Este viernes se estrena en España la película Footprints (www.footprintslapelicula.com), de Juan Manuel Cotelo (La  Última Cima, Tierra de María), un documental emocionante que nos hace caminar con un grupo de jóvenes norteamericanos por la Ruta del Norte del Camino de Santiago, recorriendo mil kilómetros en 40 días.

“Hay varias películas sobre el Camino de Santiago, pero ésta recoge el Camino de verdad, el recorrido espiritual de los caminantes”, explicó el crítico de cine Juan Luis Orellana en su presentación en la Universidad San Pablo CEU, organizada por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria.

El director, Juan Manuel Cotelo, explicó como surgió la película. Sergio Fita, un joven sacerdote español que ejerce su ministerio en Gilbert, Arizona, le telefoneó y le explicó que en cuatro semanas llegaría con una docena de jóvenes adultos norteamericanos para recorrer la Ruta del Norte. “Nos gustaría filmar una película que recoja lo espiritual”, dijo el sacerdote. “Lo hemos planteado a otras productoras aquí en EEUU: una nos pide un millón de dólares; otra nos pide dos millones”. “El proyecto me pareció una invitación a la locura… pero eso me animó, y nos volcamos en ello”, explica Cotelo.


Por supuesto, en la película hay mucha hermosura. “Cada día era una belleza nueva y espectacular. Recorríamos el Cantábrico, Picos de Europa, Galicia, en junio y julio, el Camino del Norte, menos transitado”, explica Cotelo.



Hendaya, San Sebastián, desvío a Loyola (para rezar donde San Ignacio fue operado y se convirtió), Santander, desvío a Santo Toribio de Liébana (para besar la Santa Cruz, el leño al que se cree que se clavó la mano izquierda del Señor), Covadonga, Oviedo (con el paño que cubrió el rostro de Cristo), Lugo, Santiago…


Hay mucha hermosura, pero también hay sufrimiento, y la película –como los peregrinos- reflexiona sobre ese sufrimiento. Siete de los once peregrinos necesitaron ayuda médica o se retiraron del camino al menos un día. Había ampollas graves, asma, tendones estropeados…
El padre Sergio nos avisó del frío, el calor, el dolor, las molestias, y aceptamos”, explican los viajeros.

En San Sebastián hablan con el obispo Munilla: “Las cosas auténticas de la vida son las que haces después de ser probado, de las dificultades, pero tampoco quiero desanimar a los chicos ahora que están al principio del Camino”, comenta el obispo. “Lo que aprendes en el Camino es que se puede caminar encima de las ampollas, es decir, que pese al sufrimiento puedes seguir caminando, puedes avanzar en la vida. Es todo un descubrimiento”, añade el obispo de San Sebastián.



El padre Sergio Fita, joven, fuerte, deportista que sale a correr cada día en el desierto de Arizona, reflexiona sobre el sufrimiento. “¿Un mundo sin sufrimiento sería mejor? Nos quitaría la capacidad de crecer interiormente y de hacer cosas sacrificadas por amor a los demás. Sufrir nos ayuda a madurar”.

Es un tema clásico de filosofía. Pero en teología muchos recuerdan que en el Edén, en el plan original de Dios, Adán y Eva podían crecer interiormente y mostrar su amor a Dios sin más sufrimiento que el de abstenerse de comer de cierto árbol. Un enfoque habitual es acudir a Santo Tomás: Dios permite ciertos defectos en los seres particulares ya que si cesaran todos los males muchos bienes desaparecerían del mundo, dice el filósofo medieval.


Avanzada la película y superados muchos dolores, uno de los peregrinos saca una conclusión: “Sí, hay sufrimiento, pero eso es sólo una parte. También hay belleza y muchas otras cosas”.

Con o sin ampollas, uno de los peregrinos se detiene ante la inmensidad verde del norte de España y extiende los brazos: “Mirad cuánta belleza. Él ha hecho esto para ti”.

El padre Sergio avisa al principio: “los momentos duros se superan con la esperanza”.

La esperanza de llegar a Santiago. La esperanza de llegar al Cielo.

La crítica marxista dice que esta esperanza paraliza: esperando el Cielo, dice, no combates la injusticia en el mundo. Pero el Camino de Santiago demuestra lo contrario: la esperanza de llegar a Santiago te hace caminar mil kilómetros en 40 días, te da fuerzas, impulsa gestas. Y además da alegría.

Hay dos tipos de alegría: la de poseer algo bueno, y la alegría de esperar lo bueno, la esperanza de que vas a conseguirlo”. Es la alegría de los últimos cien o doscientos kilómetros, ya en Galicia, la alegría de ver la torre de la catedral a lo lejos. Todo el último tramo es una vivencia de gratitud.




