En 1914 se publicó una obra única en la bibliografía española: La Leyenda Negra de España, de Julián Juderías (1877-1918). En cinco siglos de denigración sistemática del pasado histórico de España por parte de sus enemigos exteriores, nadie "desde dentro" había emprendido la tarea de estudiar y denunciar los orígenes de esa fenomenal campaña de propaganda.

Esa obra tenía además un valor añadido en el conjunto de la cultura universal, que apenas ha sido reconocido: "Fue una obra pionera en todo el mundo y en cualquier idioma porque se ocupaba de la imagen como factor de propaganda". Así lo enaltece Luis Español Bouché, editor de la edición de La Leyenda Negra que publicó en 2014, con ocasión de su centenario, La Esfera de los Libros, a la cual antepone una extensa introducción y una recreación narrativa de lo que pudo ser un día cualquiera en la vida de Julián Juderías: preciosa "fantasía retrospectiva" de doce páginas que ofrece el retrato vivo del culturalmente atractivo Madrid de 1913.

Español Bouché (quien en 2010 desveló en ReL el origen de la expresión leyenda negra) escribió en 2007 las únicas biografías existentes de Julián Juderías y de su notable padre, Mariano Juderías, traductor, entre otras, de las obras de Washington Irving y Edgar Allan Poe.

¿Cómo es posible que pasase casi una centuria desde la muerte de Julián Juderías sin que nadie abordase un estudio en profundidad sobre su vida? "Probablemente su olvido se debió a su muerte precoz", explica: "Juderías tuvo muy mala suerte. Murió con sólo cuarenta años de la gripe española, un virus que mató más gente que la Primera Guerra Mundial. Por otro lado no pertenecía a ninguna escuela, a ningún grupo. Era un hombre singular, independiente, libre… Además, Juderías era un hombre honrado que vivía de su trabajo y no dejó una gran fortuna de la que vivieran sus parientes; al contrario, hubo que realizar una suscripción pública para salvar a su familia de la miseria. Juderías pertenece a esa España tan noble y patriota que no hizo del enriquecimiento personal un mérito".

Juderías se empleó a fondo en su reivindicación de España por puro patriotismo, consciente de que no le sería reconocido: "Sabemos de antemano que este trabajo no nos granjeará, probablemente, las simpatías de los que militan en la extrema derecha y, en cambio, nos hará objeto de las críticas de los que luchan en el bando opuesto. Los primeros dirán que es insuficiente y poco entusiasta nuestra reivindicación, porque no es un panegírico. Los segundos nos llamarán reaccionario y patriotero, porque tenemos de la historia y de la crítica un concepto más sereno que ellos”, dice él mismo en la segunda edición ampliada, de 1917.

Un trabajo difícil de mejorar

Pero lo cierto es que su investigación no ha sido mejorada, y Luis Español subraya por qué: "Resultaba difícil. La Leyenda Negra es un trabajo tan compacto, tan bien estructurado, que ha tenido muchos más plagiadores que imitadores y más imitadores que continuadores. De todos los que, tras Juderías, han intentado dar de España no ya una serie de datos sino un argumento, destacaría el extraordinario España Inteligible de Julián Marías, en cuanto a la visión general. Además de Marías, los continuadores de verdad, los que no se han limitado a plagiar o imitar, son personas que han estudiado aspectos puntuales de la Leyenda Negra".


Foto: Fondo Juderías.

Julián Juderías atribuía "un papel fundamental" al anticatolicismo en los orígenes y propagación de la Leyenda Negra, avanza su biógrafo, pues él mismo la define como "la leyenda que habiendo empezado a difundirse en el siglo XVI, a raíz de la Reforma, no ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces y más especialmente en momentos críticos de nuestra vida nacional”.

El anticatolicismo y la Inquisición

"La Leyenda Negra se basa en tres pilares: el anticatolicismo, la rivalidad de otros países con España y la existencia de la Imprenta que permitió que apareciera la opinión publicada, origen de la opinión pública", añade Español. Tanto, que "en países que no son de tradición cristiana, que no han tenido intereses enfrentados a los de España o no han conocido la imprenta moderna más que desde mediados del siglo XIX, no existe nada parecido a la Leyenda Negra. ¿Qué más le dan a un japonés sintoísta las peleas entre cristianos de tiempos de Lutero o Calvino? Tanizaki, el autor de una obra tan interesante como Elogio de la sombra, metía en el mismo saco a protestantes o católicos, húngaros, norteamericanos o italianos. Nos llama a todos occidentales".

