Cuando se piensa en la acción del diablo sobre las personas enseguida se nos viene a la cabeza la imagen de la niña de El exorcista, pero esto es una visión parcial de la realidad. Los ataques diabólicos son de muy diversos tipos y la posesión es solamente el más intenso de ellos. En los últimos años, como resultado de la inmigración y la llegada de culturas animistas, son frecuentes los maleficios. También la santería y sus amarres para ganar afectivamente a una persona. Y las prácticas de la Nueva Era, con su apego a las religiones orientales, introducen el culto al demonio en formas insospechadas por sus practicantes.
Quien hace esta reflexión a ReL es un exorcista que ejerce su ministerio en una diócesis española, cuyo anonimato respetamos para proteger el trabajo que realiza día a día.
Le preguntamos en particular por los amarres, de moda incluso en los jóvenes: "Es una obsesión diabólica en el plano emocional, de los afectos".
La tentación... y siete tipos de ataques extraordinarios
Pero para entender bien su alcance hay que ir un poco más atrás, añade, y explicar todas las formas con las que los demonios nos atacan: "La tentación es el ataque ordinario de los demonios para apartarnos de Dios, que es apartarnos de la felicidad. Pero los demonios, cuando se producen circunstancias especiales, atacan de manera extraordinaria: son los siete ataques preternaturales. Por un lado, la infestación de lugares, de objetos (como amuletos) que se convierten en instrumentos para dañar a las personas, y de plantas o animales. Y luego, más directamente a las personas, está la vejación, que consiste en ataques a nuestro entorno: golpes, accidentes, empujones...".
Le pasaba, por ejemplo, al Padre Pío o a San Juan María Vianney. Los demonios les pegaban palizas por las noches "para evitar que cumplieran con sus obligaciones", dice nuestro interlocutor: "Al Santo Cura de Ars, que era un gran confesor, le pasaba cuando venía a confesarse un penitente que llevaba muchos años sin hacerlo".
La vejación afecta solo al entorno de la víctima, pero la opresión o influencia, más íntima, es "un ataque que te descompone el cuerpo" y se manifiesta, por ejemplo, con "enfermedades que no tienen una explicación natural". Él mismo ha conocido casos de personas con un cuadro clínico pésimo para el que los médicos no hallaban explicación natural y que finalmente se reveló con un origen preternatural.
La obsesión diabólica es el siguiente grado: "Es un ataque a tu psique en el plano mental, intelectual, del conocimiento: empiezas a tener ideas obsesivas que no son de origen natural: 'Me voy a condenar', 'Dios no me quiere'..." En ocasiones es el propio psiquiatra quien le remite casos de pacientes que no responden a la medicación en la forma habitual y mantienen "una negatividad, una falta de esperanza, una vision muy oscura que no es una mera depresión".
Los amarres
Y luego está el amarre, "que no es una obsesión en el plano de de las ideas, sino en el plano emocional", explica: "Se acude al demonio para obtener el favor afectivo de alguien y atarlo emocionalmente o para destruir su matrimonio".
En la propia Biblia hay un ejemplo de amarre, en el libro de Tobías (3, 7-17). Sara había recibido un maleficio y todos los maridos que iba teniendo morían antes de consumar el matrimonio en la noche nupcial. Hasta que el arcángel Rafael derrotó al demonio Asmodeo, príncipe de los espíritus de la lujuria, responsable del mal causado, y liberó a Sara para que se casara con Tobías.
'El matrimonio de Sara y Tobías' de Charles-André van Loo (1705-1765). Representa el momento en el que San Rafael derrota al demonio Asmodeo. La oración a este arcángel es particularmente eficaz para proteger el matrimonio y para liberar a las personas que son víctimas de un amarre.
"El amarre no actúa sobre la inteligencia racional, sino sobre la inteligencia emocional, sobre la afectividad", insiste el exorcista consultado. Y cita el ejemplo, muy frecuente, de personas que se sienten atraídos primero, o son incapaces de romper, después, con quienes les han hecho víctimas de un amarre, a pesar de que les arruinan la vida. "No la quiero, pero no puedo dejarla", recuerda que le decía un hombre a quien una mujer que había acudido a este tipo de hechizos obligó a cambiar de ciudad y de trabajo.
"Me he encontrado bastantes casos de amarre que no tienen explicación humana", continúa: "Cuando hay un amarre por una brujería, la persona que amarra tiene que estar cerca del otro porque no puede permitir que se le pueda acercar alguien que rompa la influencia sobre su corazón. Es una situación muy angustiosa que hace que el interesado se descomponga".
Satanistas y poseídos
Por último, como la más grave de las afectaciones preternaturles, está la posesión: "Los diablos (normalmente siempre son varios) se meten en el cuerpo en función de los defectos principales que tenga la persona y lo dominan. El poseído, cuando entra en trance (porque no lo está continuamente), pierde el control sobre su cuerpo", en unos casos siendo consciente de ello y en otros no.
Estar poseído no tiene nada que ver con ser satanista, aclara: "Los satanistas trabajan para el mal y tienen una compenetración con los demonios. Son satélites de Satanás, y puede ser que en un momento dado se queden poseídos, pero normalmente no es así, porque lo que quieren los demonios es que hagan el mal".
¿Se ve afectada la libertad?
La cuestión fundamental que preguntamos a este exorcista es si una persona puede lograr el influjo diabólico sobre otra sin su consentimiento, por ejemplo con un amarre, y la respuesta es que sí.
Aunque, para que tal cosa suceda, esa persona debe vivir alejado de la gracia de Dios o al menos haber dejado abierta una puerta, incluso inconscientemente, preparando el terreno al diablo, como al introducirse en el mundo del ocultismo o de ciertas prácticas de la Nueva Era aparentemente inocuas: "La afectividad humana tiene dos dimensiones, una dimensión psíquica y una dimensión espiritual. En la dimensión espiritual nadie puede entrar, es entre nosotros y Dios, pero la dimensión psicológica sí puede ser perturbada en la percepción y la afectividad".
Con la oración no se puede cambiar la voluntad de la víctima, aclara, pero sí se le puede apartar del influjo preternatural. Lo puede hacer cualquier fiel, ofreciendo la Eucaristía, con el rezo del Rosario y con las letanías de San Rafael, "que es el ángel que vence al demonio de los amarres". El diácono y el sacerdote pueden hacer, además, las oraciones de liberación que incluye el ritual de exorcismos.
En cualquier caso, y según su propia experiencia, este exorcista pide no culpabilizar a quien pueda ser víctima de un ataque preternatural de los especificados: "Podemos estar haciendo juicios temerarios".