[Desde la fe.] Todos los días los cristianos nos enfrentamos a una batalla espiritual. La propia Palabra de Dios nos enseña que nuestra vida en la tierra es un combate constante contra el Maligno, y nos recuerda –a quienes hemos decidido seguir a Cristo- estar siempre preparados para enfrentar los embates del diablo. Para hacer de esta Cuaresma un verdadero tiempo de conversión, sin ningún tipo de concesión al demonio, te presentamos estas diez eficaces armas espirituales.


En primer lugar, presta mucha atención a la oración, que es la base de tu vida espiritual. Date un tiempo también para leer la Biblia; te sugerimos leer detenidamente el Evangelio de San Mateo 25, 35-40.

Por otra parte, debes estar firmemente arraigado en tu vocación. Podría ser la vida matrimonial, el sacerdocio, la vida consagrada, etc. Pero sea cual sea tu vocación, debes ser fiel en todas las cosas a la llamada que Dios te ha dado.

Finalmente, dedica un tiempo a la Iglesia. Sabemos que no todos hemos sido llamados de tiempo completo al ministerio en la Iglesia, pero todos podemos colaborar de alguna manera, en la medida de nuestras posibilidades.

Un problema en el combate espiritual es la respuesta lenta y débil a la tentación. Pero con la gracia de Dios, puedes fortalecer tu voluntad para rechazar con decisión y firmeza la tentación desde el principio. Por otra parte, a menudo tenemos tentación porque nos colocamos en una situación cercana al pecado. Pero recuerda siempre este proverbio: “El que con fuego juega, tarde o temprano se quema”.

Cuando caemos en la tentación resulta muy útil admitirlo de esta manera: “Estoy siendo tentado por el diablo, el enemigo de Dios”. Nómbralo y pronuncia oraciones cortas y fervientes para pedir la ayuda del Señor. Algunos ejemplos de estas oraciones cortas, pero poderosas son:

“Jesús, yo confío en ti”
“Dulce Corazón de María, sé mi salvación”
“¡Señor, sálvame!”
“Señor ven a mi rescate”

Y, por supuesto, invocar con fe y confianza los santos nombres de Jesús, María y San José.


La desolación espiritual se experimenta como oscuridad ante la verdad divina, insensibilidad ante la Palabra, pereza para hacer el bien, lejanía del Señor. Puede tener una fuerza inesperada y tambalear tus buenas intenciones que tenías sólo un día antes. San Ignacio decía que en estado de desolación, es importante: más oración y más meditación, examinar tu conciencia (mira por qué estás en desolación) y finalmente aplicarse alguna penitencia adecuada.


Seguramente has escuchado el dicho: “La ociosidad es el taller del diablo”. Esto significa que si no tienes nada que hacer, entonces el Diablo te dará mucho quehacer. A San Juan Bosco no le gustaba el tiempo de vacaciones para sus muchachos del Oratorio porque sabía que demasiado tiempo libre venía acompañado de tentaciones para sus jóvenes.

La oración ferviente y prolongada, la mortificación constante (el ayuno) y la familiaridad con la Palabra de Dios, tanto meditándola como poniéndola en práctica, son armas eficaces para combatir y vencer a Satanás.

Nos advierte San Ignacio que al diablo le gusta el secreto, de modo que si uno se encuentra en un profundo estado de desolación y se abre a un director espiritual, puede vencer la tentación. El silencio total es como un corte o una herida profunda que se oculta debajo de la ropa. Hasta que esa herida no se expone al sol y se desinfecta no sólo no se curará, sino se estará aún más infectada, se ulcerará y habrá riesgo de gangrena, o peor aún, de amputación. Una vez que la tentación se revela a un director espiritual se adquiere poder sobre ella.

El uso adecuado de los sacramentales puede llegar a ser muy eficaz en la lucha contra el diablo, y sobre todo, estos tres: escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo, Medalla de San Benito y el agua bendita.

En nuestra batalla contra Satanás debemos utilizar todas las armas. Dios escogió a San Miguel Arcángel como el ángel fiel, el Príncipe de la Milicia Celestial, para echar en el infierno a Lucifer y a los otros ángeles rebeldes. San Miguel, cuyo nombre significa “Quién como Dios”, es tan poderoso hoy como lo fue en el pasado.


(El Papa León XIII ordenó que se rezase de rodillas al finalizar cada misa.)

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes.
Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los demás espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.



María es a la persona humana a quien más teme Satanás, de acuerdo a lo que han recogido muchos exorcistas de las palabras de los propios demonios. María tiene muchas advocaciones; invocar cualquiera de ellas sirve mucho para alejar al Maligno. La serpiente antigua, el diablo, puede arremeter contra nosotros con su fea lengua y escupiendo veneno, pero si pides ayuda a María, Ella le aplastará su cabeza.

Publicado en Desde la Fe, que edita la archidiócesis primada de México.