Le preguntamos por la Inquisición, pues no en vano ella es el quicio de todas las afrentas contra la Iglesia y contra España desde el siglo XVI: "Juderías no defendió en absoluto la Inquisición. Lo que sí hizo fue contextualizar el fenómeno con una fórmula admirable: «Fuimos, sí, un país intolerante y fanático en una época en que todos los pueblos de Europa eran intolerantes y fanáticos»".

Los males que ocultan "los otros"

El primer capítulo de La Leyenda Negra está enteramente dedicado a ponderar la obra de España, y el capítulo final resume la historia del fanatismo en otras naciones de Europa o en los Estados Unidos: "Aporta datos interesantísimos que permiten contextualizar nuestro fanatismo en el marco general de la intolerancia de los siglos XVI a XIX sufrida por toda la cultura occidental. Juderías nos ilustra acerca del furor sanguinario de Lutero y Calvino, de la obsesión contra las brujas, pasando por las crueldades coloniales o las atrocidades judiciales… La obsesión contra la brujería del siglo XVI llevó a la hoguera a miles de mujeres en toda Europa, y las cifras son tan abultadas que dan miedo. En tiempos de Juderías se llegó a pensar que las mujeres condenadas por brujería entre Inglaterra y Escocia durante menos de un siglo alcanzó la cifra de 57.000… Un solo magistrado de Lorena, se vanagloriaba de haber quemado 800 brujas".

Interiorización: lo peor

Luis Español lamenta que los españoles hayamos interiorizado la Leyenda Negra, algo que ya detectó y estudió Juderías: "Es sin duda la consecuencia más perversa de la Leyenda Negra, el que muchos españoles la asumieran como una realidad en su tiempo. De hecho, ese desprecio por lo propio que tanto sufrimos en España ha alimentado el discurso pesimista del que se sirven los separatismos". Y aunque "el discurso anticatólico puede servirle, efectivamente, a un protestante o a un anticlerical, a veces te encuentras con sorpresas", añade: "Cánovas no era precisamente de izquierdas pero decía barbaridades, en tono de chanza, como que «son españoles aquellos que no pueden ser otra cosa»”.

Juderías, entregado a los marginados y enterrado con hábito

En cuanto a la religiosidad personal de Juderías, "era católico ejerciente y lo enterraron con hábito, lo que indica que debía pertenecer a alguna cofradía": "Sus sentimientos personales no me constan más allá de sus escritos. Cabe decir que se adelantó medio siglo al Concilio porque no era antisemita en un momento en que media Europa lo era y en que muchos intelectuales católicos se obsesionaban contra los judíos. Juderías fue el primero y durante mucho tiempo el único, en España, en hablar de reformadores sociales de la Europa protestante o del pensamiento del conde Tolstoi que fue excomulgado por su propia Iglesia, la rusa ortodoxa. Era un espíritu abierto".

Y se ocupaba además de los marginados, también de forma visionaria: "Su trabajo, que publicó en francés, sobre el pequeño crédito urbano y rural en España —obra que dependió fundamentalmente de los centros católicos y de las parroquias— recordó la labor pionera de los católicos en la lucha contra la usura, mucho antes de que nadie acuñara el concepto de microcrédito. Por otro lado hay que subrayar el absoluto compromiso de Juderías con los olvidados, a los que dedicó miles de páginas. Es el gran sociólogo de la miseria y antes que abogado de España fue abogado de los más pobres".

Eso sí le fue reconocido en vida: "Nadie ha escrito tanto como él contra la prostitución, la explotación de las mujeres y de los niños. Cuando Avelino Montero Villegas promovió la ley de 1918 que creaba los Tribunales de Menores en España, todos invocaron el nombre de Juderías que reclamaba esos tribunales desde 1909. Juderías era un hombre valiente que, dependiendo de la Administración —era funcionario del Ministerio de Estado, hoy diríamos de Asuntos Exteriores— no dudada en denunciar en sus trabajos la falta de resultados, la no aplicación de las leyes que impedían la explotación de los menores".

[Artículo-entrevista publicado en ReL en mayo de 2014.]