Es un ensayo breve y fulminante, y su lectura un auténtico ejercicio de higiene mental. No sufrirás y otros mandamientos del Occidente adolescente (Rialp) pone en evidencia de forma concluyente las inconsistencias de las ideologías contemporáneas (igualitarismo, género, feminismo, animalismo, etc.) desde la original perspectiva del conflicto que mantienen todas ellas con la realidad del sufrimiento.

Su autor, Eduardo Gris (Madrid, 1980), no guarda respeto alguno a los tabúes de la corrección política. La deja en ruinas, pero de ellas surge una visión del mundo mucho más brillante y coherente, fundamentada en la Verdad de la fe cristiana y la sabiduría natural que nos descubre la razón.

-¿En qué sentido el horror al sufrimiento es una característica común de las ideologías de nuestro tiempo?

-Todas esas cosmovisiones esquivan de algún modo la realidad. Y el sufrimiento es real, es una de las pocas constantes de la vida. Uno dice esta frase, que es una perogrullada, y tiene la sensación de que está siendo pesimista, oscuro, medieval. Hasta ese punto se ha convertido el sufrimiento en un tabú.

»Pero si el sufrimiento forma parte de lo real, la única forma de intentar esquivarlo es esquivando lo real. Forzar las cosas para que todos seamos forzosamente iguales, por ejemplo, es un intento de esquivar el dolor que las desigualdades naturales pueden causarnos. No reconocer límites terminantes a lo real, o a algunos aspectos de lo real, como hace la teoría de género, es un intento de esquivar el dolor que esos límites pueden causarnos.

-¿Y por qué eso es un signo de "adolescencia" y no de "infantilismo" o de "senectud"?

-Porque el pavor al sufrimiento es menor desde la inocencia, propia de los niños, y desde la sabiduría, propia de los ancianos. Cuando más miedo tengo al dolor es cuando me creo el rey del mundo, porque el dolor demuestra que no lo soy. Y creerse el rey del mundo es propio del adolescente.

Eduardo Gris (Madrid, 1980) es doctor en Literatura Comparada, profesor e investigador y consagra parte de su tiempo a la creación literaria, con obras como 'Los pilares del cielo' o 'Amar mal mata'.

-¿Fuera de Occidente estos problemas no se plantean? 

-Estas cuestiones nacen en Occidente y Occidente las irradia, pero su arraigo en otras sociedades es, al menos hoy por hoy, mucho menor. Por varias razones, creo. Porque en esas sociedades el sentido religioso está mucho más vivo; porque las formas de vida tradicionales implican un contacto más cercano con lo natural, lo que impide que lo natural pueda negarse tan alegremente; porque no han recorrido un camino de escepticismo, ruptura o deconstrucción como nosotros, desde hace al menos doscientos años; etc. Nótese qué bien suenan las palabras escepticismo, ruptura y deconstrucción.

-En el ser humano, la adolescencia va de lo menos (la dependencia total de la infancia) a lo más (la juventud previa a la madurez). Colectivamente, estamos haciendo el camino inverso...

-Porque creemos que estamos haciendo el camino correcto, natural, hacia una mayor autonomía. La impresión es que venimos de épocas oscuras e irracionales en que vivíamos sometidos al rey y al sacerdote y creíamos en un montón de fantasías. Esa sería la infancia. Pero hemos ido abriendo los ojos, como el adolescente, hemos visto la luz y nos hemos emancipado.

»Creo que esa es la visión que flota en nuestro ambiente. Es sencilla, explica las cosas de un plumazo y parece encajar. El problema es que no nos damos cuenta de las servidumbres en las que estamos cayendo. Como el adolescente que sale de casa dando un portazo, nos las prometemos muy felices.

-Como a los adolescentes, ¿la vida va a darnos una "bofetada" que nos saque del ensueño? 

-A veces la bofetada no llega, o no llega a tiempo. No tengo ni idea de cómo va a acabar esto porque depende de la libertad humana, pero hay modos de vida tan insostenibles que no pueden prolongarse mucho.

-¿Por qué los tótems de la corrección política consigue convencer a tantos -más allá de que también se imponga coactivamente-, si en muchos de sus extremos es contraria al sentido común y a una razón elemental?

-Por varias razones. En primer lugar porque, aunque nos creamos muy racionales, no lo somos. Vivimos en una época de profundo sentimentalismo. Y esto nos lleva a la segunda razón: todos estos tótems, como los llamas, nos hacen sentir muy caritativos, muy buenos samaritanos. En el libro hablo de la ampliación indiscriminada del concepto de prójimo: si en el pasado llegó a incluir al de otra raza, ¿por qué no al de otra especie?

»Aquí entra el mito del progreso: no puedo quedarme a medio camino, tengo que avanzar con los tiempos: la cucaracha es mi prójimo. Nos hace sentir actualizados, como una aplicación informática. Qué tranquilidad, qué sensación de plenitud cuando la aplicación se actualiza… Estamos al día y nadie puede acusarnos de no reconocer derechos, de no ser compasivos. Por último, la maquinaria propagandística tiene hoy más poder que nunca.

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-Dice usted en el libro que el cristianismo no es una "religión del sufrimiento", pero ¿acaso la religión no ve el mundo como "un valle de lágrimas"?

-Qué incómoda nos resulta esa expresión de la Salve. Algunos se apresuran a añadir: "No sólo un valle de lágrimas, no sólo". Nos encanta decir que la vida es bella, aunque tantas cosas apunten a que cada vez nos lo creemos menos. Lloramos cada vez más (que se lo pregunten a los fabricantes de antidepresivos), pero no nos gusta llamar a este mundo "valle de lágrimas". Tal vez, precisamente, porque lloramos cada vez más.

»Es posible que se incida demasiado en la resignación ante el dolor. Yo incidiría en la dimensión fructífera del dolor. El cristianismo habla mucho del dolor porque el dolor es una constante en nuestra vida y el cristianismo una religión seria y realista. Pero no se queda ahí: uno de sus rasgos distintivos es que el dolor puede dar fruto si se une al amor.

-¿Qué dicen otras creencias?

-Otras religiones o filosofías quisieron evitar el sufrimiento, conseguir que nos afectara lo menos posible, superarlo o incluso aprender de él (páthei máthos, que escribió Esquilo), pero la noticia de que Dios puede convertir el sufrimiento en gloria es cristiana. Y es una noticia estupenda.

-¿Qué obras literarias nos recomienda que ofrezcan una perspectiva cristiana del dolor?

-Hay un libro de C.S. Lewis, El problema del dolor, muy luminoso. Dostoyevski escarba y escarba en el sufrimiento y sigue encontrando luz. Recomiendo Crimen y castigo, naturalmente, o Los hermanos Karamázov. También nuestros escritores barrocos, que tenían muy claro que el dolor está ahí y que no tiene la última palabra.

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