Julián Carrón, presidente del movimiento Comunión y Liberación, ha hablado en una entrevista en L'Osservatore Romano acerca de la relevancia de los cristianos en el mundo y del deseo de Dios en el corazón de los hombres. Carrón, nacido en un pueblo de Extremadura y formado como sacerdote en Madrid, es desde 2005 el sucesor del padre Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación.
Andrea Monda, el entrevistador, plantea a Carrón si la voz del Papa es hoy relevante y si los cristianos son capaces de ser "minorías creativas".
"Al Papa se le reconoce en muchos sitios una originalidad y una autoridad. Y precisamente en el momento en el que parece que está aislado, es cuando se puede reconocer más fácilmente su diferencia. Y esto es signo de que la contribución de los cristianos, que en ciertos momentos puede parecer numéricamente menos consistente, no es por ello menos relevante. Muchas veces hemos vinculado nuestra capacidad de incidir únicamente a los números. Pero la relevancia, la incidencia histórica de una presencia no depende de los números, sino de su diferencia", afirma Carrón.
"El Papa lo testimonia: en su aparente impotencia, tiene una capacidad de incidencia infinitamente mayor que cualquier otro poder. Una obra artística no depende de sus dimensiones, depende de la belleza que manifiesta, de la diferencia que lleva consigo y que comunica. Esto es lo que Cristo ha traído: una diferencia, que a nosotros nos suena como una paradoja; que Dios decida salir al encuentro del hombre perdido y que para hacerlo se despoje de su divinidad nos parece absurdo. Es lo contrario de lo que nosotros haríamos. Dios nos «descoloca» constantemente. Pero podemos decir que, despojándose de su divinidad, ¡Cristo ha ofrecido una contribución para cambiar el mundo! Esta es la fuerza «desequilibrada» del cristianismo, de la presencia de los cristianos: allí donde se vive el cristianismo de forma auténtica, genera nueva vida, incluso dentro de su aparente pobreza, de su aparente insignificancia", añade.
La vía del deseo grande
Otro tema que trata el sacerdote en la entrevista es el del deseo: nuestra sociedad se conforma con pequeños deseos ligados al consumismo (tener un coche, ir de vacaciones, sentirse tranquilo y seguro) pero el corazón humano desea mucho más: vida eterna y con sentido junto a Dios. Carrón señala que el conformismo con pequeños deseos consumistas es, en realidad, una tentación propia del paganismo.
"En el mundo clásico, se percibía con terror la desmesura del deseo, se consideraba una hybris peligrosa. Por ello había que poner límites, reducir esa desmesura, reconducirla dentro de los cauces de la mesura. Después llegó el cristianismo. En el Evangelio se documenta la presencia de alguien que se mantiene en pie ante el deseo del hombre. Jesús se dirige precisamente a este deseo, es capaz de mirar el deseo a la cara desvelando toda su magnitud. Por ello pregunta: «¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt 16,26). Muchas veces interpretamos esta pregunta en sentido moralista y no como expresión última de la naturaleza del hombre, de su deseo, de esa sed de la que habla Jesús a la samaritana, del hambre y la sed de las Bienaventuranzas", explica el sacerdote.
En su libro "La belleza desarmada" Carrón
desarrolla estas ideas (aquí en OcioHispano)
La "sed" profunda es un deseo que lleva hacia Dios, más allá de los atascos de la vida cotidiana.
"Jesús habría podido mirar muchas otras cosas de aquella mujer en situación «irregular», con sus cinco maridos, y sin embargo mira directamente a su sed; él sabe que solo si le propone algo capaz de responder a su sed de felicidad, esa mujer podrá dejar de buscar el cumplimiento de su vida en otros sitios, en cosas que no pueden dárselo. Pero no se trata solamente de una cuestión personal, sino que es una cuestión social. Houellebecq pone de manifiesto precisamente esta relevancia pública, social, cultural y política del problema, porque si el hombre no encuentra una respuesta adecuada a la naturaleza de su deseo, en el fondo siempre estará a disgusto, buscará soluciones insuficientes y acabará siendo víctima del miedo o de la violencia".
Jesús y la samaritana en las Catacumbas de la Via Latina, en Roma, siglo IV
"El cristianismo puede estar en pie ante este deseo, como recuerda Agustín: «Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti», es decir, hasta que encuentre una presencia proporcionada a la profundidad del deseo. Cada vez que el cristianismo entra en crisis vuelve a brotar ese espíritu pagano que quiere encorsetar el deseo, reducirlo, «reconducirlo dentro de los límites de seguridad», como dice a su modo Todorov, porque de nuevo se vuelve peligroso".
"Bergman, al final de la película Fanny y Alexander, hace decir a uno de sus personajes: «No estamos preparados, pertrechados para ciertas indagaciones. Lo mejor es mandar al infierno los grandes escenarios. Viviremos en lo pequeño, en nuestro pequeño mundo. Y nos conformaremos con él», manteniéndonos dentro de nuestros límites. Esta es la «sabiduría» mundana que, sin embargo, no puede eliminar la sed inextinguible de significado que arde en el corazón del hombre", advierte Julián Carrón.
La entrevista completa puede leerse aquí en español en ClOnline.org