- He querido ofrecer una guía que siguiera paso a paso desde el primero hasta el último de los ritos de la Santa Misa, empezando por considerar (lo que no suele hacerse, que yo sepa) los dos instrumentos primordiales de la celebración, el sacerdote y los fieles, su asamblea. Presto más atención al sacerdote, por su influencia.
»Ofrezco un abundante arsenal de citas para cada tema: citas de documentos de la Iglesia que no se conocen ni siempre se observan debidamente, de los papas y los santos y, por supuesto, sobre todo de las Escrituras.
- Sí, y San Pedro Julien Eymard nos dice que, después de la Transubstanciación, la mayor maravilla es que este milagro se renueva a través del sacerdote por el poder tan grande que Dios le ha impartido. Dice: ‘¡Qué obra, la misma maravilla que obró Jesucristo en la Cena Eucarística, actuando en su nombre!’ Pero, claro, nuestros queridos sacerdotes deben estar convencidos de esto, y nosotros debemos amarlos, apoyarlos siempre e interceder a diario por ellos con gratitud.
»Decía el beato don Manuel González, el obispo de la Eucaristía, próximamente canonizado, que el sacerdote es un hombre «que por ser consagrado con consagración oficial y solemne, merece el respeto y la veneración que se da a las cosas consagradas», añadiendo que no quería sacerdotes que «digan misas», sino que «vivan la Misa».
- Creo que hoy necesitamos su testimonio continuo, no solo con su comportamiento verbal, sino, muy importante en todo momento, su comportamiento no verbal, de lo que ha de estar concienciado ya desde el seminario. Es un tema que trato con detalle en un libro inédito sobre comunicación no verbal y liturgia, dedicado no solo al entorno, sino, en buena parte, al comportamiento del sacerdote durante la celebración.
- He usado ese libro inédito en dos ocasiones: como curso a sacerdotes en el Centro de Pastoral Litúrgica, en Barcelona, y para la comunidad del monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas. Ojalá se incluyera algo así en los seminarios, porque ayudaría mucho a los futuros sacerdotes. Ellos mismos me lo dicen. El padre Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia desde 1980 (por algo será), afirma: «La Eucaristía es la mayor responsabilidad de la Iglesia en la historia».- El cómo vivamos la celebración refleja nuestra conversión personal. Por la acción del Espíritu Santo, puede ser un instrumento de conversión hasta hacernos exclamar a los pies de Cristo, nuestro Salvador personal, presente en la Hostia consagrada: «¡Señor mío y Dios mío!».
- La mayoría de los fieles desconocen no solo los elementos bíblicos de nuestra Misa, sino nuestra herencia judía respecto a nuestros hermanos mayores en la fe, los cuales, como dice el padre Cantalamessa, «eran creyentes antes que nosotros en el mismo Dios en el que nosotros creemos». En el libro cito algunas de las reflexiones que hacía en 2010 el entonces arzobispo de Saint Louis, hoy cardenal, Raymond Burke, entrevistado por un muy querido amigo mío, David Moss. Moss es presidente de la Asociación Internacional de Católicos Hebreos, es decir, conversos al catolicismo, que han encontrado al Mesías, la Eucaristía y la Iglesia apostólica y se declaran “`judíos completados” ¡porque ahora sí que lo tienen todo! El libro explica muchas semejanzas entre nuestra liturgia y la de la sinagoga hasta nuestros días.
- El libro habla también de nuestra actitud y de aspectos personales de preparación: la puntualidad, tanto de llegada como de partida, el verdadero significado del sacramental de entrada al santiguarse con agua bendita, la debida preparación, tanto nuestra como del sacerdote, y unas reflexiones acerca de qué sitios ocupamos en el templo respecto al altar y a nuestros hermanos. En los dos apéndices finales, explicamos todos los objetos sagrados de la celebración, incluyendo los del presbiterio y el altar. Queremos que la gente sepa sus nombres, sus funciones…
- Indico algunos posibles abusos litúrgicos que se cometen por omisión o comisión y que son fáciles de observar, y cito cuando corresponde las normas de la Ordenación General del Misal Romano y otros documentos. También me remito a San Juan Pablo II, que en Ecclesia de Eucharistia enseña que cada celebración es «un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra», que «las normas litúrgicas [...][no son] propiedad privada [...] ni del celebrante ni de la comunidad», y que los sacerdotes deben ser fieles a ellas porque así «demuestran [...] su amor por la Iglesia».
- Que se haga lo mismo en cualquier lugar nos ayuda a apreciar mejor la catolicidad, o sea, universalidad, de nuestra Iglesia.
- Sigue los cinco bloques litúrgicos: los ritos iniciales (en los que destacan las páginas dedicadas al Gloria y a la alabanza), la liturgia de la Palabra (con especial énfasis en su proclamación, en la homilía y en las dos versiones del Credo), la liturgia eucarística (volviendo de lleno a la alabanza, culminando en el misterio eucarístico y remontándonos a la última cena pascual del judío Jesús y sus antecedentes), el rito de la Comunión (centrándose, pero sin excluir nada, en el Padre Nuestro, en esa insospechada manera en que Jesús “se quedó con nosotros” en la Eucaristía, y cómo nos hablan algunos santos de la Comunión), y los ritos de conclusión, con algunas necesarias reflexiones.
- Sí, y explicamos tanto las palabras como los silencios. Todo se apoya en más de trescientas citas bíblicas que fundamentan, justifican o ilustran casi cada momento de la celebración.
- Queremos que la gente participe de una manera activa y sin decir ni hacer nada de rutina, es decir, no estando meramente presentes, sino como auténticos celebrantes del sacrificio de la Eucaristía, junto con el sacerdote.
- Tengo en prensa otro libro, con el mismo amor a la Iglesia y a los sacerdotes, titulado «Pastorea mis ovejas» y subtitulado “Las necesidades mutuas de sacerdotes y fieles”. Abarca una gran cantidad de temas hoy día insoslayables, ante las embestidas que está recibiendo la Iglesia de Cristo en general, los cristianos, y concretamente nuestra Iglesia Católica.
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