Vivo, la película de testimonios de personas cambiadas por Dios a través de la Eucaristía y la adoración eucarística, llega a los cines este viernes 9 de abril. Se puede ver:
- en Madrid en los cines Conde Duque Santa Engracia, Conde Duque Alberto Aguilera y MK2 Palacio de Hielo
- en Barcelona, en Cines Balmes
- en Sevilla, en Cines Arcos
- en Toledo, en cines MK2 Luz del Tajo
Y una semana después se estrenará en Murcia, Cartagena, Valencia y otras ciudades.
Entrevistado (aquí) por ReligionEnLibertad, su director, Jorge Pareja, alias "Justin", explicó el origen de este documental emocionante centrado en testimonios de vidas cambiadas por la fe.
"Me invitaron a un grupo que llamaban Hakuna, que se reunía en una iglesia. Me dijeron que trajera el equipo para grabar. Yo no sabía qué sería eso. Cuando llegué, me asombró, porque vi una iglesia llena de gente muy entregada, muy feliz y muy joven. Yo pensaba que a misa ya sólo iba la gente mayor. Me asombraba cómo todos esos jóvenes alegres sentían la fe y traté de captarlo con imágenes. Yo he tenido formación cristiana, he ido a un colegio cristiano, con sus misas, pero nunca me engancharon. Pero en este encuentro yo iba cámara en mano y veía sentimiento por todas partes, mirase donde mirase. En este encuentro estaban exultantes todos. Era como un concierto de los Rolling Stones en versión Dios".
Cristo, en la Hostia, es quien toca a las personas
Sus imágenes transmitían vida y belleza y le propusieron hacer un documental. "Pronto vimos que lo importante en esta historia no era Hakuna, sino la adoración, la fe, Cristo en la Hostia, cómo toca a las personas. Con José Pedro Manglano, el sacerdote fundador del grupo, examinamos unas 15 historias de personas cambiadas por la adoración. Al final nos quedamos con 4 historias, las de la película".
La película va dosificando las 4 historias que se alternan, y que son muy distintas, con todo el sabor de autenticidad del testimonio real. Andrea era una chica feliz, con familia, amigos y novio... hasta que su novio murió en un accidente. Antonio y Sonsoles eran un matrimonio con hijos ya criados... que reciben una noticia sorprendente. Carlos era de familia no creyente, buen estudiante, alegre, sin problemas... pensaba que los que creían en Dios "se autoengañaban". Y Jaime, por el contrario, estaba enfangado en la violencia nazi, ideologizada y reforzada con alcohol y odio a todo. Hablan también sus amigos y conocidos, que confirman su cambio, su antes y después.
Carlos se sentía completo. Andrea negaba necesitar ayuda, pero la necesitaba. Jaime, tras su paso por un calabozo, sabía que había tocado fondo.
Personas cristianas que tenían "algo"
Los tres conocieron personas cristianas que tenían "algo". Andrea lo explica así: "¿Por qué mi amiga creyente tenía esa actitud que yo no tenía? Un día me dijo: 'voy a una Hora Santa'. Y decidí que yo quería ir a eso'".
A Jaime le pasó algo similar en Calcuta, mirando a las religiosas de la Madre Teresa. "En la adoración me sentaba, me dejaba llevar, miraba a las monjas, de su cara salía luz, paz, felicidad... ¡lo que yo buscaba, ellas lo tenían!"
Jaime había tocado fondo, pero a Carlos, que en principio lo tenía todo, le transformó la experiencia mística. "Veo que el cura levanta el trozo de pan, siento como que algo me golpea, como una luz. Amor, gozo, una paz... el corazón me salía del pecho y me puse a llorar, a llorar". Y sin haber recibido ninguna formación sobre la fe o sobre la misa.
Y Andrea hace un experimento en casa, después de unas semanas sin ir a la adoración. Velas, algo de música, silencio... pero no es lo mismo, no hay esa paz. Falta la Presencia.
"Todos me decían: 'abortarás, ¿no?'"
Frente a la generosidad de Dios, que da lo que quiere a quien quiere, choca la mezquindad y la maldad banal de los hombres. Así, Sonsoles, en un embarazo complicado, denuncia: "Te dicen todo lo malo que te puede pasar, pero nada de lo bueno. La genetista decía que sería un monstruo. Todo el mundo me decía una y otra vez: 'bueno, pero abortarás, ¿no?' Pero yo quería dar la noticia del bebé con alegría".
En ese mar de negrura que reclamaba muerte, aborto y sepulcro, a Sonsoles le dio fuerza una canción muy popular en muchas parroquias: "Enciende una luz, déjala brillar..." "Fuimos a adoración con Hakuna, y le contábamos a Dios las noticias buenas y las malas", explica. La niña se llamó Luz.
Rostros que hablan... y un pueblo que adora
Durante casi toda la película, lo que vemos son rostros que hablan o personas, individuales o en pareja, que pasean. Es bastante urbana, con alguna escena en parques o playa. Pero tras el encuentro con Jesús Hostia, llegan las escenas de grupos, de iglesias llenas de rostros luminosos (como la del templo de las religiosas de Iesu Communio), de adoración eucarística... La música, que ha sido discreta en los testimonios, no abusiva, gana relevancia sirviendo al culto.
Y tras el Tabor, hay una bajada a la vida cotidiana, con sus retos. Pero con un latido de corazón de fondo. Se cumple aquello que adelanta San Pablo. Sí, la vida sigue, "pero ya no vivo yo, Cristo vive en mí". El que late es Su Corazón.
Es un documental respetuoso, no invasivo, sin narrador, a cara descubierta, que puede enganchar a cualquiera que tenga más de 12 años y se haga preguntas. La principal: "¿qué tienen esas personas, qué les hace distintos?"
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