciso de la situación y escribieron: "Polonia no tenía intención de pelear, pero fue obligada a ello. Además, no estamos luchando en absoluto contra la nación, sino contra los que han pisoteado a Rusia, chupado su sangre y su alma, aspirando a ocupar nuevas tierras. Como un enjambre de saltamontes que, tras destruir en un lugar toda señal de vida, se van a otro lado, forzados por su acción destructiva a migrar, del mismo modo, ahora, el bolchevismo, que ha 'envenenado' y saqueado Rusia, se está dirigiendo amenazadoramente hacia Polonia".
Pero los obispos, antes que nada, querían llamar la atención del mundo entero sobre el hecho de que los polacos no eran los únicos amenazados: "Para el enemigo que lucha contra nosotros, Polonia no es el último destino de su marcha; es más bien un escenario y una plataforma de lanzamiento para conquistar el mundo".
La expresión "conquista del mundo" no era demasiado atrevida porque "el bolchevismo ha envuelto con una red traidora, como una araña, a naciones que están muy lejos de Rusia (...). Y hoy todo está listo para esta conquista del mundo. Ya hay anfitriones organizados en todos los países, que esperan tan solo la señal para la batalla; se están preparando ataques constantes, que paralizarán la vida normal de las naciones. La discordia entre las diferentes clases sociales se está convirtiendo en un odio exasperado y las influencias internacionales bloquean astutamente todo juicio y autodefensa de las naciones".
Así que todos debían tomar consciencia de que en esta situación, "Polonia es la última barrera en el camino del bolchevismo hacia la conquista del mundo. Si se derrumba, el bolchevismo se extenderá por todo el mundo, con todo su poder destructivo. Y la ola que hoy amenaza con invadir el mundo es verdaderamente terrible".
Los obispos polacos enfatizaron que la Iglesia corría riesgo con el bolchevismo: "Además de la doctrina y la acción, el bolchevismo lleva en su pecho un corazón lleno de odio. Y este odio se dirige sobre todo contra el cristianismo, el cual definitivamente niegan, rebelándose contra la cruz de Cristo y contra su Iglesia. (...) El bolchevismo es justamente la encarnación y manifestación en la tierra del Anticristo"; palabras claras y verdaderas que no todos en Occidente quisieron escuchar.
Benedicto XV respalda la empresa
Desafortunadamente, el mundo permaneció sordo a las solicitudes de ayuda de los polacos. Parecía que todos, incluso las cancillerías occidentales, se resignaron a la victoria comunista y, paralizados, no hicieron nada. En cambio, en diversas iglesias se iniciaron las oraciones por Polonia solicitadas por el papa.
El 5 de agosto, Benedicto XV envió al cardenal vicario de Roma, Basilio Pompili, una carta que expresaba toda la cercanía del Papa con el pueblo polaco: "Señor Cardenal, con profunda satisfacción nos enteramos de que usted, siguiendo nuestra sugerencia, ha ordenado que el próximo domingo se eleven al Altísimo oraciones solemnes en la Venerable Iglesia del Gesù para invocar la misericordia del Señor hacia la desafortunada Polonia. Razones muy serias nos llevan a desear que todos los obispos del mundo católico sigan su ejemplo, cardenal. De hecho, es bien conocida la gran preocupación maternal con la que la Santa Sede ha seguido en todo momento los desafortunados acontecimientos de la nación polaca. Cuando todas las naciones civiles se inclinaron, silenciosas, aceptando la prevalencia de la fuerza sobre la ley, la Santa Sede fue la única que protestó contra la división desigual de Polonia y contra la no menos injusta opresión del pueblo polaco. Pero ahora hay mucho más; ahora no solo está en peligro la existencia nacional de Polonia, sino que toda Europa está amenazada por los horrores de nuevas guerras. Entonces, no es solo el amor por Polonia, sino el amor por toda Europa lo que nos mueve a desear que todos los fieles se unan a nosotros para suplicar al Altísimo, de modo que, por intercesión de la Santísima Virgen, protectora de Polonia, se pida la liberación del pueblo polaco de este desastre supremo y se pueda alejar, así, de este nuevo flagelo a una Europa exangüe".
La batalla de Varsovia: milagro en el Vístula
La campaña de oración masiva de toda la Iglesia fue ridiculizada por los círculos socialistas y comunistas de Occidente. El periódico socialista Avanti! se burló así de la iniciativa del Papa: "El Papa confía en la intercesión de la Virgen. (...) ¡Va listo el pontífice romano si cree en la eficacia de la Virgen! Tres millones de soldados visten el uniforme ruso. (...) Estos soldados y sus cañones valen mucho más que todos los rosarios del mundo. Daremos pruebas de esto en estos días". Pero la realidad contradijo las palabras despectivas de los revolucionarios italianos.
El mariscal Jozef Pilsudski (1867-1935), difamado por los comunistas por derrotarles en el campo de batalla, solo a partir de 1991 volvió a ser reconocido como el salvador de Polonia, tras décadas de ostracismo durante el régimen títere de la Unión Soviética.
La batalla final entre el ejército polaco dirigido por el mariscal Piłsudski y el Ejército Rojo tuvo lugar en los días cercanos a la Asunción, en 1920. La batalla de Varsovia se libró durante más de 10 días, del 13 al 25 de agosto. A pesar de la superioridad numérica de los soldados bolcheviques, el ejército polaco derrotó a los comunistas.
Recreación en 2014 de la batalla de Varsovia, un "Milagro en el Vístula" por la enorme desproporción de fuerzas y la ayuda divina que los polacos imploraron y les dio la victoria. En los minutos 2:52 y 3:11 se ve a un sacerdote avanzar en primer línea junto a los soldados, tal como sucedió del 13 al 25 de agosto de 1920, en torno a la festividad de la Asunción.
Este año celebramos el centenario de esta batalla épica que pasó a la historia como "el Milagro en el Vístula". Pero surge una pregunta: ¿quién querrá recordar la victoria de los polacos que salvaron a Europa del comunismo hace cien años?
Traducción de Elena Faccia Serrano.