“Un belén es una catequesis visual”, asegura la pesebrista Mari Carmen Núñez en el salón parroquial de Rubiá, un pequeño pueblecito de montaña situado en la frontera natural entre las provincias de Orense y León.
Dentro de esta construcción levantada por los vecinos junto a la iglesia que corona Rubiá duerme un coloso que solo despierta entre Nochebuena y la Candelaria: un imponente belén de estilo hebreo que ocupa 50 metros cuadrados y está poblado por más de 600 figuras.
La pesebrista acciona un mecanismo y la oscuridad cobra vida: las luces se encienden, empieza a sonar una melodía de ecos navideños y los mecanismos que atraviesan el gigante empiezan a moverse. “Antes lo montábamos y desmontábamos, pero creció tanto que ya no valía la pena”, destaca Núñez, que ha ido fabricando este nacimiento durante los últimos 20 años, escena a escena y figura a figura.
Pero ¿qué hacemos en el último pueblo de Orense, viendo cómo despierta un belén imponente? Queremos aprender, como dice Núñez, “a mirar el belén con los ojos del alma”. A desentrañar los secretos de una tradición que se remonta al siglo XIII: está documentado que fue San Francisco de Asís quien decidió acompañar la misa de Nochebuena de 1223 en la localidad italiana de Greccio con una representación del Nacimiento de Cristo.
El santo de Asís, previo permiso del papa Honorio III, preparó una gruta en la que se había dispuesto un buey, una mula y un pesebre con paja: los campesinos hicieron de pastores, ángeles y magos. El primer belén de la historia, así, fue un belén viviente.
Mueve la ternura del Dios que se hace Niño
“Al belenista le mueve la ternura del Dios que se hace niño, e intenta plasmarlo plásticamente, para que la Encarnación entre por los sentidos”, nos apunta el párroco de Rubiá, Daniel Pérez, señalando las diferentes escenas bíblicas representadas en este belén gallego. Desde la Anunciación hasta -cosa inusual- el Bautismo de Jesucristo: “Es el paso a la vida pública de Jesús, el final de la historia de la Navidad”, señala Núñez.
El pesebre de Rubiá está dividido en diversos ambientes -Nazaret, Ein Karem, Jerusalén, Belén y Egipto-, y en cada uno conviven representaciones de escenas bíblicas con retratos de la sociedad de la época. “Todo en este belén -añade Núñez- está concebido para que te transporte a la realidad de Palestina en la época de Jesús”, lo que se refleja en la veracidad histórica y arqueológica de los oficios y edificaciones mostradas. “Quería un belén genuino”, insiste.
El objetivo, de nuevo, es favorecer la mirada desde el alma. “Aquí vienen turistas que no entran en la iglesia, pero sí pasan por el salón parroquial a ver el belén, y cuando les explico las diferentes escenas creo que también estoy evangelizando”, apunta Núñez, que reniega de los pesebres que incluyen figuras de la farándula o famosos. “Por aquí son muy populares, y la gente va a verlos, pero de belenes tienen muy poco”, lamenta.
Un belén judío entre montañas
El Belén de Rubiá nació por un impulso. “Yo soy de aquí -explica Mari Carmen Núñez-, y siempre recuerdo un belén en nuestra iglesia… pero se fueron deteriorando algunas piezas, y me dije ‘¿Y por qué no pinto alguna para añadir al belén?’”.
Siguiendo aquella inquietud, la orensana pintó tres pastorcitos, y la rueda comenzó a girar.
De aquel momento hace algo más de 20 años; dos décadas en las que el belén ha ido creciendo e incorporando escenas y figuras. Núñez agradece el asesoramiento de la Asociación de Belenistas de Madrid, de la que se hizo socia -“Me cautivó el estilo hebreo que hacen”-, y confiesa que nunca hubo “un plan”. “Comenzamos por la Natividad y fuimos añadiendo escenas principales; ocho años después decidimos moverlo a un rincón de este salón parroquial para no interferir en las celebraciones, y se fue ampliando hasta llegar a la pared opuesta”, explica.
La mayoría de las escenas son obra de Núñez -aunque hay dos realizadas por otros escultores belenistas: el Bautismo de Jesús, del jerezano Pedro Ramírez, y la Visitación, del madrileño José Luis Mayo-, mientras que la parte mecánica la instaló su cuñado, Toño García. “Es muy manitas, son mecanismos modificando motores de parabrisas o lavadoras”, relata Núñez.
Repasando hallazgos arqueológicos
Todo ello al servicio -de nuevo- de la veracidad histórica: desde las construcciones cuadradas propias de la época hasta la forma de representar oficios como el de sembrador, pescador o tintorero. Núñez nos señala los detalles recorriendo el belén: “este molino está basado en hallazgos arqueológicos, y esta manera de secar el pescado al sol era propia de la época, y aquí construyen el tejado usando barro y paja…”.
Detalles y más detalles para invitar al visitante a viajar en el tiempo y sumergirse en el misterio de la Navidad. “En nuestra sociedad, tan laica, hace falta testimoniar, evangelizar, y alabar al Niño Dios en el belén es una forma de hacerlo”, asegura.
Una última pregunta, antes de marcharnos: “¿Mari Carmen, está acabado?”. “Uy, ¡no, no! -dice, indicando un rincón despejado de la habitación- Ahora tengo en mente recrear aquí la vida de la Virgen, San José y Jesús cuando estuvieron en Egipto”.
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7 curiosidades sobre el belén
1. La ciudad de Belén, en la región de Judea, es donde nació el rey David, a cuyo linaje pertenecía San José. En hebreo, ‘Belén’ significa ‘Casa del pan’.
2. El buey y la mula no aparecen en la Biblia, pero sí en los Evangelios apócrifos. También remiten a Isaías: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo”.
3. El belén más antiguo que se conserva en Europa sería el del monasterio de Füssen, en Baviera, realizado en 1252. La catedral de Florencia conserva otro belén, de 1289.
4. El franciscano tinerfeño San José de Betancur fue uno de los principales introductores del belenismo en América: la tradición se empleó como método de evangelización.
5. Tres récords Guinness: el portugués Manuel Jacinto ostenta el récord de “Más figuras mecánicas en un belén” (162); la ciudad filipina de San José del Monte reunió al mayor número de participantes en un belén viviente (2.101), y las figuras de belén más altas del mundo están en Alicante (54,89 metros).
6. El simbolismo de algunas figuras: los pastores representan la humildad; los Reyes Magos, que la salvación llega a todos los pueblos de la Tierra. El ángel y la estrella nos llaman a ponernos también nosotros en camino.
7. La lavandera, el herrero o el panadero -u otras figuras que no aparecen en el Evangelio- son expresión de la imaginación, y hablan de que “en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura”, según escribe el papa Francisco en la carta apostólica ‘Admirable signum’, y continúa: “Estos personajes representan la santidad cotidiana”.
Publicado originariamente en el primer número de La Antorcha, la nueva revista gratuita impulsada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) .