Paradójicamente, esta gran santa española del siglo XX fue mucho más celebrada en Italia, donde su devoción está extraordinariamente extendida, que en su país, donde su vida y obra son poco conocidas. Hasta ahora. José María Zavala le consagra su último libro, Madre Esperanza. Los milagros desconocidos del alma gemela del Padre Pío (Freshbook).
Una obra con proyección de bestseller: esto es, la garantía de que miles de personas acudirán a partir de ahora a una intercesora que, en opinión del autor, puede compararse al santo de Pietrelcina, estigmatizado como ella, y como ella todo un templo humano para la expiación.
-Por pura Providencia. Viajé a Murcia pensando en realizar otros proyectos, cuando salió a mi encuentro la Madre Esperanza de forma inopinada, como suceden las cosas de Dios. Un sacerdote que es hoy párroco de El Siscar, la pedanía murciana donde nació ella, y que colabora en ReL -don Juan García Inza- me dijo que tenía que escribir el libro sobre ella. Me entregó un folleto y... ¡quedé cautivado enseguida por la figura de esta impresionante mística del siglo XX! De ahí, a Roma y Collevalenza para indagar en archivos privados y entrevistarme con testigos vivos, había solo un paso...
-Estuvieron un año entero viéndose en bilocación en el Santo Oficio; y ambos se enviaban almas para ayudarlas, como si tal cosa. Compartían los mismos dones, además de los estigmas en manos, pies y costado: bilocación, profecía, introspección de conciencias, curaciones milagrosas... Y para colmo sufrieron también la persecución atroz del demonio y de la propia Iglesia. En el caso de la Madre Esperanza, multiplicaba por si fuera poco los alimentos: con un poco de embutido o de pasta daba de comer a más de 3000 personas cada día en la Roma de la Segunda Guerra Mundial. ¡Ah...! Y convertía el agua en vino, como Jesús.
Dios también anda entre fogones, decía Santa Teresa de Jesús. Madre Esperanza es un buen ejemplo: nunca rehuyó las labores más humildes de la vida conventual.
-Los dos son poderosísimos intercesores. Dos meteoritos del Medievo en pleno siglo XXI. Si tuviera que elegir, no prescindiría de ninguno de los dos. Se complementan a la perfección. Jesús y la Santísima Virgen sucumben a las peticiones que les hacemos por su intercesión, siempre que se correspondan con la voluntad de Dios. En solo dos semanas desde la salida del libro de la Madre Esperanza, con la segunda edición a punto de llegar a las librerías, he recibido ya decenas de testimonios de favores obtenidos por su intercesión. En su caso, como en el del Padre Pío, las curaciones van seguidas de una conversión, y viceversa.
-Sufrir para salvar almas. Y en una sociedad que ha renegado de Cristo, esa es su misión grandísima. No son masoquistas sino que nos enseñan con su ejemplo que lo mejor se compra siempre al precio de un gran sufrimiento. Amor y dolor van de la mano. Lo que es una gran paradoja desde el punto de vista humano, cobra con sus vidas todo el sentido del mundo hasta el extremo de poder afirmar que es posible y hasta imprescindible ser feliz en medio del sufrimiento.
-Lejos de avergonzarse de Cristo, como sucede hoy, ella fue siempre a contracorriente sin importarle lo que pensaran los demás. Nunca decía lo que otros deseaban oír, sino lo que necesitaban para salvarse, gustase o no. Cristo siempre estuvo en la cima de todas sus inquietudes y aspiraciones, y encarnaba su devoción al Amor Misericordioso, que nos presenta a Jesús como un Dios tierno dispuesto en todo momento a perdonarnos, si acudimos al sacramento de la Peniencia con verdadero dolor de corazón.
-Hallará una paz enorme. Sumergirse en sus piscinas de agua bendecida, como si de un nuevo Lourdes se tratase, mientras se recita la oración al Amor Misericordioso de Jesús, servirá, según los casos, para sanar cuerpo y alma. En el libro hay más de sesenta testimonios de curaciones y/o conversiones acreditadas. Con decirle que yo me hubiese quedado a vivir allí...
Vista aérea del santuario de Collevalenza, donde vivió y murió Madre Esperanza y a donde acuden hoy miles de peregrinos, que lo han convertido en uno de los lugares de devoción más visitados de Italia.
-Yo le pido a Dios que, cuando llegue mi juicio particular, me deje contar con tres abogados defensores: la Santísima Virgen, el Padre Pío y la Madre Esperanza. Con eso creo haberle dicho todo.
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