“En el Camino te das cuenta de que con muy poquitas cosas puedes vivir; más aún, puedes vivir bien, con alegría”, explica el sacerdote, que deshizo su mochila para aligerarla. ¿Dos camisetas? ¿Para qué? Una sola, y la lavas cada día. El Camino refuta al materialismo consumista por la vía de los hechos. 

Además de la alegría, la esperanza y el sentido del sufrimiento, otro de los grandes temas de la película es la fraternidad. En este caso es fraternidad masculina, alegre, ruidosa.

Hombres que suben montañas, que juegan como niños, se empujan, vociferan, hacen tonterías, con pies que sangran, que se abrazan formando un círculo, que duermen apiñados en catres, que oran en silencio, que comulgan de rodillas en misas de montaña o en misas en el pasillo del albergue.

Algunos son padres de familia, otros han vivido muchas muertes en su entorno, otro ha superado el mundo de las drogas, otro lleva a años sin ir a misa, otro plantea qué hacer con su vida…

Cada mañana rezan con la Biblia y con palabras de San Francisco de Asís; en la ruta, rezan el Rosario en voz alta, en grupo, a veces jadeando.


“Para algunos la Cruz son las ampollas, pero ¿y para los dos o tres fuertotes que no necesitaron médico y que parecía que nunca se cansaban ni sudaban? Para ellos quizá su Cruz era esperar a los lentos y débiles en vez de adelantarse, ducharse y descansar”, explicaba Cotelo al presentar la película.

Porque la fraternidad se forja caminando como grupo. Llega pronto el momento en que queda claro que hacer el Camino no es cumplir un programa: es crear una comunidad.

Al principio uno pensaría en los trece enanos de El Hobbit, pero es más adecuado pensar en los 9 miembros de la Comunidad del Anillo en El Señor de los Anillos: personas distintas, que no se conocían antes, forjando lazos para lo épico. Es quizá simbólico que veamos al padre Sergio siempre de gris, como un Gandalf viajero. Esa fraternidad, esa comunidad, permite que los débiles tengan fuerzas y caminen sin cesar.


No todas las experiencias espirituales del grupo aparecen en pantalla. Les vemos emocionarse en Santo Toribio de Liébana, a donde les cuesta llegar, pero lo dan por merecido para besar el Leño de la Cruz. Héctor, uno de los peregrinos, dirá meses después, en una entrevista concedida a los medios: “allí, al besar esa Cruz, dejé mi mochila”. Se refiere a que deja la mochila de su vida pasada, de sus cargas y heridas antiguas. Considera que en ese momento empieza el resto de su vida, libre.

Tony, que en toda su vida de católico alejado de la Iglesia apenas fue a comulgar tres o cuatro veces, descubrió en el Camino que tenía sed de Eucaristía, que necesitaba la misa diaria. Este es otro hallazgo que se sugiere pero no se explicita en las imágenes.


 Los peregrinos de Arizona con la Virgen de Covadonga, patrona de Asturias; la película recuerda su historia y relación con la Reconquista
 

La película es un canto al liderazgo en el servicio y a la camaradería que permite la superación. “La vida es demasiado hermosa para dejar que lo negativo te hunda”, proclama un peregrino casi sin resuello, cuesta arriba. “No temas, enciéndete, afronta tu vida. Dios te ama”, afirma.

“En el Camino hacemos silencio, al caminar, no hay ruidos, y en ese silencio pasan cosas en tu interior, y Dios te habla”, explica el padre Sergio.

Hay cierto momento en que los caminantes de la desértica Arizona alaban la belleza de la España verde (“no importa donde apuntes la cámara, siempre hay algo hermoso que fotografiar: edificios, paisajes…”) pero no es realmente una película de paisajes (aunque los haya) ni de choque cultural.

La película piensa en el espectador no español… y también en el español joven que ha olvidado lo que los españoles mayores sabían.

Con dibujos divertidos se explica rápidamente la historia de Santiago en España, la batalla de Covadonga o la historia de San Francisco de Asís. “No hay que dar por supuesto que el espectador actual, joven, conozca estas historias”, advierte el director.

Los títulos finales recuerdan que hoy hay 200.000 peregrinos al año en las distintas rutas jacobeas. “Quien hace el Camino de la forma correcta escuchará a Dios”, insiste convencido el padre Sergio.

Esta película, hermosa y motivadora, se estrena este viernes 23 de septiembre en el Cine Palafox de Madrid. Como en todas las películas documentales recientes de valor espiritual, su permanencia en las salas depende mucho del número de espectadores que tiene en el fin de semana de estreno.

Para verla en otras ciudades u organizar pases en escuelas, asociaciones, parroquias, etc… es bueno consultar la web del filme: www.footprintslapelicula.com