Solidarios. El mundo más allá de uno mismo es el último libro de Antonio R. Rubio Plo, licenciado en Historia y en Derecho, profesor de Relaciones Internacionales y de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Complutense de Madrid y analista de política internacional para diversos medios.
Antonio Rubio Plo es también un reconocido crítico cultural. En ReL nos hemos hecho eco de sus artículos en numerosas ocasiones.
En su conocimiento de la realidad geopolítica mundial, va más allá de los conflictos de intereses entre estados para centrarse en algunos personajes de nuestro tiempo que intentan trascender esos intereses y obrar en terminos de "solidaridad".
En concreto, se ha fijado en Svetlana Alexievich, periodista y Premio Nobel de Literatura en 2015; Antonio Guterres, secretario general de la ONU; Mahamat Saleh Haroun, cineasta chadiano; Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio; y Antoniette Kankindi, profesora de ética y filosofía política.
De izquierda a derecha: Svetlana Alexievich, Antonio Guterres, Mahamat Saleh Haroun, Andrea Riccardi y Antoniette Kankindi.
Además de su trayectoria vital, de la mano del autor conocemos sus discursos y obras.
-¿Por qué estas personas?
-Encuentro en todos ellos la misma convicción: la existencia humana no puede concebirse sin los demás. Más allá de sus distintas nacionalidades, el criterio ha sido buscar hombres y mujeres de alcance universal. En un momento histórico que son no pocas las voces que arremeten contra la globalización, a la que acusan de sacrificar las esencias locales y nacionales, las personalidades de este libro representan, si se me permite la expresión, la “buena globalización”.
-¿Cómo habrían contribuido a ella?
-Su trayectoria ha estado marcada por una continua salida al encuentro de los otros. Nos recuerdan que los seres humanos no se acaban en sus propios intereses, y que la vida de cada uno solo alcanza su plenitud si se tiene en cuenta a los demás. Entre ellos hay personajes de gran reconocimiento público como Guterres y Riccardi, otros están más alejados de la vorágine de los titulares de los medios como Kandinki, y los demás (Alexievich y Haroun) son de un gran rigor intelectual y creativo aunque a la vez se interesan por las vivencias de la gente corriente.
-¿Cuáles han sido sus fuentes para llegar a esa conclusión?
-He optado por entrevistar a personas que los conocen o han tenido algún contacto con ellos, y me han aportado numerosas ideas. Para mí, era más importante conocer su trabajo creativo en la escritura o en la imagen, aunque también en sus relaciones con la gente. Por lo demás, he reflejado en cada capítulo mis propias impresiones, incluso con alguna que otra anécdota personal, siempre para completar, y no para distraer, el hilo narrativo.
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-El cine juega un papel importante en este libro, y no solo porque uno de los protagonistas de la obra sea un cineasta africano...
-Es verdad. Analizo siete filmes y dos cortometrajes, y hago alusiones a otros títulos. En el caso del cineasta chadiano Mahamat Saleh Haroun, la referencia era obligada, aunque no se puede disociar de la literatura, un valioso complemento a su actividad cinematográfica. En otros casos, he indagado sobre películas o cortometrajes basados en alguna adaptación de sus obras literarias, o que traten de temas que se inscriben en el ámbito de actuación de los protagonistas. Además, he tratado de averiguar, en algunos de estos personajes, con qué filmes se sienten más identificados, no por una cuestión meramente estética sino existencial.
-¿Puede citar alguno?
-En el caso de Andrea Riccardi, se trata de El evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini.
-Dos personajes son africanos y el libro está prologado por el periodista Javier Fariñas, redactor jefe de la revista Mundo Negro...
-Ha sido una buena elección porque Javier Fariñas conoce muy bien África y a sus gentes, y me reconoció que una de las entrevistas más interesantes que ha realizado es la que hizo a la profesora Antoinette Kankindi, cuando vino a España en 2017 a recibir el Premio Harambee a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana. Es una africana universal, como también lo es Haroun, el cineasta chadiano residente en Francia, y en el que encuentro un estrecho vínculo con la literatura de Antoine de Saint-Exupéry, pues en su cine arroja una mirada de compasión, por no decir fraternal, sobre los seres humanos.
-¿Es esa fraternidad a la que hacía referencia esta misma semana el Papa Francisco? ¿La plasman estos personajes?
-Sí, por supuesto. Transcribo la denuncia del Papa, en su primera visita a la isla de Lampedusa en 2013, de la “globalización de la indiferencia”, a la que llegamos por poner nuestra ilusión en lo insignificante, en lo provisional. A esa indiferencia, que se disfraza de múltiples excusas y de bien razonadas sinrazones, se refiere el subtítulo del libro, La vida más allá de uno mismo.
-¿Y cuál es el coste de esa indiferencia?
-Lo expresan certeramente estas palabras de Andrea Riccardi: “Vivir para uno mismo se convierte en una lógica totalmente mercantil. Pero a fuerza de vivir para uno mismo, un hombre y una mujer mueren; a fuerza de vivir para uno mismo, se apaga una nación, se apaga una comunidad”.
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