Se bautizó con 37 años, poco antes de ser nombrado director de la Ópera Imperial en Viena, y eso -y quizá algo de antisemitismo- bastó para que se sospechara que su catolicismo no era sincero, sino oportunismo en la muy católica corte austro-húngara. En su juventud mostró, se dice, poco interés por las cosas religiosas. Pero una aproximación más detallada a sus seres queridos y sus motivaciones al madurar muestran que no es así y evidencia que Mahler tenía una fe cristiana sincera.
Publicamos a continuación un análisis del digital Portaluz.org, con materiales originales de Avvenire.it, Catholic.net y la web especializada Mahler.cz.
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La conversión de Gustav Mahler (18601911) uno de los más destacados compositores musicales y director de orquesta austríaco, ¿fue auténtica o falseada para obtener el puesto de director de la Real Ópera Imperial en la Corte de Viena?
En 1897 los soberanos del Imperio –declaradamente católicos-, lo designaron para ocupar el más alto cargo de la vida musical austro húngara. Para obtener aquél cargo se debía ser cristiano católico. Pero en esto había dos asuntos que jugaban contra Mahler: su origen judío y especialmente su conocida falta de interés por la religión.
Sin embargo, el compositor pudo sortear estos obstáculos. Pocos meses antes de ser designado al cargo, cuando tenía 37 años, fue bautizado en una fastuosa ceremonia. Tal forma de bautismo -aunque estuvo precedido de una preparación catequética- y el posterior nombramiento, provocaron una controversia aún no resuelta para algunos: ¿Fue la suya una verdadera conversión?
En su biografía titulada “Mahler”, el conocido crítico musical Quirino Principe revela la vivencia íntima del compositor austríaco, asegurando que su conversión ocurrió a través del amor por la música lírica.
Gustav Mahler tuvo una salud frágil desde su infancia y enfrentó a muy temprana edad la pérdida de hermanos y ambos padres. Toda su vida estaría desde entonces marcada por una búsqueda que sus obras reflejan: dar sentido al sufrimiento humano.
Sus sinfonías hablan de un profundo sentimiento religioso. Se encuentra en ellas reminiscencias judías en varios movimientos (especialmente en el final de la tercera, concebido como un gran día de Yom Kippur), pero también cristianas.
Quirino Principe pone el foco en que Mahler después de diez años a la cabeza de la Ópera de Viena terminó la Octava Sinfonía (estrenada un año antes de su muerte, en 1910) en cuya primera parte inserta el Veni Creator Spiritus y en la segunda incorpora en la escena final (en el Cielo) al Fausto de Goethe… con el perdón al protagonista por mediación de la Santísima Virgen María.
Luego, sobre una copia de su Décima Sinfonía -que comenzó en 1910 y nunca completó-, se lee de puño y letra de Mahler su intención de seguir en esa línea de composición: “III Tiempo: Purgatorio: ¡Muerte! Transfiguración. ¡Piedad! ¡Oh Dios! Oh Dios, ¿Por qué me has abandonado?".
Mahler había encontrado evidentemente -según Quirino Principe-, inspiraciones musicales en el Purgatorio. Significativo es que luego cite las palabras de Cristo en la cruz, señala.
Pero más allá de las referencias textuales, es real que gran parte de su obra musical está marcada por un incansable ascetismo religioso. Incluso en aquellas sinfonías en las cuales sus detractores acusan un panteísmo que sobrexalta la naturaleza, sólo se puede afirmar que Mahler reconoce en lo creado la huella de Dios y que sus composiciones buscan evocar esa realidad.
Medio siglo más tarde, durante los años sesenta, en su autobiografía (traducida al italiano en 2012) su esposa Alma Marie Schindler, con quien contrajo matrimonio en 1902, testifica: "A los veinte años conocí a Gustav Mahler, mi primer marido. Era cristiano y pidió el bautismo no por un oportunismo que le permitiera convertirse en director de la Opera de la corte de Viena, como han querido hacer creer ciertos biógrafos".
Gustav Mahler con su esposa Alma
Un año antes de morir, en diciembre de 1910, —recuerda su mujer— Mahler daba vueltas y más vueltas a este pensamiento, que le conmovía: «Toda creación se adorna continuamente para Dios. Por lo tanto, todo el mundo tiene sólo un deber: ser en todo aspecto lo más hermoso posible a los ojos de Dios y del hombre. La fealdad es un insulto a Dios».
La búsqueda de Dios es entonces el sello musical mahleriano y lo único que daba sentido a Gustav.
Después de la muerte de Mahler Alma se casó con el arquitecto Walter Gropius (1883 – 1969). Luego, se casó por tercera vez con el poeta Franz Werfel (1890 – 1945). Pero hasta el fin de su vida se declaró “viuda de Gustav Mahler”.
El filósofo Thomas Scandroglio (uccronline.it, 2011) afirma que fue en la juventud cuando Mahler se fascinó de la doctrina católica: "Siendo un hombre joven - afirma Scandroglio - nace en él una atracción especial por el catolicismo... Esto se encuentra también atestiguado en un hecho que varias biografías informan: Gustav Mahler fue miembro del coro en una iglesia católica, cuyo director le enseñó los primeros pasos en el arte del piano".
El alemán Ernst Bloch, escritor y filósofo, marxista y teórico del ateísmo, amigo del compositor, afirmó sobre Gustav Mahler: "Mahler era profundamente religioso. Su fe era como la de un niño. Dios es amor y el amor es Dios. Esta idea era parte permanente de su discurso. De su parte nunca escuché una palabra blasfema. Sin embargo, no quería un intermediario entre él y Dios. Hablaba con Él cara a cara. Dios estaba muy a gusto en él. ¿¡Cómo sino podría usted describir el estado de éxtasis en el que componía!?".